En el año 1799 llegó por primera vez a Europa la piel de un ornitorrinco (Ornithorhynchus anatinus). Cuando el Doctor Shaw, conservador del Museo de historia Natural Británico, la recibió, pensó que se trataba de una falsificación e intentó separar la piel del pico. Aún hoy se conserva esta piel con las marcas de las tijeras.