LA IUGULATIO: MORIR EN LA ARENA
Aún sin ser el espectáculo preferido por los romanos, pues lo eran las carreras de caballos y sus aurigas, sin duda, el que miles de personas se reunieran y se divirtieran con la muerte de otros hombres, es uno de los aspectos, que más sorprende de la cultura y el ocio romano.
Las luchas en la arena, tuvieron su origen en los funerales etruscos alrededor del siglo IV a. C, con un sentido estrictamente ritual y para aplacar y satisfacer el alma del difunto.
El cómo de este origen ritual se dio paso a los posteriores espectáculos de luchas entre hombres, animales y demás puestas en escenas cada vez más elaboradas, es una incógnita.
Tito Livio en su obra «Ab Urbe Condita Libri», detalla que los hermanos Marco Junio Pera y Décimo Junio Pera ( fueron los que por primera vez ofrecieron un espectáculo gladiatorio en el funeral de su padre, Junio Bruto Pera, en el año 264 a. C.
El paso de los años, borró toda huella relacionada con la memoria de los muertos y desembocando en un exhibición de sangre y violencia para diversión de las masas. Miles de hombres aplaudiendo, chillando, pataleando y abucheando danzas de muerte en la arena en los pequeños anfiteatros repartidos por todo el Imperio o en el majestuoso e imponente Coliseo de Roma a partir del s. I d. C
Miles de condenados a muerte, prisioneros de guerra, odiados por su condición de esclavos y en algunos casos admirados por ser las super-estrellas de la época, fueron los protagonistas de estos juegos.
Tracios, mirmillones, sanmitas,reciarios, secutores, hoplomachus, equites, laquearii, provocatores, andabatae etc hacían furor entre la plebe y la aristocracia, utilizados como poderosa arma política para encandilar y entretener a las masas romanas.
Si bien todos los combates, no terminaban en muerte, sigue despertando un morboso interés, todos los aspectos y rituales que acompañaban los últimos momentos de vida de estos desdichados mientras el público rugía presa de un delirio sangriento. Y es que el juramento que debían prestar los gladiadores “Uri, vinciri, verberari, ferroque necari” o lo que es lo mismo ser quemado, atado, golpeado y muerto a hierro, nos aproxima ligeramente, al culmen de estas diversiones públicas, la muerte.
De las luchas entre los gladiadores, se esperaba que no estuvieran amañadas, que ofrecieran una estética “bonita” , y valentía y dignidad entre los contrincantes. Si se había combatido de esta manera, y uno de los gladiadores vencido, no hubiera obtenido el perdón y hubiera sido condenado ( IUGULATIO), debía esperar la muerte de rodillas para que su oponente lo apuñalara con la espada desde la paletilla bajando hasta el corazón o con una daga lo degollara. Una vez muerto, se le arrastraría por la arena rindiéndole honores al son de trompetas.
Algunos de los entrenados y famosos gladiadores de la época gravemente heridos y no condenados a muerte, se los desalojaba en camilla para recibir los cuidados del médico.
Los condenados a muerte (noxii) y los gladiadores enfrentados a fieras que hubieran conseguido sobrevivir, acababan sus vidas de una manera “menos honrosa”. Recibían de manos de una hombre ataviado como Caronte un gran martillazo que destrozaba sus cabezas. Su salida de la arena se hacía mediante ganchos en los pies arrastrados por los esclavos del anfiteatro y salía por la Porta Libitenensis, o puerta de la diosa Libitina, la diosa de los funerales.
¿Y después del espectáculo que se hacía con los cuerpos?
Los cuerpos de los noxii damnati , los condenados a muerte, se depositaban en la sala denominada spoliarium. Sin dignidad, eran arrojados a los ríos, o enterrados en cal viva. Incluso también parece ser que parte de sus miembros, fueron arrojados a las fieras para que se acostumbraran al sabor de la carne humana y de este modo , en la arena y hambrientos, atacaran a seres humanos.
Los gladiadores famosos en cambio eran enterrados con honores por su “collegia” y han llegado hasta nuestros días lápidas que lo atestiguan.
La lápida de Flamma, en Sicilia, es un claro ejemplo de ello con esta dedicatoria de un compañero:
«Flamma, secutor, vivió 30 años, peleó 34 veces, ganó 21 veces, empató 9 veces, derrotado 4 veces
un sirio de nacionalidad «.
También es cierto que no todos los romanos apreciaban esta forma diversión como el propio Séneca relata:
«Por casualidad, a mediodía asistí a una exhibición, esperando un poco de diversión, unos chistes, relajarme… Pero salió todo lo contrario… Estos peleadores de mediodía salen sin ningún tipo de armadura, se exponen sin defensa a los golpes, y ninguno golpea en vano… Por la mañana echan los hombres a los leones; al mediodía se los echan a los espectadores. La multitud exige que el victorioso que ha matado a sus contrincantes se encare al hombre que, a su vez, lo matará, y el último victorioso lo reservan para otra masacre. Esta clase de evento toma lugar estando casi vacías las gradas… Al hombre, sagrado para el hombre, lo matan por diversión y risas.»
Para saber más acerca de estos espectáculos, recomendamos leer a Suetonio, que ofrece minuciosos detalles de los mismos.