Los tiempos cambian, las ideas cambian y hasta los grandes paradigmas se quedan en nada. Cuando hace 50 años alguien hablaba de la antimateria se le reían en la cara y hoy, la existencia de los agujeros negros es un hecho. El hallazgo del bosón de Higgs le ha helado la sonrisa escéptica a más de uno. ¿Y por qué no van a existir los agujeros de gusano? La teoría de cuerdas intenta explicar la coexistencia de dimensiones múltiples y de universos paralelos. Y no, nadie ha podido conciliar todavía nuestro mundo cuántico y gravitacional con la teoría de la relatividad, pero todo se andará. Por cierto, del hiperespacio ya hablaba Isaac Asimov en todas sus grandísimas novelas (¡desde 1950, nada menos!) y de los viajes en el tiempo hizo una magistral referencia en «El fin de la Eternidad» (muy superior, y que me perdonen los puristas, a «La máquina del tiempo», de H.G. Wells)
De todo ello trata la película que voy a comentar, pero también de mucho más. Christopher Nolan ya tocó en «Origen», el tema de las dimensiones desconocidas. Ese film tremendo, desbocado y emocionante derivaba toda su base teórica hacia el cine de aventuras. En Interestelar, lo que se esconde bajo una capa de teoría científica es un film dramático. La trama espacial no es, en este caso, nada más (ni nada menos, visto el empaque de la asombrosa puesta en escena) que una mera excusa para presentar los asuntos sentimentales que forman el eje argumental: el padre que abandona a la hija, la chica a la búsqueda de su amor (perdido en la inmensidad), el viudo que reniega de las mujeres hasta que vuelve a enamorarse, la hija despechada por el abandono paterno…
Situaciones, todas ellas, que van ganado en intensidad hasta llegar a un clímax final de escenas trepidantes (magistral el montaje), seguido de un epílogo algo almibarado (acentuado por la excelente, eso sí, banda sonora de Hans Zimmer). Pero ya se sabe, si fuese una película europea terminaría mal (y ahí no cabrían ya dudas sobre catalogarla o no de obra maestra).
En resumen, se trata, en mi opinión de una estupenda película dramática, disfrazada de film de ciencia ficción. Las interpretaciones de Matthew McConaughey y Jessica Chastain son buenas, y Michael Caine está eminente. En un tono menor están la inexpresiva Anne Hathaway y un Matt Damon cuyo personaje está un tanto desaprovechado.
Muy recomendable. Y mejor, en el cine.