Tantísimos años dedicados a la prevención del cáncer. Montones de investigaciones para identificar los factores que colaboran en su origen. Recomendaciones dietéticas y sobre nuestros hábitos de vida que ahora parecen tener una importancia accesoria. Es una verdadera bomba, y no exagero, cuyo impacto es difícil de valorar. Y la investigación procede, nada menos, que de la Johns Hopkins University.
Porque tener mala suerte era, hasta ahora, un azar del destino, pero la cosa se pone seria cuando se juega con la salud. ¿Qué pensarán ahora millones y millones de hipocondríacos? ¿Y dónde se meterán tantísimos científicos empecinados en la teoría genética sobre la carcinogénesis? ¿Buscarán mejor escondite los partidarios de la hipótesis ambiental? Se abren ahora muchísimas incógnitas. Misterios, misterios, misterios, por resolver, como diría Íker Jiménez.
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Actualización día 1/2/2015
Al estudio de los investigadores de la prestigiosa universidad americana le están saliendo más enemigos que estrellas hay en el cielo. Por si no fueran pocas las andanadas que le tiró la OMS, un montón de oncólogos y preventivistas están que se suben por las paredes. Me da hasta miedo pronunciarme. Y no lo voy a hacer. Solo os pongo dos enlaces, el segundo, con la opinión de un experto del CSIC.