Introducción
Después de años de acuerdos en lo fundamental, este viaje no acepto. Primero, me rechina la costumbre, ya institucionalizada, de nominar diez películas para el premio mayor. Eso no hace que haya más «mejores» películas que otros años. Es un «engañabobos», dicho de manera elegante. Segundo, en un curso francamente gris (por no llamarle negro oscuro), colmar de premios a un film no lo convierte en obra maestra. Y tercero, escatimar estatuillas a películas muy decentes y apañadas solo consigue que la taquilla les niegue el pan y la sal.
Las triunfadoras
Las tres que se lo llevaron casi todo fueron «Todo a la vez en todas partes» (7, de 11 nominaciones), «Sin novedad en el frente» (4 de 9) y «La ballena» (2 de 3).
La primera es una historia sobre esto tan de moda de los universos paralelos. Dirigida por Dan Kwan y Daniel Scheinert, es caótica, confusa, desaforada e ininteligible, con un montaje excesivo y unos efectos especiales desorbitantes (que quiere decir que se te salen los ojos de las órbitas, literalmente), y con un argumento que, sin tantas alharacas, habría dado para una excelente comedia: familia en problemas con Hacienda y en la que a la hija, lesbiana, le apetece dar la lata. No obstante, no se le puede negar cierto encanto «naif», aunque está muy por debajo de obras como «Origen» (niveles de conciencia, en vez de multiverso) o «Desafío total» (realidad virtual).
«Sin novedad en el frente» (Edward Berger) es la tremenda adaptación alemana de la famosa novela de Erich Maria Remarque, que muestra el absurdo de la guerra, en un tono descarnado e hiperrealista. Sin llegar a las cimas de «Senderos de gloria» (Stanley Kubrick, 1957) o «Attack» (Robert Aldrich, 1956), es una gran película.
«La ballena» (Darren Aronofsky), es la escalofriante tragedia de un hombre atrapado por su peso y su pasado. Con una puesta en escena mínima e intimista, emociona, estremece y no carece de destellos de humor. A pesar del tono teatral, cuenta una gran historia de una manera entretenida y eficaz. Os pongo el trailer subtitulado (es imprescindible oír a Brendan Fraser)
La pedrea
Los universos Marvel y Top Gun me dan un poco de pereza. Si veo «Black Panther: Wakanda forever» (Ryan Coogler, 1 oscar de 5 posibles) y «Top Gun: Maverick» (Joseph Kosinski, 1 de 6), cosa que no os aseguro, prometo actualizar esta entrada de inmediato.
El que no me da pereza, ni mucho menos (ni rubor confesarlo), es el universo Avatar (ni cualquiera que se imagine James Cameron). En esta segunda entrega «Avatar: el sentido del agua», el director canadiense vuelve a su mar tan querido («Abyss», «Titanic»), contando la subyugante historia de un mundo en decadencia, por la ambición de la especie humana y el inexorable «progreso». Animales contra máquinas, aborígenes contra invasores, naturaleza contra tecnología y una raza que lucha por sobrevivir. No hace falta seguir. Ya habéis notado que, para este «niño grande», se trata de la mejor película del año. (1, el de mejores efectos visuales, de 4).
Las (bien) derrotadas
«Almas en pena de Inisherin» (Martin McDonagh, 0 de 9) se merece el desastre. Una historia de amistad extraña, con un absurdo y disparatado desenlace. Collin Farrell y Brendan Gleeson salvan los muebles, pero si queréis ver un buen drama rural, os recomiendo «As Bestas» (Rodrigo Sorogoyen), y si queréis ver paisajes británicos, «El hombre tranquilo» (John Ford).
«Elvis» (0 de 8), empalagosa y barroca biografía del rey del rock (digna del cansinismo de Baz Luhrmann), cuenta, no obstante, con estupendas interpretaciones.
«Tár» (Todd Field, 0 de 6), es el tedioso (y pretencioso) retrato de una directora de orquesta, lesbiana y empoderada (tanto, que es insoportable). Personaje tóxico, tanto para su familia como para sus músicos, quiere mostrar la rigidez y la soberbia de unos reyes de la música clásica que ya no existen (hoy, los que están de moda son los amables y dicharacheros, estilo Dudamel o Baremboim). Cate Blanchet está odiosa, o sea, lo hace muy bien.
En esta categoría pongo también, a pesar de que me ha gustado, «El triángulo de la tristeza» (Ruben Östlund, 0 de 3), que es una original sátira sueca, entretenida y agradable de ver, sobre la lucha de clases y las vueltas que da la vida. Woody Harrelson, en el papel de borracho capitán de yate, bien hubiese merecido premio (no estaba nominado).
Y se me permitirá, por último, reseñar aquí «Ellas hablan» (Sarah Polley, 1 de 2), tedioso e infumable montaje sobre un grupo de mujeres de una colonia religiosa, víctimas de continuados ataques sexuales. La discusión sobre si se van o se quedan a defenderse daría para un buen debate televisivo, pero no para un largometraje. En su línea «políticamente correcta», la Academia le ha concedido el oscar al mejor guión adaptado.
Agravios y desagravios
La sensible y tierna historia de la infancia de Steven Spielberg, magistralmente narrada en «Los Fabelman», muestra también sus primeros pinitos en el cine. Injustamente derrotada (0 de 7), no hubiera estado de más que hubieran premiado el guión, la dirección o la interpretación de Michelle Williams (aunque aquí tengo una «tapada»: ver más adelante).
Y no pueden faltar, entre los agravios, los cometidos con «Babylon» (Damien Chazelle, un grandioso «fresco» sobre el Hollywood de los años 20 y 30 y el terremoto que supuso la aparición del cine hablado. Una tremenda banda sonora, una fastuosa puesta en escena, una magistral dirección de actores, un espléndido guión, una fotografía deslumbrante y, sobre todo, la, para mi gusto, mejor interpretación del año (junto a la de Brendan Fraser): la de Margot Robbie en el papel de Nellie LaRoy, trepa y aspirante a actriz. No estaba nominada (!!!!!)
Termino con la lista de desagravios, que no todo han sido olvidos y «atracos» en la lista de este año. Michelle Yeoh, que estaba estupenda en «Tigre y dragón» (Ang Lee), se lo ha llevado por fin (lo cual no está mal, hechas las salvedades anteriormente expuestas). Emocionantes han sido también los oscar al niño amigo de Indiana Jones (Ke Huy Quan) y a Jamie Lee Curtis (extraordinaria en «Mentiras ariesgadas» y «Un pez llamado Wanda») que, según la Academia, es mejor actriz que sus padres, Tony Curtis y Janeth Leight (y no seré yo quién le quite la razón). Y de justicia ha sido, para finalizar, el premio a Brendan Fraser, el hasta ahora encasillado actor de comedias juveniles («George de la Jungla»), convertido en eminente intérprete dramático.