No podía ser de otra forma. El mejor ejemplo de que el deporte debe valer para unir, y nunca para separar. Que los rivales son amigos que están en sana competencia contigo, y no enemigos a los que hay que insultar y humillar.
Y los amigos están para cuando se les necesita. Para estos casos. Los franceses estaban necesitados de apoyo, anímico, sobre todo, y los ingleses, sus enemigos seculares, se lo dieron. Y de qué manera.
Tenía que ser el fútbol, el que tantas discusiones crea, el que tantas polémicas suscita, el que tanta agresividad desata, el que diese un emocionante ejemplo de comportamiento humano y solidario. 80.000 almas cantaron. 80.000 buenas personas que se dieron cita en el estadio de Wembley. Sobran las palabras.
Os pongo el reportaje sobre el acontecimiento, en el que va incluido el vídeo (haciendo clic aquí)