Cuando Peter Higgs, en el año 1964, predijo la existencia de una partícula subatómica y la llamó bosón, nadie le creyó, porque era indemostrable en la práctica. Hace un par de años, el CERN de Ginebra le hizo cumplida justicia.
Más tiempo aún hace que Albert Einstein (fue en 1916) describió las llamadas ondas gravitacionales, supuesta repercusión de grandes cataclismos en el universo en forma de energía que se transmite a la velocidad de la luz. Ni su teoría de la relatividad, ni los agujeros negros, ni tampoco las tales ondas podían demostrarse en aquel entonces.
Los tiempos cambian, y ni siquiera el genial físico alemán pudo predecir (seguir leyendo) que un día llegaríamos a probar todas sus sospechas. Gracias a los trabajos de más de mil investigadores de todo el mundo (si alguien me pregunta para qué sirve la Física, ya sé qué responderle: ¡de momento, para dar trabajo a mucha gente!), y al espectacular y diabólico montaje denominado Observatorio de Interferometría Láser de Ondas Gravitacionales (LIGO), se han podido detectar pequeñísimos movimientos ondulatorios provenientes de la unión de dos agujeros negros que sucedió hace 1.300 millones de años.
Pero la cosa no es como para santificar a Einstein (además, ya es santo), porque estuvo un tanto peleado con «sus» ondas gravitacionales. Aparte de decir que serían indetectables para nosotros (en 1916), años después (en 1936) negó su existencia. Sobre esa interesante historia os aconsejo leeros el siguiente reportaje:
Este otro enlace os permitirá contemplar un vídeo en el que, en escasos tres minutos, se explica muy bien el tema:
Bueno, y para terminar, un consejo: cuando un físico os diga que sospecha algo, no le toméis por loco, porque es posible que le terminen dando el Nobel.
En este último enlace, entrevista muy interesante con uno de los firmes candidatos, Kip Thorne, pricipal impulsor del LIGO (y asesor científico de «Interstellar»).