El Guinness de la sangre

Posiblemente sea injusto que en el país que presume, y con razón, de tener todos los récords de donaciones y de trasplantes de órganos del mundo mundial, este señor sea (haya sido) un gran desconocido.

Ha muerto, a los 88 años de edad, James Harrison, con esa cara de bueno (la foto es de hace 7 años, del día de su última donación) con la que paseó su generosidad toda su vida.

El «hombre del brazo de oro», como le llamaban en la Cruz Roja australiana, comenzó a donar plasma en 1954, cuando tenía 18 años y mantuvo esa costumbre hasta los 80 años, edad a la que legalmente ya no está permitido.

Solo por esa trayectoria ya merecería un premio de la prestigiosa ONG o de su ciudad natal, como ciudadano ejemplar, pero es que su sangre, además, era valiosísima, pues poseía anticuerpos anti-D, decisivos en el tratamiento de la incompatibilidad Rh. En esta enfermedad, una mujer Rh- (que tiene anticuerpos anti-Rh producidos por un embarazo previo) provoca la destrucción de los hematíes del segundo niño (si éste es Rh+). Sobre todo al final (período en el que hay un gran contacto entre las sangre de madre y feto), el destrozo de los glóbulos rojos del futuro vástago puede ser letal y, cuando no lo es, el recién nacido puede nacer con graves malformaciones.

Los anticuerpos anti-D bloquean la proteína «extraña» en los hematíes del feto y así el sistema inmunitario de la madre no la detecta, lo que impide que los destruya con sus propios anticuerpos. En fin, cosa que parece ininteligible, pero que, si queréis, os explica el siguiente artículo.

Volviendo a James Harrison, hay que decir que en el 2005 fue reconocido como el mayor donante de sangre del mundo, con 1173 extracciones realizadas («padecidas», porque tenía miedo a las agujas). Ese número es espectacular, pero mucho más lo es el cálculo de los médicos (pediatras y hematólogos): unos 2,4 millones de bebés han logrado sobrevivir gracias a la sangre de este hombre extraordinario.

Una muerte plácida, mientras dormía, en una residencia de ancianos de Sidney, se antoja magro premio para su inmensa labor. Descanse en paz, persona buena y generosa.

En este enlace, la biografía del ejemplar australiano.

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