Variopintos ensayos

Rodrigo Quián Quiroga, neurofisiólogo

Carlos del Amor, escritor y periodista

José Manuel Puertas, periodista

Uno no es dado a leer ensayos, que eso era lo habitual en época universitaria, pero últimamente me ha entrado la vena intelectual de nuevo y me veo obligado a comentaros lo que viene a continuación. Hay para (casi) todos los gustos: neurología, arte, deporte…

El cine y la neurología

«Cosas que nunca creerías (de la ciencia ficción a la neurociencia)», de Rodrigo Quian Quiroga, es el menos «light» de los tres libros. El neurólogo argentino, experto investigador y (muy) aficionado al cine, despliega en su ensayo toda una serie de temas, a partir de grandes películas de ciencia ficción. Así, comenta la inteligencia artificial (y la compara con la humana), después de recordar «2001, Una odisea espacial». Habla del cerebro animal, y de la evolución y el aprendizaje, a propósito de «El planeta de los simios». Divaga sobre el mundo de los sueños tomando «Origen» como punto de partida. Y explica, en fin, el presente y el futuro de la cibernética a partir de «Robocop». Estos y otros sesudos temas van desfilando mientras rememoramos grandes obras del cine reciente (y no tan reciente). Todo ello aderezado con abundantes y prolijas citas de experimentos y publicaciones, y adornado con disertaciones sobre filosofía, psicología, ética y medicina.

Pinturas inventadas

«Emocionarte (la doble vida de los cuadros)», de Carlos Del Amor, es un libro cuya lectura, efectivamente, emociona. El autor recrea las escenas que le sugieren los grandes artistas instalados en su taller o en el escenario en el que realizan sus obras. Desde Goya a Antonio López, pasando por Turner, Vermeer, Anguisola, René Magritte, Friedricht, Van Gohg o Hopper. Con una sensibilidad exquisita, y una desbordante imaginación, Del Amor traslada al lector las intimidades de los genios de la pintura, aportando notas biográficas y numerosas anécdotas sobre sus aventuras y desventuras. Se echa en falta una mayor calidad en las reproducciones, pero en esta época, leer con apoyo informático es mucho mejor: las referencias a otras obras y artistas son tan variadas, que la ayuda de un pequeño ordenador es casi imprescindible. La clase de historia del arte es así magistral, pues están consignados absolutamente todos los estilos.

Los «malotes» del Baloncesto

Para los que vivimos la época «dorada» del baloncesto americano, aquélla en la que convivieron (y compitieron) Michael Jordan, Larry Bird, Magic Johnson o Isaah Thomas, es una delicia leer anécdotas y chascarrillos de los «monstruos» que admirabas, y tratabas de emular, mientras escuchabas embelesado las épicas narraciones de Ramón Trecet o Andrés Montes. La exitosa serie «El último baile», sobre las hazañas del genio de los Bulls, pone en contexto lo que cuenta «Los Bad Boys de la NBA», de José Manuel Puertas. El autor no se ciñe a las épocas recientes, sino que habla incluso de los tiempos prehistóricos, aunque cita algunas figuras aún en activo. Son semblanzas impagables las de Kevin Garnett, Bill Lambeer, Dennis Rodman, Latrell Sprewell, Kevin Durant y muchos otros (hasta 25). Historias, todas ellas, que nos provocan una permanente sonrisa bobalicona y que frecuentemente nos llevan al asombro y la carcajada. Escenas de hombretones multimillonarios comportándose como matones de barrio o como niños malcriados, con el único afán, no solo de ganar el partido, sino de ridiculizar al adversario o vengar las (supuestas) afrentas.

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Premios de Cine 2024

Robert Downey Jr., Da’Vine Randolph, Emma Stone y Cillian Murphy

Un año más de los incombustibles premios de Hollywood y un año más (como en Eurovisión), que nos quedamos sin estatuillas (a pesar de que éramos favoritos, como siempre lo somos en el Festival de la canción, que de ilusión también se vive). Y la ocasión la pintaban calva, con más opciones que nunca: «La Sociedad de la Nieve» y «Robot Dreams». Pero nada, agua…

Las triunfadoras

Los grandes premios han estado repartidos, pero menos. Lo que quiere decir que no ha habido un dominio apabullante de ningún film, aunque la película claramente ganadora ha sido «Oppenheimer», con 7 oscars de 13 nominaciones. «Pobres Criaturas», con 4 de 11, también se ha subido al podio, y, en tercer lugar debo citar «La Zona de Interés», con 2 de 5.

La película ganadora cuenta, en clave biográfica, la historia del genio de la Física teórica, que dirigió y coordinó el equipo de técnicos e investigadores que construyó la primera bomba atómica. El tormento psicológico que sufrió al sentirse culpable de los horrores de Hiroshima y Nagashaki, y el proceso al que fue sometido, acusado de traición, para retirarle la acreditación que daba acceso a los secretos de la máxima seguridad nacional están también perfectamente narrados. Premios a la mejor película, al mejor director (Christopher Nolan), al mejor actor protagonista (Cillian Murphy, inolvidable Thomas Shelby de «Peaky Blinders») y al mejor actor secundario (un irreconocible Robert Downey Jr.), además de a otras categorías técnicas.

«Pobres Criaturas», que, bajo mi punto de vista, es una obra maestra indiscutible, aúna ciencia ficción, terror, humor y drama, en una recreación original, iconoclasta y muy creativa del tema de Frankenstein, llena de apuntes de crítica social (no deja títere con cabeza sobre la educación victoriana, por ejemplo) y del feminismo más irreverente (en contraposición al aportado por «Barbie»). Un guion extraordinario, sin premio, pero estatuillas merecidísimas para una magistral Emma Stone y para el diseño de producción (la puesta en escena, para entendernos).

La «Zona de Interés» es la película que nos «robó» el oscar a la mejor película extranjera. Escalofriante y minimalista narración sobre el ambiente familiar del director de un campo de concentración de las SS, con ausencia de escenas explícitas y solo sonido (irreprochable galardón también) y «detalles» que los protagonistas ignoran en pro de su fingida felicidad (y/o normalidad).

La pedrea

Entre los pocos premios que dejaron para los demás los films ganadores cabe citar el de mejor guion adaptado, para «American Fiction», la historia de un escritor que, harto de los clichés que definen a los novelistas afroamericanos, decide crear (bajo seudónimo) una novela para demostrar que cualquiera puede escribir un «bodrio». Por supuesto, la novelucha acaba convirtiéndose en un «best seller». Estupenda sátira y gran trabajo de Jeffrey Wright (a quien vimos en la serie «Westworld».

«Anatomía de una Caída» es el drama, con elementos judiciales, sobre una mujer acusada del asesinato de su hijo, muerto en misteriosas circunstancias. Destacan la dirección de Justine Triet, la interpretación de Sandra Hüller y el guion (oscar al mejor original).

1 de 5 se ha llevado también la deliciosa comedia «Los que se quedan», que cuenta la historia de un profesor que debe quedarse las navidades cuidando de unos cuantos alumnos «abandonados» por sus padres. El contacto con ellos y con el personal del colegio (especialmente con la cocinera, oscar incuestionable para Da’Vine Randolph) le cambiará la vida. No hubieran sido inmerecidos los premios para Paul Giamati y para el excelente guion.

Las derrotadas

Debo meter a «Barbie» en esta categoría porque sus expectativas eran muchas, con 8 nominaciones. Empalagosa (aunque simpática y desenfadada) reconstrucción del mundo con el que crecieron generaciones y generaciones de niñas, y discutible intento de reivindicación feminista. Un solo premio (a la mejor canción, para Billie Ellish) debe saberle a muy poco a la directora, Greta Gerwig, que se debe conformar, de momento, con los 2 que ya tiene en el salón de su casa).

Sin embargo, la gran perdedora de la noche fue «Los Asesinos de la Luna». Injustamente es decir poco, y si no fuera porque el director es Martin Scorsese (el Santo Job), no habría que insistir más. «Taxi Driver», «La Edad de la Inocencia» o «Uno de los Nuestros» ya fueron ninguneadas. Pero es que con «Gangs of New York» ya se fue de vacío con 10 nominaciones. Y lo ha vuelto a hacer. Otro 0 de 10 para una gran película sobre los misteriosas muertes sucedidas a principios del pasado siglo en la tribu de los indios Osage, riquísimos propietarios de terrenos con abundante petróleo. Robert de Niro, Leonardo di Caprio, Jesse Plemons y Lily Gladstone están eminentes en sus papeles.

Otro gran disgusto se ha llevado Bradley Cooper, artífice máximo de una correcta biografía de Leonard Bernstein: «Maestro». Ningún oscar de los 7 posibles, para satisfacción de los melómanos puristas, que no han visto con buenos ojos los afanosos intentos del protagonista por dirigir una orquesta como mandan los cánones. Carey Mulligan borda, sin embargo, el papel de la sufrida esposa.

Sobre «Napoleón» (0 de 3) no tengo ya nada más que decir (ver reciente entrada dedicada). La puse a caldo, cosa que se merece. Ridley Scott ha tenido tiempos mejores. Que se conforme con la buena taquilla, y aquí paz y después gloria.

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Escándalo antropocénico

Si existiese el adjetivo, el título sería correcto, pero como lo que está en cuestión es el sustantivo, no ha lugar, me puedo inventar lo que yo quiera. La Real Academia Española ya admitió el término recientemente, pero el asunto está preocupando seriamente a los geólogos, que son el «alma mater» en esto.

Ahora, lo que yo no sabía es que en una ciencia tan prestigiosa y reputada pudiera existir una polémica tan «política». Que haya geólogos «de derechas» y «de izquierdas» ya es la cuadratura del círculo. Y como esto me lo he inventado también, que los que escribimos tenemos licencia, como mínimo, para exagerar (o no), vayamos al meollo de la cuestión.

La opinión dominante hasta ahora es que estamos metidos hasta las trancas en esta nueva era geológica, y que pruebas y más pruebas se acumulan a favor de la hipótesis de que la Tierra ha cambiado de manera irreversible por causa humana. Esto es lo que decía el ABC hace 8 años, cuando todo el mundo estaba de acuerdo (o eso parecía)

Pues bien, en el contexto, quizás (una cosa más que me invento), de las teorías conspiranoicas tan de moda, unos cuantos estudiosos de la materia han efectuado una votación, más o menos oficiosa (y parece que «no vinculante», de momento), para eliminar el vocablo «antropoceno» de la terminología geológica.

El escándalo está servido. Os pongo aquí el enlace a la reciente noticia de «El País». Los sesudos señores de nuestra querida Academia deben estar estupefactos. Continuará…

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Norman Jewison: el arte de un artesano

Este viejecito de aspecto afable, y con un aire a Steven Spielberg, acaba de fallecer. Se llamaba Norman Jewison, y si ese nombre no os dice nada, os diré que estuvo tres veces nominado al Óscar al mejor director, y como no se lo llevó, la Academia se tuvo que sacar de la manga uno de esos premios a las figuras injustamente olvidadas, el Irwing Thalberg, en 1999.

Porque su carrera fue apabullante. Si se me permite, en un plano muy parecido a ese en el que están grandes nombres como Stanley Kramer o Sidney Lumet o Sidney Pollack, yo lo definiría como «El rey de los artesanos», a pesar de las connotaciones peyorativas de ese sustantivo tan denostado. Y es que valía tanto para un roto como para un descosido, «bordando» todos los temas que tocaba. Triunfó en la comedia disparatada («¡Qué vienen los rusos!«, 1966), en el drama («Agnes de Dios«, 1985), en la comedia amable y sentimental («Hechizo de luna«, 1987), en el cine musical («El violinista en el tejado«, 1971), en la ópera rock («Jesucristo Superstar», 1973), en el cine social y comprometido («En el calor de la noche», 1967) y hasta en la ciencia ficción («Rollerball», 1975).

Gran director de actores, consiguió de todos sus protagonistas tremendas interpretaciones. A él deben estarle agradecidos Steve McQueen («El rey del juego», 1965), James Caan (por la ya citada «Rollerball»), Al Pacino («Justicia para todos», 1979), Jane Fonda («Agnes de Dios») o Denzel Washington («Huracán Carter», 1999).

Como su filmografía no tiene desperdicio, aquí os pongo la reseña de Wikipedia

Y vayamos con sus mejores películas (para este inmodesto cronista):

«El violinista en el tejado» fue el único gran papel de Chaim Topol en el cine, pero… ¡vaya papel! Uno de los grandes musicales de la historia.

El drama de un policía racista (Rod Steiger, merecidísimo premio de interpretación secundaria) y un detective negro (Sidney Poitier), que colaboran en la investigación de un crimen, se plasmó en imágenes, de manera magistral, en «En el calor de la noche», ganadora de 5 Óscar en 1967. El diálogo de los protagonistas en la estación es impresionante:

En «Agnes de Dios», una psiquiatra visita un convento en el que una de las monjas afirma que fue visitada por Dios antes de quedarse embarazada. El duelo de actrices entre Jane Fonda (la susodicha psiquiatra) y Anne Bancroft (la madre superiora) es memorable:

Y dejo para el final la niña de mis ojos. Ya sé que en lo alto del pedestal de este tipo de películas están títulos como «Arde Mississipi (Alan Parker, 1988) o «Algunos hombres buenos» (Rob Reiner, 1992), pero a mí la película de Jewison «Historia de un soldado» (1984) me parece una obra maestra del cine social, político, judicial, policíaco y del mundo mundial. Aparece Denzel Washington, pero Howard E. Rollins y Adolph Caesar están superlativos.

Cine inolvidable, inolvidable Norman Jewison.

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Un bebé muy mono

Si en 1996 hubiese funcionado este blog, la venida al mundo de la oveja Dolly habría tenido un sitio de honor. Casi 28 años después, cuando las técnicas de clonación de animales se han instalado a nivel industrial (hay empresas dedicadas a ello), los émulos de Ian Wilmut han logrado un hito que parece decisivo, el nacimiento de un chimpancé a partir de células de placenta y con un rendimiento aceptable, teniendo en cuenta el número de intentos.

El equipo del investigador chino Qiang Sun llevaba unos años intentando, con pobres resultados, la clonación de chimpancés. Lo ahora conseguido, evidentemente, nos acerca un poco más a ese futuro distópico que nadie (¿nadie?) desea, es decir, la obtención de seres humanos copias idénticas de sus progenitores. Sun asegura que, entre sus intenciones, solo están conseguir avances en el tratamiento del cáncer, de enfermedades cerebrales degenerativas y de trastornos psiquiátricos (la esquizofrenia).

De momento, en un mundo ya preparado, legalmente, para poner freno a los excesos de la ciencia, las tiernas imágenes de Retro ( que así han llamado al lindísimo espécimen) nos hacen dudar sobre el futuro y el destino de la experimentación animal.

En el siguiente artículo se amplía la información acerca de este interesante tema

https://elpais.com/ciencia/2024-01-16/nace-retro-un-mono-clonado-que-acerca-la-posibilidad-de-hacer-copias-de-los-seres-humanos.html

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Napoleón

Napoleón abdicando en Fontenebleau (Paul Delaroche, 1846)

(Esta entrada contiene numerosos «spoilers». Abstenerse, si así lo consideran conveniente, quienes no hayan visto la película)

Introducción

Loables son las intenciones de Ridley Scott por retratar con objetividad (a través de las cartas), la vida conyugal de Napoleón y Josefina, o, más bien, el amor incondicional (no correspondido) que él le profesaba.

Son también disculpables las licencias cinematográficas que, en pro de la acción, se permite el director británico. No consta que, aquejado de cistitis, el corso participase en la carga de caballería de Waterloo. Tampoco que asistiese a la decapitación de María Antonieta. Nos tragamos, mal que bien, que Joachim Phoenix (de 49 años) interprete, apenas sin cambiar, 30 años del emperador francés. Y estamos dispuestos a disculpar las notorias ausencias de Fouché (incombustible «fontanero» de la policía y el espionaje francés durante 50 años), la emperatriz Maria Luisa (¡aparece menos de 1 minuto!) o los mariscales Ney, Murat y Grouchy (éste, decisivo en Waterloo).

Crítica

Lo que ya no es de recibo, y más en una película histórica (¡de un director inglés!) es la terrible ausencia de un hilo argumental comprensible. Van desfilando escenas a las que se quiere dotar de trascendencia y solemnidad, inconexas y sin ninguna explicación. Scott parece contar con la erudición de los espectadores, sin ningún afán didáctico. ¿Qué hacía Napoleón en Tolon? ¿Contra quién fue la batalla de las Pirámides? ¿Quiso el gran hombre a María Luisa? ¿Por qué le odiaban tanto los ingleses? ¿Hizo algo provechoso en su vida? Y lo de menos es que no aparezcan ni España ni Trafalgar (tampoco hay mención de Italia), porque parece que con tanto dinero gastado en pólvora y efectos sonoros, no ha quedado un solo duro para mapas.

Desde luego, 147 minutos dan para algo más que para un álbum de cromos, y el narrador de grandes historias («Los duelistas», «Alien», «Blade Runner», «Thelma y Louise»), que ya patinó enormemente al llevar a la pantalla «El Reino de los Cielos» (fracaso enorme, salvado, pero poco, en taquilla, por el tirón de rutilantes estrellas de Hollywood), lo ha vuelto a hacer en este «Napoleón», que no se sostiene ni mínimamente.

Dividida, a saltos, en 2 partes, cuenta, a saber:

  • Las intimidades de Napoleón y Josefina
  • Las batallas, el ascenso y la caída del gran hombre

El primero de ambos temas adolece de falta de profundidad en los personajes. En el segundo, con una puesta en escena espectacular, se prescinde de cualquier explicación o análisis de la situación (no ya de la militar, sino, especialmente, de la política). Pero vayamos por partes:

El guion y los personajes

Si el retrato de los protagonistas ya rechinaba en «El Reino de los Cielos», aquí el ridículo es asombroso. Las caricaturas de los cruzados (en aquélla»), se convierten aquí en una sátira de personajes superficiales y carentes de ningún atisbo de inteligencia. Quizás se salva, en este sentido, un correcto Barras (Tahar Rahim).

Napoleón (Joachim Phoenix) parece deficiente: triste, solitario, serio, machista, nefasto amante, poco comunicativo, engreído y ambicioso. Se ignoran su habilidad como político, su cultura, su amor por las artes y las ciencias o su labor legislativa y a favor de los derechos humanos.

Josefina (Vanessa Kirby) no sale tampoco bien librada. Arribista y seductora, aparentemente atormentada, parece soportar a duras penas a su marido, y solo destaca por ser infiel y por haberse quedado estéril (¿a alguien no le ha quedado claro que era culpa suya no haber dado hijos a Napoleón?).

¡Y qué decir de Wellington (Rupert Everett)! Grave, soberbio, hierático y distante, parece que compite con su enemigo en ver quién mira a quién con más inquina. Se olvida, además, que en tierra no era ningún patán (no es lógico que el corso despreciase al que había derrotado a los franceses varias veces en España).

Respecto a los diálogos, debo decir que dan una pereza enorme. Cada línea es una frase lapidaria. Todo el guión parece sacado de un manual de citas célebres: «¡Es por el bien de Francia!», «¡El mundo me recordará!» «¡Inglaterra se arrepentirá de esto!» No hay un solo atisbo de la naturalidad, del humanismo o la sensibilidad de los personajes de «Blade Runner» o de «Thelma y Louise».

Las batallas

Parece hecho a propósito que, siendo especialista el corso, las andanadas de artillería estén especialmente cuidadas. Pero las cargas de caballería y los combates cuerpo a cuerpo están pobremente coreografiados (solo la muerte del caballo en Tolon resulta creíble). Y ya he dicho lo de la estrategia militar, las explicaciones brillan por su ausencia.

Respecto a los sucesos de Waterloo, se resumen, los 3 días de batalla (en diferentes escenarios), en la escaramuza final contra los ingleses. Desde luego, la impaciencia de Napoleón y el exceso de confianza en sus fuerzas fueron un factor importante. Faltaba ya el cuñadísimo Murat, el mejor de sus jefes de caballería, pero hubo un factor decisivo que los (supuestos) asesores de Ridley Scott han despreciado: la ausencia de los 30.000 hombres del mariscal Grouchy, empecinado en seguir al pie de la letra las órdenes recibidas, a pesar de que le constaba dónde estaba el fuego. Todo ello está magistralmente narrado en «Waterloo» (1970, Sergei Bondarchuck), con unos Rod Steiger y Cristopher Plummer magistrales. El director ruso ya había llevado a la pantalla, con gran éxito, «Guerra y Paz» (1956).

Es una película extraordinaria. Os la recomiendo encarecidamente. Ahí la tenéis:

Una buena opción

En 2002, los franceses impulsaron una coproducción, en forma de miniserie, que recrea magistralmente las circunstancias vitales y retrata de manera muy realista (y objetiva) a Napoleón y a quienes le rodearon. Christian Clavier borda el papel, pero además le secundan, de manera genial, el taimado e incombustible Fouché (Gerard Depardieu) y el inteligente Talleyrand (John Malkovich).

A continuación os pongo el primer capítulo. Los cuatro están en Youtube y son de acceso libre:

Conclusión

Desde luego que Napoleón fue un déspota, un dictador y un genocida. Pero poner carteles de las muertes que provocó no es una explicación del contexto histórico en el que se produjeron. En Siria, en Egipto, en España, dejo muestras de su pasividad ante las tropelías de sus soldados. En Palestina fue él mismo el que ordenó la masacre de los habitantes de Jaffa. En la misma Francia no tuvo reparos en disparar contra sus conciudadanos. Su país no le perdona tampoco los excesos cometidos en las levas forzosas para nutrir los ejércitos de la Grande Armée. Pero el miedo de las monarquías europeas no era a Napoleón en sí, sino a las ideas liberales y republicanas que quería exportar. Su gran fracaso fue que teniendo el genio militar de Alejandro Magno, careció de la habilidad política del macedonio para ganarse a los pueblos que conquistaba.

No se puede olvidar, no obstante, que, a pesar de ser una persona con más oscuros que claros, luchó por los derechos humanos, acabó con la Inquisición, instauró la libertad de culto y protegió a los judíos. Su ingente labor legislativa quedó para la posteridad (el famoso»Código Napoleónico», por ejemplo).

La ausencia de una mínima mención a sus aportaciones retrata de manera notoria la visión que da de él la película de Ridley Scott.

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Gusanos de (seda) tela de araña

Hasta ahora, el tema de los contaminantes plásticos era poco menos que insoluble. Desde hace años, una vía esperanzadora era la que investigaba los gusanos «comedores» de plástico, pero hay ahora un camino alternativo.

El experimento consiste en extraer genes de una araña que fabrica una tela de extraordinaria resistencia (la araña de corteza de Darwin, originaria de Madagascar) e insertarlos en gusanos de seda. La consecuencia: gusanos capaces de producir la mismísima tela de la susodicha araña.

Y como los gusanos son facilísimos de cultivar, ya está el lío preparado.

El equipo chino que ha conseguido el éxito en esta ingeniosísima técnica ya se prepara para conseguir el Novel de Ciencias Ambientales y Ecología (¡si lo hubiera o hubiese!), porque sería la solución definitiva al tremendo problema del vertido de plásticos: la tela de araña es un producto natural, y, por lo tanto, biodegradable.

Con un clic aquí, accede a un reportaje sobre este trascendental asunto. O, si lo prefieres, tienes este otro artículo.

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Tina

Una joven Tina Turner

El extraordinario musical sobre la vida de la genial reina del rock ha puesto en el pedestal que le correspondía a esta impresionante cantante y mujer.

Con 83 años, retirada de la vida activa, en Suiza, acompañada de su familia, ha fallecido Anna Mae Bullock. 

Como al final os pondré el acceso a un reportaje sobre su vida, me dedicaré a recordar, en unos cuantos vídeos, mis canciones favoritas.

Las coreografías fueron muy importantes en la puesta en escena de Ike and Tina Turner. Una de las mejores, sin duda, es la que se marcan las chicas en esta adaptación de un tema de Sly and The Family Stone, «Take you Higher», en 1969. El magnetismo escénico de nuestra amiga es notorio.

El segundo vídeo es el de la canción por la que la conocí, la primera suya que Mr. Turner le dejó interpretar, ya convencido de que la que tiraba del carro era su mujer: cantante, bailarina, y, además, compositora. ¡Chúpate esa, Ike! «Nutsbury City Limits», traducida en español, como «Los Límites de mi Ciudad».

Una Tina ya independiente aparecía en «Tommy» (1975), la película sobre el musical de Peter Towsend y The Who, en un papel hecho a su medida, la Reina Ácida, que muestra en todo su apogeo su desgarrada voz y su apuesta inequívoca por el rock.

Pero el gran éxito de su vida (con perdón de la relativamente reciente «Simply the Best»), fue, sin embargo, este «Pround Mary». La canción, original de John Fogerty (Credence Clearwater Revival) acaba en un frenesí, cosa que poco podían imaginar los maestros del country rock.

Su otra importante aparición en la gran pantalla fue en 1985, en «Mad Max, Más allá de la Cúpula del Trueno», tercera película de la hiperviolenta serie (que recientemente ha tenido una secuela). De las dos canciones que interpreta, la que viene a continuación es magistral. Abstenerse personalidades sensibles.

Y como ejemplo de las múltiples colaboraciones que reservaba para sus amigos (la canción que canta con David Bowie ya os la puse, ver entrada dedicada al británico), ahí tenéis una de un concierto de Mike Jagger en Japón, en 1988. Ambas estrellas en gran forma, como podéis observar. Por cierto, el baile, patentado y con copyright, que ha imitado con gran fidelidad Mike Jagger durante toda su carrera, se lo enseñó ella en una gira por USA en la que los Turner fueron teloneros de los Stones.

Espectacular, asombrosa, irrepetible y genial, la Reina del Rock ya es inmortal.

Haz clic aquí si quieres acceder a un reportaje completo

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Benjamina y la vida de los otros

Lo de menos es que la recreación que ha hecho el genial artista sea más o menos fiel. Hoy día lo políticamente correcto es pintar guapos a los neandertales, no con el aspecto de bestia parda con que nos los imaginábamos antes de leer «El Clan del Oso Cavernario».

Y es que, como ya sabemos gracias a Arsuaga, Bermúdez de Castro y sus secuaces, los neandertales eran una civilización avanzada, como nosotros o incluso mejores (hay quien sostiene, y es una hipótesis creíble, a la par que atractiva), que se extinguieron porque ganaron los fuertes, que eran muchos más, a los inteligentes y pacíficos).

Los hallazgos encontrados en Atapuerca dan informaciones impresionantes sobre la vida, las costumbres e incluso, las enfermedades de los humanos que nos precedieron. Los restos craneales de Benjamina, una niña de 12 años, demuestran que al nacer padeció una hidrocefalia que la hizo malvivir toda su infancia, posiblemente entre horribles dolores y gracias, quizás, a algunas intervenciones quirúrgicas (¿trepanaciones entre los neandertales?).

Pero lo importante, y lo innegable, es que sus familiares decidieron mantenerla con vida y la cuidaron durante todo el tiempo que logró sobrevivir. Un ejemplo de integración que brilla por su ausencia en varias (muchas) de las civilizaciones sapiens con las que convivimos en nuestro mundo. Nada que ver con una vida salvaje y despiadada.

Haz clic aquí si quieres acceder a un vídeo donde el paleontólogo Ignacio Martínez Mendizábal explica el asunto.

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40 días en la selva

Pasando, de puntillas, eso sí, sobre los aspectos sórdidos del asunto, como la actitud poco ética de algunos de los rescatadores o la historia familiar de malos tratos, y centrándonos en lo esencial, es decir, la extraordinaria historia de lucha y supervivencia de los 4 niños indígenas en la selva colombiana, hay que decir:

1º) Que ningún niño occidental, bien educado y alimentado, hubiera conseguido algo así. Solo la vida en plena naturaleza consigue milagros como este. Aislados, a merced de los acontecimientos climatológicos o de los depredadores de la selva amazónica, solo una cultura de supervivencia puede conseguir algo así. Esconderse de los jaguares o evitar las serpientes ya resulta difícil de entender, pero alimentarse durante tanto tiempo sin ingerir tóxicos o venenos, resulta impresionante.

2º) Que debemos reflexionar sobre los efectos beneficiosos que tiene el medio ambiente sobre la especie humana. A los desalmados individuos que solo piensan en una fuente inagotable (??) de materias primas, a las empresas madereras que deforestan sin freno bosques milenarios, a las industrias metalúrgicas que esquilman el subsuelo, a los políticos que se enriquecen o consienten, hay que decirles: La vida sale adelante, y os sobrevivirá, y este ejemplo de resiliencia es solo una muestra de la esperanza que tenemos en el género humano y su coexistencia con una naturaleza rica y generosa.

Accede haciendo clic aquí a un reportaje completo sobre el tema

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