El negro de Brooklyn
Que la mejor escuela de baloncesto es la calle, lo saben los negros. Ustedes me perdonarán el tópico, pero es que lo que les digo es real como la vida misma. No se pueden comparar dos horas de clase semanales con pasarse las tardes muertas en una cancha de barrio jugando con los amiguetes. Cuando le pregunté, al final del partido, a Juan Francisco Sánchez, que de dónde había salido, que en qué equipo jugaba, y me contestó que en ninguno, que solo jugaba pachangas con los colegas, me dije: ¡Ya tengo la crónica del partido!
No voy a decir que él fue el que desniveló el choque, porque la presencia de Raúl Orejana con los mayores ya era un factor decisivo, pero sus entradas, sus rebotes en ataque, sus robos de balón, su juego de palomero (excelentes los pases de «balonmano» que le lanzaba Raúl, a pesar de que mantuvieron un duelo particular en la anotación) constituyeron un hermoso espectáculo. Máximo encestador, con 30 puntacos, le hizo reflexionar a éste que les habla sobre su incapacidad para organizar un torneo equilibrado. Es evidente que si llego a conocer a este «bicharraco», pongo a los de Rubén en el otro grupo, ¡pero de cabeza!.
Con lo cual pido disculpas a todas las víctimas, empezando por los que soportaron el primer chaparrón, el sufrido y voluntarioso equipo de 3º (o 3ºC). Evidentemente, ni la presencia de Adrián Fernández ni la de Francisco Tielas hubieran puesto en peligro la victoria de los mayores, si acaso les hubiera costado más el asunto de los rebotes (porque en el caso de Fran, está por ver aún cuál es su aportación al grupo).
Como el tema de las descalificantes de ambos no tiene un pase, hablemos de baloncesto. El tanteo final (14-77) expresa una diferencia excesiva respecto al nivel de baloncesto mostrado por unos y por otros. La sensación de dominio físico que producía la presencia de Raúl en el campo podría haber sido compensada quizás por un mayor acierto en el tiro de los «pequeños». Fueron sí, muchas canastas fáciles tras rebote ofensivo (irremediables), pero también fueron muchas las pérdidas de balón que propiciaron contraataque mortales para los «grandes». Con que los de Alberto Sebastián hubieran metido uno de cada cinco tiros y hubiesen evitado los robos, estaríamos hablando de 35-50 o poco más.
Los de 3º, jugaron, en mi opinión, así:
Adrián Reina, más seguro y eficaz cada vez, llevó bien la pelota y luchó lo que pudo. Metió su canastita, pero debe tirar más, de cuatro o cinco metros, si puede ser. Es un jugador de diez puntos por partido.
Ángel Riesgo aprendió bien la lección. Esta vez sí fue el compañero que necesitan los suyos. Asume el papel de base y el rol protagonista sin problemas, anima, grita, lleva el balón y toma la responsabilidad en ataque (una cesta, poco premio de su buena selección de tiro). Lástima que le falten fundamentos para ser entrenador.
Pedro Sánchez estuvo omnipresente. Las carreras que se pegó detrás de Raúl mostraron su valentía. En ataque arriesga lo mínimo, pero siempre elige un pase bueno. Muy luchador.
Javier Sánchez-Berdasco y Javier Nogueira no destacan, pero su labor defensiva fue encomiable también. Pelearon e hicieron lo que pudieron. Sánchez apenas tiró. Nogueira tuvo su premio en ataque, metió una bonita canasta.
Alberto Sebastián se fajó en campo propio y buscó en el ajeno bloquear para propiciar tiros fáciles de sus compañeros. La falta de entendimiento en esas situaciones solo expresa la necesidad de entrenar esas jugadas. Y por cierto, con jugadores tan buenos individualmente como los dos figuras de 2º, lo que se impone es defender en zona (reparte los apuntes, capi).
Iván Morillas defiende muy bien y ataca cada vez mejor (metió dos puntos, y mereció más). Su lucha bajo el aro no tuvo mucha recompensa (ahí estaba «el Rey Pescador»), pero no rehuyó el choque en ningún momento. Pasa bien y sube más que correctamente el balón.
Carlos Nuevo fue otra vez de lo mejor de su equipo. Sin suerte en el aro contrario, a pesar de ser el máximo anotador (seis puntos), se le salieron de dentro por lo menos cinco tiros laterales, y otros tantos de cerca. Buenos fundamentos, tiene madera de «cañonero».
Los de 2ºA, a los que quizás sobró esa presión final sobre un enemigo muy vencido, estuvieron así:
Rubén Santamaría, seguro y eficaz, atento al corte y al robo de balón, es rápido y pasa bien. Juega sobrio y colabora bien en ataque (cuatro canastas).
Guillermo Marín estuvo muy atento en los rebotes y defiende duro. Su lucha bajo el aro contrario tuvo su premio, con seis puntos.
Raul Orejana, como siempre, imperial. Jugador manco (la mano derecha la tiene de adorno, y encima se hizo añicos una uña), su velocidad es tal que no le roban el balón a pesar de darse unas carreras asombrosas por la parte derecha de la cancha botando con la izquierda (¡el antibaloncesto!). Cuesta enseñar en la Escuela a botar con las dos manos después de verle. Contraatacó, interceptó pases, reboteó, y en lo suyo (la «pesca») no tuvo rival. Lo mejor, las ya citadas «bombas» al palomero (el Juan Fran). Veintisiete puntos.
Víctor Soriano le tiene dicho a su hermana pequeña que no sabe jugar (la/nos tiene muy engañada/os). Sus tres canastas (ya precisa el tiro) expresan mal sus habilidades, porque además defiende bien, ayuda en el movimiento de la pelota y hasta colabora en el rebote.
Mario Sanz parece un tipo indolente y un tanto apático, pero cuando sale a jugar lucha y corre como el que más. Defiende, corta pases y rebotea potente y duro. Buen jugador de equipo.