Abbott y Costello contra los Fantasmas
El título de aquella comedia de 1948 bien podría servir para titular la crónica del partido que enfrentó a 4ºB con 3º, pero solo ilustra un suceso jocoso que aconteció en el tercer período, y de ningún modo quiere calificar a los impolutos y excelentes acompañantes del encausado. Tampoco hay similitud entre los cómicos protagonistas de la peli y los esforzados muchachos de 3º, que se dejaron la piel en el campo.
Y el caso es que lo que pasó bien pudo acabar en tragedia. Os cuento. 15 puntos de ventaja, en esos momentos, para los mayores. Álvaro Rodríguez, escolta de postín y el más reputado base de su equipo (por no decir el único que puede hacer ese papel, con el permiso de Alonso), coge la bola y atraviesa como una exhalación el centro del campo. Va completamente solo (el primer defensor está siete metros por delante), pero se gusta y se quiere, y para demostrarlo, se pasa el balón entre las piernas, con la aviesa intención de cambiarse el balón de mano (creo), pero con tan mala pata (literal), que le da el balón en la pierna izquierda. Álvaro trastabilla, intenta cogerlo, pero se hace un lío, se le escapa, le rebota de nuevo, esta vez en el pié, y termina saliendo despedido por el fondo de la cancha. Ante la hilaridad general, el avergonzado protagonista vuelve a defender (es un arte la manera que tiene este chico de sonrojarse), quizás pensando lo bien que se lo hubiera pasado su inseparable compañero de fatigas Samuel Jara si llega a ver su intento de «virguería».
Y si acabó bien la «fantasmada» es porque el campo ya estaba bastante seco. Llega a pasar en el primer cuarto, y de alguna pierna o brazo roto estaríamos hablando ahora. Acabó en anécdota, por suerte.
39-6 fue el resultado final para los de 4ºB. Debutantes en el grupo, y firmes candidatos para el «Little Ring» (el pequeño anillo, para los profanos), venían con la moral baja, por sus muchas (aunque dignísimas) derrotas. Los de 3º, con un equipo con muchas bajas, lucharon lo que pudieron, pero se resintieron, fundamentalmente, de la falta de anotación y de la falta de poderío bajo los aros.
El comienzo fue sorprendente, e hizo concebir esperanzas de un encuentro equilibrado. Adrián Reina clavó un finísimo triple, pero fue un espejismo. Los rivales empezaron a carburar y esa iba a ser la única canasta de 3º hasta el último cuarto. Al terminar el tercer cuarto, un 19-6 dejaba las cosas prácticamente sentenciadas. A pesar de ello, un recital ofensivo de 4ºB (20-3) puso el punto y final.
Los de Alberto Sebastián pusieron ganas y ardor en la batalla, pero los pocos tiros que intentaron no daban para más. Dos canastas de 16 tiros explican la derrota. Hubieran perdido aunque hubieran tenido un 100% de aciertos. Y el caso es que penetraron bien la zona enemiga, pero no se atrevieron a hacer entradas ni a tirar de media distancia, quizá intimidados por la estatura de los rivales (bueno, eso es mentira, este equipo está lleno de valientes). Uno a uno, jugaron así:
Ángel Riesgo manejó al equipo e intentó en todo momento ordenar el juego. Es un poco un «quiero y no puedo», pues le faltan conocimientos para ser un buen entrenador. Sin embargo, hace bien de capitán (a Alberto se le nota que no le gusta), y, como jugador, sus buenos fundamentos y su aplomo en el campo hacen que el balón circule con fluidez. Debió acercarse más a la canasta rival y tirar de cerca. Cuando lo hizo, consiguió la falta que le dio el único punto que anotó.
Iván Morillas fue el luchador y defensor infatigable de siempre. Sacó las castañas del fuego a los suyos bajo los aros, brillando en el rebote, sobre todo en zona propia. Bloqueó bien, robó balones y provocó errores en sus enemigos. Le faltaron los puntos, pero es que le pasó lo que a todos, apenas tiró.
Adrián Reina prometió puntos nada más empezar, con su triple ya comentado, pero después, avisados los enemigos de su peligro, no tuvo muchas ocasiones de volver a disparar. Sus restantes tiros se salieron por poco. Jugó con su serenidad y seguridad habituales.
Carlos Nuevo jugó algo nervioso, consciente, quizás, de que era el hombre a vigilar por el equipo contrario. Estuvo bien defendido, y cuando se escapó, gracias a sus buenos recursos para penetrar y para remontar la línea de fondo, no tuvo suerte. No obstante, no dejó de intentarlo, y, en el último cuarto tuvo su premio en forma de canasta. Pero debió entrar más en juego, y su equipo debió buscarle con mayor asiduidad.
Alberto Sebastián se movió con inteligencia, tanto en el campo rival como en el propio. Defendió bien y pasó la bola con acierto. Pudo anotar algún tiro, pero el balón no quiso entrar.
Pedro Sánchez estuvo serio y combativo. Pegajoso defensor, como siempre, e inteligente en ataque, ayudó en el movimiento de balón e buscó continuamente bloquear en ataque, facilitando mucho la labor del base. No tiró apenas, pero debió hacerlo.
Por 4ºB, equipo, como ya he dicho, con buenas perspectivas en esta Segunda Fase (sobre todo si siguen presentándose al completo), jugaron:
Adrián Sevilla, cada vez mejor y más asentado, sabe a lo que juega. Su triple fue un premio a su labor oscura, pero siempre eficaz. Ayuda en la circulación de la pelota, cierra bien en defensa, colabora en las transiciones e incluso rebotea con acierto. Excelente jugador.
Abel Alameda, sin brillar como en otras ocasiones, fue un fuerte y aguerrido defensor, pasando el balón siempre con acierto y ayudando hasta en la anotación. No faltó su canastita de siempre.
Pepe Rodríguez fue el amo de los rebotes cuando estuvo en cancha. A pesar de su lentitud, su poder de intimidación hace que sus contrarios rectifiquen el tiro cada vez que se acercan (los pocos que se atreven). En ataque estuvo acertado, a pesar de lo poco que lo intentó: una preciosa canastita en una entrada.
Luis Sanchidrián, el debutante, demostró enseguida sus cualidades de buen jugador (casi parecía haber «nacido» en este equipo). Ayudó en la circulación de balón, defendió bien y colaboró en ataque con una buena canasta.
Álvaro Rodríguez jugó de «playmaker» y le encantó su papel, porque se sintió protagonista. Botó y llevó muy bien el balón (con la espectacular excepción ya comentada), aunque le sobraron florituras innecesarias (el campo no estaba lleno de espectadores, y las «cheer-leaders» no aparecieron). Soberbio frente al aro contrario, sus once puntos le hicieron justicia al fin (se lo merecía, es un gran atacante).
Javier Martín jugó poco, pero lo poco que hizo, lo hizo bien. Buen y esforzado defensor y seguro y eficaz en el pase, colaboró inteligentemente en todas las facetas del juego.
Alonso Romero no estuvo en plan «correcaminos», como de costumbre (ya estaba Álvaro ahí, acaparando «focos»), pero constituyó una inestimable ayuda en las transiciones defensa-ataque y sus penetraciones en la zona rival siempre causaron pánico. Fue de menos a más, y terminó metiendo una buena canasta.
Raúl López va para pivot dominador. Aunque le falta cuerpo, parece que no lo necesita. Tres tapones, alguno incluso defendiendo el tiro de tres enemigo, hablan de su eficacia defensivo, pero es que, además, se hinchó a rebotes y a canastas, con diez puntos anotados. Es lo más parecido a Pau Gasol que hay en el Campeonato.
Víctor Oñoro fue el que esperabámos todos después de su lesión. Defendió con acierto y jugó sin miedo (y eso que el pavimento no estaba para florituras). Se empleó a fondo en el rebote y en ataque estuvo muy bien, metiendo tres canastas.
Carlos Martín, el capitán, estuvo en su línea. Ordenó bien la defensa (mejor defendidos los tiros que las penetraciones, pero notable, en conjunto) y gestionó bien los cambios (a veces, a la americana, por la abundancia de personal). En la faceta individual, como siempre, luchador, rápido e infatigable. Buen penetrador y reboteador, se quedó escaso de puntos (uno), aunque no estuvieron los suyos faltos de anotadores esta vez, y quizás por eso no tiró más.
¡Anda, no te quejes, que te lo digo para que no te subas a la parra, que jugaste un partidazo!
Fernando eres cruel