Liga Interna 2015 – 16 (20)

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La piel del oso

El oso tenía la piel vendida, pero no solo la piel, sino el muslamen, los cachetillos y hasta los higadillos. Cuando se tuvo constancia de las lesiones y/o ausencias que asolaban a la guarnición de 1ºZ, el fuerte parecía haberse tomado ya. De hecho, ya se comentaba antes del partido qué hacer el jueves próximo, día fijado para un previsiblemente inútil tercer asalto del Play-off. Pero nada más lejos de lo imaginado. El oso salió peleón, y con la piel más dura que el pedernal.

Fue un impresionante partido, donde las víctimas no lo fueron durante prácticamente todo el partido, y en el que los favoritos sudaron sangre para llegar a un desenlace agónico en el que, con las circunstancias que se dieron, hasta necesitaron tener la suerte de cara.

Segundo encuentro de la final 1ºZ-2ºX. Match-Ball para los de Carlos Gutiérrez. Y  la primera que pensó que el asunto estaba por decidir fue Cristina Blanco que, rebelde e indómita como ella sola, se convirtió en dueña y señora de la pista durante las tres cuartas partes del tiempo de juego. Se las tuvo que ventilar con un morlaco denominado Alejandro Serrano, rapidísimo de piernas en defensa y una auténtica lapa para cualquiera, pero que, en honor a la verdad, no sabía dónde meterse, ante la avalancha de regates, penetraciones, canastas y asistencias que tuvo que tragarse. (Sentado, tras el partido, relamiéndose las «heridas», reconocía «¡qué buena es!»)

Tras un comienzo equilibrado, con 4-5 para 2º, los de 1º dieron todo un recital de baloncesto en el segundo (13-13 al descanso) y, sobre todo, en el tercer cuarto (22-17). Los mayores resistían gracias a su superior potencia de fuego (hasta cinco jugadores anotaron). El momento era delicado y tremendo para los campeones del año pasado, cuyo miedo a la derrota era clamoroso.

A lomos de Bucéfalo

Y en esto apareció, casi por vez primera en la batalla (a duras penas un triple suyo había mantenido a su equipo momentos antes), cabalgando sobre su rabiosa montura, un Alejandro (Serrano) más Magno que nunca. Buscando revancha por todas las (numerosas) afrentas recibidas (de la base rival), metió nueve puntos seguidos (dos triples incluidos) que llevaron en volandas a los suyos hacia la victoria. Tan lanzado y concentrado estaba, que hizo caso omiso de la eliminación por faltas casi simultánea de Juan Carlos y de Raúl, que clamaban desde el banquillo por las injusticias de la vida. El resultado final, 26-30, corona a 2ºX por tercer año consecutivo.

Es un título merecido, qué duda cabe, pero uno sigue con la duda de lo que haría 1ºZ con el equipo al completo, y les emplaza para la semana que viene, en un partido revancha que puede ser de altos vuelos.

Jugaron, por los de 1ºZ:

Cristina Blanco, carácter y personalidad en la cancha, virtuosa del bote de balón y del regate (¡qué manera más tremenda de fintar con el cuerpo!), estuvo sembrada hasta que su cuerpo aguantó (el último parcial su agotamiento, según confesó después, era clamoroso) casi todo el partido. Trece puntos de todos los colores, incluidos un triple, varios tiros de dos, algunas penetraciones de fantasía (una «marca de la casa», por elevación, fue lo mejor del partido), y hasta dos tiros libres seguidos (algo inusitado en estas tierras). Enorme su actuación. Y por cierto, el tapón que te pusieron lo fue, pero el individuo te cayó encima, y fue una personal (posterior) de juzgado de guardia (¡me tragué el pito!). No obstante, no hay posibilidad de queja (¡dos eliminados de importancia en el equipo contrario!)

Sergio Román, con una misión encomendada, cumplió con notable, oscureciendo la figura de Carlos Gutiérrez hasta casi hacerle desaparecer en ataque. Cogió rebotes y defendió con ardor. En campo contrario, se movió con criterio, hizo circular el balón con acierto e incluso bloqueó con eficacia para facilitar las penetraciones de su base.

Raúl Mínguez jugó con su inteligencia y potencia habituales. Colaboró de manera sobresaliente con su pivot, y con Sergio, de modo que en algunos momentos el dominio de los tres (ellos dos más Carlos Bodega) bajo el aro propio fue insultante. Le falta aprender a jugar bajo la canasta contraria, como a Sergio, pues parece obsesionado (¡la moda Curry!) con el tiro de tres, cuando lo suyo es el juego de «pescador» (preguntar al «center», experto en estas lides).

Juan Manuel Barrado fue el de siempre, el escolta colaborador y jugador seguro, inteligente y fiable, tanto en el pase como en el movimiento de balón. Defendió bien, y penetró con decisión a canasta, aunque no tuvo suerte en la anotación.

Andrés Valera no brilló como suele, y estuvo algo lento an ataque, llevándose algún que otro tapón. Más seguro en el pase y mejor en defensa, donde  si fue el de siempre, peleando con la garra y valentía habituales.

Carlos Bodega, cada día más impresionante bajo los aros, notó sobremanera la ayuda de sus hombres altos, y, en defensa, abrumó a los rivales. Sus dos tapones a Raúl Orejana ya no son noticia (le lleva poniendo tapones desde hace tres años; interpelado al respecto, al final del match, el estupendo pívot de los campeones se defendió con un tímido «¡a ver, si es que yo no sé jugar al baloncesto!»; alguno de los que escuchábamos eso nos lo creímos, incluso), y, en los piques personales, llevó las de ganar: un «coast to coast» de Raúl (fallado) fue contestado con rebote y otro «coast to coast» por Carlos, que terminó encestando. Pero también dió espectáculo en el tiro, con una  canasta preciosa desde el lateral y un triple majestuoso. Trece puntos en total, que podían haber sido muchos más, pues se le salieron de dentro algunas (¡ese último cuarto!). En los tiros libres sigue lanzando ladrillos enormes.

Los de 2ºX jugaron así:

Alejandro Mansilla fue el excelente defensor de siempre, y el jugador rápido, seguro e inteligente en ataque. No encontró buenas posiciones de tiro, y la llegada del «Sargento de Hierro» Orejana ha impuesto la «ley marcial» en ataque (las normas «Bernardino», imperantes hasta hace poco, eran más flexibles, solo unas tímidas quejas «a posteriori»), con lo cual las maniobras de la «intendencia» se han reducido al mínimo. Pero que eso sea razonable (nunca se sabrá si son posibles en este equipo las victorias con un poco más de mano izquierda) no quiere decir que no sea un disparate que le sentaran segundos después de fallar el único triple que intentó. El buen tirador que es Alejandro no se lo merece.

Billy Avellán, influido por la moda ya citada, seguía en esa línea practicando antes del inicio. Ante la fuerte crítica del profesor (que aún no era árbitro), momentos después metía una canasta desde debajo del aro. Tentado estuve de parar el partido y pegarle un grito alborozado (pero el silbato en la boca me lo impidió). Fuerte en defensa (y haciendo pocas personales), cogió rebotes y se movió bien en ataque, jugando con una gran seguridad.

Carlos Gutiérrez, después de su último «recital», estuvo muy vigilado, y solo brilló en el rebote, donde su potencia de salto no tiene respuesta. No metió tiros ni lanzamientos de personal, y esa sigue siendo su asignatura pendiente, y no tuvo ocasiones de encestar bajo canasta (había superpoblación ahí), aunque debió luchar por ello, pues ése debe ser su hábitat preferente.

Juan Carlos Bernardino, muy vigilado, no tuvo un gran día. Decidido como estaba el enemigo a no permitir canastas fáciles, sufrió como nunca en sus entradas. Y poblada como estaba la zona rival de hombres altos y potentes, la cosa no estaba nada fácil. Intentó tirar, pero tampoco tuvo suerte. Y de los contraataques ni hablamos, porque el balance defensivo de los de Cristina fue de libro (por momentos pareció que su estrategia estaba diseñada para anularle). Se quedó en tres míseros puntos, y acabó desquiciado (después de su eliminación) con la mesa, el árbitro y el mundo mundial. A pesar de lo dicho, jugador inteligente e improvisador como es, se hinchó a repartir asistencias, tanto a Raúl como a Alejandro, y brilló en esa decisiva faceta del juego.

Raúl Orejana estuvo muy bien. Su importancia en el juego fue primordial, y más por los intangibles que por las estadísticas. Su «mando en plaza» y su labor de liderazgo, ordenando la defensa  mixta o en zona y pegando voces, tanto en campo propio como ajeno (menos mal que no «sabe», porque sería un estupendo entrenador; estilo «Simeone», sin duda) valieron ayer más que sus nueve puntos, sus innumerables rebotes defensivos o esos espectaculares contraataques con su peculiar estilo (¡el mejor jugador del mundo del «one hand basket»!)

Alejandro Serrano fue el de las grandes ocasiones. Ya he hablado de su labor, acudiendo al rescate de los suyos cuando la presión apretaba. MVP indiscutible del partido, sigue siendo un enigma para este humide cronista por qué juega bien cuando Juan Carlos falla (y viceversa). Impresionante.

Isaac Cruz (alineación indebida, causa de anulación del partido), cometió el terrible pecado de meter  un triple. Cansado estoy de ver cómo estos chicos están más felices con una canasta de tres que con tres de dos (¡este «baloncesto moderno» de los Warriors, repito, me llevará a la tumba!). Defendió con su rotundidad habitual (y sin faltas) y colaboró muy bien en el rebote. En ataque jugo siempre con criterio el balón y se movió bien, intentando los bloqueos en el poste alto.

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