Esta enfermedad ha acompañado al hombre desde la antigüedad, aunque los casos eran poco frecuentes.
La metástasis invadió todo su cuerpo, de modo que las huellas del cáncer de mama que sufrió han quedado grabadas en sus huesos y se han conservado durante los cuatro milenios que han transcurrido desde su muerte. Se trata de una mujer egipcia que vivió durante la VI dinastía (hacia el 2300 a.C) y cuyo esqueleto fue descubierto el año pasado en Asuán por el paleoantropólogo Miguel Botella, que forma parte de la misión española Qubbet el-Hawa. En cuanto vio sus huesos, no tuvo dudas de que aquella mujer, de unos 34 años, había sufrido un cáncer de pecho que la dejó totalmente impedida.
«Estaba muy enferma cuando murió, así que tuvo que recibir atención y cuidados durante muchos años. Además, estaba enterrada con un buen ajuar, por lo que tenía que pertenecer a la clase alta egipcia», relata Miguel Botella en el despacho del Laboratorio de Antropología de la Universidad de Granada que dirige, mientras señala en las fotografías que el año pasado tomó en Egipto su cráneo, su cadera y sus costillas ‘agujereadas’ por la metástasis lítica característica del cáncer de pecho que sufrió.
El caso de esta mujer egipcia se considera la evidencia de cáncer de mama más antigua en la Historia. Una enfermedad de la que también se conservan referencias escritas en tratados médicos del Antiguo Egipto. El médico Imhotep describió en el 2625 a.C un caso de cáncer de pecho. El Papiro Ebers (hacia el 1500 a.C) y el Papiro Smith (del 1600 a.C) recogen, entre otros males, varios casos de tumores o úlceras de la mama que eran tratados mediante cauterización, aunque señalaban que para este tipo de enfermedades no había cura.
Se han encontrado en yacimientos restos humanos más antiguos de individuos que sufrieron otros tipos de cáncer o tumores benignos,…saber más en el artículo original.