Desde luego, a mí se me cae un poco la cara de vergüenza. Ha tenido que morirse para que me entere de que fue él el inventor del rayo láser. Charles Townes, premio Nobel de Física en 1964 (solo dos años después del de Medicina de Watson y Crick), ha fallecido a los 99 años. Larga vida en la que ha tenido la satisfacción, no solo de ver reconocido su trabajo, sino de comprobar cómo se llevaban a la práctica las innumerables aplicaciones de su genial invento. No se sabe lo que pensó al contemplar el combate entre Darth Vader y Luke Skywalker, pero está claro que no solo el cine de ciencia-ficción está en deuda con él. Desde las cajeras del Ahorra Más (lectura de códigos de barras) hasta los oftalmólogos (operaciones de miopía), pasando por los astrónomos (telescopios para observar los agujeros negros, ver entrada dedicada a ellos) y los músicos (instrumentos que emiten luz o que suenan al tocar la luz)
El láser fue la evolución lógica del máser de 1953. Pero también se debió a la tenacidad de un hombre que ignoró las críticas de sus colegas (el mismísimo Niels Böhr dijo que ese proyecto era una pérdida de tiempo y dinero). La verdad es que mirando la foto (esa y otras) que encabeza este comentario, uno piensa en el Doc de «Regreso al Futuro», pero no en un sobresaliente físico, que incluso ocupó un lugar preeminente en el proyecto Apolo (la llegada del hombre a la luna).
Patentado en 1960 por Townes y su colaborador Arthur Schawlow, El Láser o Amplificador de Luz mediante Emisión Estimulada de Radiación, se ha vuelto hoy tan imprescindible que nos cuesta imaginar cómo sería la vida sin él. Muchas gracias, Mr. Charles Townes. Y donde esté, que le vaya bonito.
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