Lucía el sol cada mañana…
Es lo que suele hacer el sol cuando sale. Bueno, siempre que no haya nubes.
La verdad es que no eran exactamente nubes las que impidieron a Lucía Fernández brillar, porque cuando está en cancha destaca con luz propia. Pero claro, esta vez no me refiero a su presencia, sino a sus ausencias en el juego. Muy raro es que sus periodos en el banco coincidieran con las rachas de sus rivales. Tan raro como un pan de trigo, a ver si se me entiende.
Tuvieron que ser tres rebotes seguidos en ataque de los chicos de 3º (culminados con canasta) los que encendieran las alarmas. Una voz clamó: «¡Lucía, te necesitamos!». Era el último cuarto, y a alguien se le había ocurrido que, con el partido igualadísimo, la Srta. Fernández debía descansar (yo la verdad no la vi extenuada). Volvió a la cancha a falta de 5 minutos, con las chicas 4 abajo, y su equipo no pudo ya remontar. Lo decisivo pareció ser un tiro libre fallado por Celia a falta de 9 segundos (pudo empatar), pero lo verdaderamente determinante fue lo ya comentado.
El partido entre 4ºM y 3º fue de alta tensión, y es que había pique entre compañeros, y más que nunca, porque las chicas de 4º no hicieron acto de presencia.
Todos los cuartos estuvieron equilibrados (2-2, 6-6, 15-16, y 23-24 fueron los parciales), y la impresión de este modesto cronista es que pudo ganar cualquiera. El tanteo final, corto de anotación, no es reflejo de la poca efectividad general, sino del predominio de las defensas y la tendencia general a «no hacer prisioneros», fundamentalmente bajo los aros, pero también evitando la buena selección de tiro de los rivales. Y un detalle especial. Los chicos parecían haber estudiado milimétricamente el juego de sus rivales, porque cercenaron sumariamente dos de sus principales armas: los contraataques y los tiros de tres (¡ni una canasta en ninguno de ambos conceptos! ¡Aplausos!)
Las «negras» jugaron así:
Celia Martín estuvo muy activa, multiplicándose, tanto en ataque como en defensa. Llevó el balón, ordenó el juego y penetró con criterio, provocando muchas faltas, algunas de ellas de tiro. Sus tres puntos pueden parecer escasos, pero fueron acompañados de asistencias, robos de balón e innumerables ayudas.
Natalia Hernández ayudó, como siempre, a subir el balón y a moverlo en el campo rival. Corrió bien los pocos contraataques permitidos por el enemigo (¡ese balance defensivo bueno de los de 3º!), pero su canastita fue un precioso tiro de dos. Su velocidad de piernas se dejó notar en defensa, donde es de las pocas (con Marta quizás) capaces de anular la rapidez y potencia de los chicos.
Lucía Fernández, que sigue dejando claro que no deja que nadie le tosa bajo los aros, sumó, a sus habituales canastas de «pescadora», unos dificilísimos tiros laterales (alguno de ellos a uno mano, que a este «veterano» le recordaron al inolvidable Fernando Martín), aparte de alguna que otra entrada «marca de la casa». Juega con una clase, una seguridad y unas «tablas» que asustan a cualquiera. Se hinchó a rebotes, y su tapón a Carlos Nuevo fue también tremendo.
Irene López dió una vez más muestras de su ardor y su espíritu de lucha. No sé si es la que más corre, pero lo parece, y es la que más garra le echa a los partidos (y su equipo lo agradece, porque arrastra lo suyo). Defendió bien, robó balones, ayudó a mover el balón y metió una canasta, aunque pudieron ser más.
Tania Hernández colaboró mucho y bien en el rebote y estuvo como siempre, disfrutona (es como los futbolistas brasileños, pero en el basket, y en chica, claro) Defendió correctamente y ayudó a llevar el balón y a moverlo en ataque. Penetró cuanto pudo en la pegajosa zona contraria e hizo una buena selección de tiro, aunque no tuvo fortuna con la canasta.
Marta Vallejo se movió con su velocidad y potencia habituales, pero no tuvo ocasiones de brillar en lo suyo (de «palomera»). En su labor de escolta estuvo más que correcta, y defendió bien, además de capturar unos cuantos rebotes y subir el balón con acierto.
Los ganadores me merecieron esta opinión:
Francisco Tielas, más centrado que de costumbre, estuvo muy luchador en defensa y llevó el balón con su velocidad y potencia habituales. Comedido en el tiro, se echaron en falta (¡para bien!) sus locuras habituales (mayormente, los lanzamientos lejanísimos), y el que suscribe le aconsejaría que hiciese más entradas (es buen y rápido penetrador).
Iván Morillas juega cada vez mejor. A su habitual buena y pegajosa defensa, añade una impagable colaboración en el rebote, pero es que además roba balones que es un gusto. Si esto va acompañado de dos canastas, una de ellas una espectacular suspensión (que fue todo un «demasié», pues estaba solo (a cinco metros), y a esos cohetes no les hace falta despegar (you understand me?)
Ángel Riesgo, más «pirata» que nunca (malhablado y pendenciero con las rivales, regañón y broncas con los suyos) llevó el ritmo y la voz cantante en el partido. «The Boss» fue el principal culpable de la victoria de su equipo, pues a sus ocho puntos añadió una sabia conducción del juego y unos siempre inteligentes consejos como entrenador. Le sobraron esos gritos a sus compañeros y algún que otro «rifi-rafe» con las que no lo son (debe mejorar en deportividad), pero hay que reconocer que fue fundamental (el MVP, en mi opinión).
Alberto Sebastián defendió correctamente y ayudó en el movimiento de balón en ataque, pasando siempre con inteligencia. El aplomo y la serenidad que muestra en el campo le permiten siempre hacer lo más correcto. Ayuda siempre a Iván a poner la nota de equilibrio en la conducción del partido (lo que compensa de alguna manera la excesiva «sangre caliente» de Ángel).
Javier Nogueira dió muestras, cuando estuvo en el campo, de su potencia y su seguridad. Colaboró en el rebote y lucho bien en defensa, y, aunque los «jefes» no le dieron mucha cancha esta vez, se nota que sabe de esto.
Carlos Nuevo fue decisivo, con sus ocho puntos, cuatro de ellos en el último cuarto. Reboteó, remontó la línea de fondo, dobló el balón con acierto e hizo alarde de su fino y estiloso tiro. Tiene clase para exportar, y, a pesar de que sus rivales ya le van conociendo, las pasaron canutas para pararle (y no lo consiguieron).
Hugo Flores también dejó muestras de su calidad, colaborando en las labores de base y en la subida del balón. No tuvo muchas ocasiones de lucir su tirito de tres metros, pero es que eran muchos a repartir el tiempo de juego. Su seguridad e inteligencia con el balón en las manos son una garantía.
Adrián Fernández, tan eléctrico y veloz como de costumbre, fue el reboteador de los suyos, el alma de los contraataques y el «pescador» infatigable bajo el aro contrario (dictó su ley, sobre todo en el rato que Lucía pasó en el «exilio»). Cuatro puntos que se antojan pocos, pero su omnipresencia en el juego y su lucha bajo los aros le convirtieron en protagonista.
De Adrián Reina cabe decir lo mismo que de Hugo. Inteligente y seguro con el balón, su labor como escolta, colaborando en la conducción del juego y eligiendo siempre el mejor pase, fue más que notable. No tuvo buenas oportunidades para tirar, pero pudo meter un par de canastas.