La conexión Stockton-Malone
El amistoso femenino Bachillerato-ESO estuvo impresionante. Las mayores se sobrepusieron a la nostalgia que les producían los imborrables recuerdos del equipo en el que estuvieron a las órdenes del que suscribe, hicieron de tripas corazón, y entre lágrimas y escalofríos de emoción, lograron jugar y ganar. Bueno, exagero, pero solo un poco.
El caso es que, a pesar de las apariencias, hubo partido. Y lo digo, primero, porque las bajas de las pequeñas eran, en principio, inasumibles, y porque, segundo, solo cuatro jugadoras se presentaron para hacer frente al potente equipo de Bachillerato. Menos mal que Silvia Rodríguez, la única representante de 1º, se prestó al cambio de camiseta.
Para agravar las perspectivas, a Tania le dió un «jamacuco» (¡cómo se nota que soy médico!) antes justo de empezar. Y menos mal que el tiempo estuvo bien, porque con calor, más de una ambulancia hubiera aparecido por allí.
Sorprendentemente, las de 2º y 3º dominaron el partido casi en sus tres cuartas partes (los dos primeros cuartos y gran parte del cuarto). El primer parcial ganaban 9-4, con unas inspiradas Silvia y Natalia. y el segundo, 11-8. Pero la clave fue el tercero, en el que un parcial de 9-0 de las mayores, con Carla en plan «palomera», puso por delante a su equipo.
El último cuarto fue espectacular, porque tras un 4-0 inicial, las pequeñas se pusieron a una canasta. Fue en ese momento cuando funcionó la conexión «Stockton-Malone». Ahí si que me emocioné yo. Bien es cierto que la srta. Balsalobre no pasaba del medio campo (el poderoso ala-pivot de Utah cogía el rebote, pasaba, y echaba a correr, para pillar la asistencia a la carrera), pero las diferencias se quedan ahí. Paula, base lista donde las haya, le metió a su amiga cuatro pases de «balonmano» que hicieron que el frágil castillo de sus rivales (que ya estaban bastante matariles) se desmoronase. Y tengo que decir que ese pase, el más difícil del baloncesto, solo lo hacemos bien, modestia aparte, en este colegio, David Borrego y yo. Además de ello, la del «torpe bote de balón» (pero no le roban ni uno), entró con acierto a canasta y ayudó (junto con Irene) a colocar un parcial de 14-4, que llevó el tanteo final a un 34-19, que, de todas formas, no refleja bien la igualada pugna que hubo en el campo.
Las de 2º y 3º jugaron así:
Tania Hernández se sobrepuso a su «desnutrición» y luchó lo indecible. Reboteó con acierto, pero no tuvo premio en la canasta contraria (tenía que haber tirado más).
Silvia Rodríguez se adaptó perfectamente a sus nuevas compis (parecía que las conocía de toda la vida) y estuvo hecha una colosa en el rebote. Aportó cinco puntos, además.
Natalia Hernández comenzó muy bien, pero sufrió el cansancio con el paso de los minutos y se quedó en los cuatro puntos del primer cuarto. Tuvo, además, muy mala suerte (Se le salieron de dentro unas cuantas).
Marta Vallejo estuvo enorme. Hubiera seguido corriendo, por su ansia competitiva (no le gusta perder ni a las chapas) y porque su preparación física es muy superior a la de muchos chicos incluso. Metió solo dos canastas, porque careció de base que le surtiese de balones al contraataque.
María Figueroa, muy segura en el pase y bien en el rebote, acusó sus nervios habituales en el tiro (no falla ni una en el calentamiento), pero, en los momentos decisivos, se calmó y metió sus dos canastas. Con más aplomo, se hubiera salido.
Las de Bachillerato estuvieron como sigue:
Elena Anaya, muy segura en el pase y la circulación de balón (perdió solo malos pases, no fue su culpa), ayudó también lo que pudo en el rebote.
Alba Lucía Martín y Estela de Pablo mostraron un poderío tremendo en el rebote (incluso en el ofensivo), y defendieron con garra e intensidad.
Irene Coín estuvo en su línea de buena anotadora (no hay ninguna como ella para aprovechar las asistencias bajo canasta o para pescar balones en esa posición) y peleó bien en defensa.
Bárbara de la Torre recordó sus buenos fundamentos y su inteligencia jugando. Metió solo un puntito porque se prodigó poco tirando, pero colaboró bien, tanto en ataque como en defensa.
Paula Valdés añade, a sus buenas condiciones físicas, una inteligencia jugando que la convierte en una extraordinaria jugadora. Apretó los dientes cuando más lo necesitaba su equipo y, con sus 6 puntos el último cuarto (para un total de 10) fue determinante.
Carla Balsalobre empezó fría, pero cuando se puso a carburar, anotó sin desmayo (6 puntos en el 3º y 6 en el 4º, para un total de 14). Supo leer como ninguna la debilidad de las rivales en la transición defensiva y su labor al contraataque (lo que más le gusta del mundo mundial) fue letal.