(No) Solo ante el peligro
El partido entre 2ºX y 4ºB se preveía igualado, pero cuando los mayores solo presentaron cuatro, la cosa se anunciaba como titánica empresa. ¿Iba Juan Carlos a irse, como es habitual, dejando a los suyos con tres? En ese caso, ¿cuánta ventaja necesitaban adquirir para conservar, en su ausencia, el resultado?
El tema central era, por tanto, cuándo se iría.
Pero no se fue. Y no se fue porque no pudo, o más bien, porque no le dejaron… sus enemigos.
El primer cuarto ya anunció lo que iba a suceder. Un «toma y daca» furioso entre el «jugador franquicia» de los de 2º y la potente y compensada plantilla de 4º. La ventaja de 4 no hacía presagiar nada bueno para los mayores (15-11). En el segundo parcial siguieron las cosas igualadas, y más, si cabe, pues se llegó al descanso con el marcador casi igual de apretado (22-17)
¡Juan Carlos, que son y cuarto!
Tras el descanso, Juan Carlos aceleró las acciones, y la defensa de los pequeños, a pesar de emplearse con dureza, no fue capaz de pararle (31-22). Sin embargo, un buen comienzo en el último cuarto les puso cerca en el marcador. Llegaron a estar a cuatro puntos (nunca se pusieron por delante, como les gritaban desde su banquillo, en un notable esfuerzo de motivación y psicología deportiva).
En esto estábamos, cuando desde el banquillo de 2º le llega una voz al Sr. Bernardino de que se tiene que ir. Los de 4º ya estaban hasta los mismísimos de los «agujeros» que les estaba haciendo el «maldito» por todos lados), pero el caso es que obligaron a la estrella enemiga a reconsiderar las cosas y a meter la quinta velocidad para evitar la derrota. Al final, 43-36.
La victoria fue, no obstante, un triunfo colectivo de 2º. Sin rebotes, recuperaciones de balón, buenos pases y defensas excelentes, en algunos momentos, de los jugadores rivales, no le hubiera sido posible la hazaña.
Los ganadores jugaron así:
Isaac Cruz, esforzado y pundonoroso capitán, tuvo que lidiar desde el principio del partido con un esguince que le estuvo haciendo polvo hasta el final. Aguantó heroicamente, por no dejar disminuido a su equipo. Quizás fue su ejemplo el que hizo a su compa rectificar su idea de abandonarles a su suerte. Rebotes, pelea, intercepciones y buenos pases fueron la aportación de un Isaac que se multiplicó como nunca (estaba en todas las refriegas). Le faltó anotar como en él es habitual.
Alejandro Mansilla aportó seguridad y calma en los momentos tensos, en los que hacía falta evitar las pérdidas de balón. Corrió, defendió mucho y movió el balón con criterio, encontrando siempre a su anotador «favorito». A punto estuvo de meter su triple acostumbrado.
Billy Avellán luchó también lo indecible y dificultó lo suyo la circulación por la zona de los pivots contrarios. Cortó muchos pases, capturó unos cuantos rebotes y tuvo oportunidades de anotar.
Juan Carlos Bernardino hizo de base, de escolta anotador (incluso se le vió jugando de «palomero») y, sobre todo de líder, con buenos consejos a sus compañeros. Chupó lo indecible, pero es que había que hacerlo, él tenía que tirar del carro. Estuvo demoledor. Su acierto fue tremendo, tanto en tiros de tres, como de dos, como en entradas a canasta. En algunos momentos del último cuarto incluso provocó él solito el pánico de los tres rivales que intentaban sacar de fondo (¡les robó dos balones seguidos!)
Defender a un Miura
A los de 4ºB, yo les diría, en principio, que la defensa de ese «morlaco» que tenían enfrente era una misión complicada. Los elegidos, Alonso y Álvaro, lo hicieron más que decentemente (son los únicos de este equipo con la rapidez de piernas suficiente para esa tarea). De todas formas, os debo decir que ante la situación planteada, la única manera de ganar el partido no era anulándole (eso era imposible), sino minimizando daños, es decir, «flotándole» para que eligiera tirar en vez de penetrar. A mí, en mis mejores años de gran defensor, me hubiera metido treinta puntos (desde fuera), pero no cuarenta y cinco (me callo que me hubiera echado por personales también). Lo que yo veo es que es mucho más peligroso entrando que tirando (porque además salta que es un demonio y rebotea muy bien). En fin, lo cierto es que con la efectividad de este partido no sabe uno lo que hacer y esperar que falle los tiros de lejos es lo menos malo.
Carlos Martín estuvo muy luchador y cogió muchos rebotes. Acertó en la táctica. Zona para parar las penetraciones y luego, defensa individual para cansar a la «banda de los cuatro» , con un par de elementos con JuanCar (Alonso-Abel o Álvaro-Adrián). Se le echaron en falta algunas canastas más (solo metió una)
Raúl López fue de nuevo el máximo anotador de los suyos (catorce), con dos triples y un ganchito «marca de la casa», pero además reboteó con acierto y puso sus habituales tapones (uno muy bueno, parando una entrada de la estrella rival)
Abel Alameda defendió muy bien. Audaz en el marcaje de los grandes, salió rebotado de un intento de parar la salida de un contraataque (falta táctica, que también en baloncesto las hay). Metió un triple y a punto estuvo de meter otro. Ayudó bien a subir y mover el balón.
Alonso Romero corrió como un jabato defendiendo a Juan Carlos. Equivocó quizás la estrategia (¿cuántas veces te habré dicho en la Escuela que a alguien que bota tan bien no hay que seguirle tan cerca?), pero lo hizo bastante bien (es que esa «bestia», a otro, le hubiera metido el doble). En ataque estuvo excelente, con cinco puntos (dos canastas en los momentos decisivos).
Adrián Sevilla, luchador incansable en su campo, ayudó en la circulación de la bola y pasó siempre bien. Metió un bonito triple, que por inesperado, vale mucho más que tres puntos.
Víctor Oñoro vuelve por sus fueros, poco a poco (no puede ser de otra forma). Ya se le ve rebotear con potencia y tirar en ataque (metió una canastita).
Pepe Rodríguez jugó poco, pero dejó muestras de su seguridad y fiabilidad en defensa, capturando, además, unos cuantos rechaces.
Javier Martín colaboró eficazmente en la subida del balón. Gran pasador, es seguro y tranquiliza (casi siempre) al equipo en los momentos de tensión. Le faltó quizás mirar el aro contrario.
Álvaro Rodríguez se partió el pecho defendiendo a Juan Carlos (sudó menos que Alonso en esta misión, pero no mucho menos), movió la bola acertadamente y marcó cinco valioso puntitos, incluido un tirito estiloso a media distancia «marca de la casa» (¡raza blanca-tirador, Daimiel!)