Hace poco fui con los alumnos de Bachillerato al Museo de Antropologia Forense. Allí, en una sala dedicada a la evolución del hombre, en una vitrina, se exponía una reproducción de la mayor de las estafas en el campo de las Ciencias Naturales: el llamado Hombre de Piltdown. El hallazgo de un cráneo humanoide mitad chimpancé-mitad neanderthal, se presentó, en Inglaterra, como el «eslabón perdido», el descubrimiento definitivo del momento en el que los monos dejaban de serlo para convertirse en seres humanos. Muchos años después se destapó el pastel. Se trataba de un «puzzle» de huesos moldeados y encajados con habilidad.
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Hace unos días se ha dado a conocer un hallazgo que sí parece importante. Una mandíbula humana de 2,8 millones de años, lo que supone un «salto atrás» de 500.000 años sobre los restos humanos más antiguos. No sé si este será el definitivo eslabón perdido, pero lo que sí parece, como comenta el artículo siguiente, es que este descubrimiento estrecha el hueco existente entre los últimos ‘Australopithecus’ y los primeros ‘Homo’.
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