Si Vicente Blasco Ibáñez levantara la cabeza añadiría otro jinete a sus cuatro del Apocalipsis: el miedo. Curiosamente es un proverbio chino el que lo define como la enfermedad que más gente mata. Desgraciadamente, en un mundo globalizado, regido por el imperio de las «fake news» y las redes sociales, en el que las ONG son ignoradas y ninguneadas en favor del amarillismo más zafio, no era de esperar que la OMS tuviera un papel protagonista. La histeria colectiva se convierte en un buen caldo de cultivo para la (des)información. Los dramas del paludismo o de la gripe y las tragedias provocadas por el cambio climático, las guerras o las hambrunas en África quedan en un segundo plano, porque interesa más la foto (por ejemplo) del Papa tosiendo en el balcón de la Plaza de San Pedro o la de una multitud de personas con mascarillas en el aeropuerto de Seúl. Y mientras, nosotros, que a veces demostramos que no somos mejores que algunos de los que gritan indignados en las tertulias de la TV, tomamos al asalto los supermercados y las Farmacias.
Por cierto, ya te habrás dado cuenta de que este artículo no era para hablar de la pandemia por el coronavirus, pero sigue leyendo, porque a un clic de distancia tienes los consejos de los que verdaderamente deben tener la palabra en esta crisis.