En mi reciente entrada titulada «Pánico en las Calles», dudaba seriamente de la utilidad de las mascarillas como elemento preventivo en la pandemia por el COVID-19, e incluso me permitía poco menos que tildar de ignorantes a los coreanos y los chinos por haberse dejado llevar por el miedo. Es evidente que el tiempo pone a cada uno en su sitio (incluso a mí, que, como médico, debería ser más cuidadoso con mis comentarios).
Por lo tanto, rectifico, dado:
1º) Que China y Corea están demostrando que en su exitosa lucha contra el coronavirus es mejor pecar por exceso que por defecto.
2º) Que el argumento que exponen las autoridades sanitarias se basa más en nuestro desabastecimiento de mascarillas que en la lógica de la transmisión de la enfermedad.
3º) Que resulta evidente, evidentísimo, que si no hay suficientes pruebas para identificar a los portadores sanos (gente sin síntomas que lleva virus), las mascarillas resultan imprescindibles. No es de recibo argumentar que no son útiles porque se usan mal, porque para eso no se debería recomendar nada (¡no vamos a saber hacerlo!)
Lo cual no quita para decir unas cuantas cosas más:
1º) Que en una situación de carencia de mascarillas, lo prioritario es que las lleven, primero, los enfermos, segundo, los profesionales que les atienden, tercero, todos los profesionales sanitarios y cuarto, las personas de riesgo.
2º) Que en un sistema sanitario con abundancia de recursos, la extensión del uso de las mascarillas es lo ideal.
Acertadisimo, primo.. De acuerdo en todas tus apreciaciones que son las conclusiones a las que están comunicando ahora las autoridades.