La inteligencia emocional (o cuando el corazón y el cerebro se dan la mano)
«El corazón tiene razones que la razón no entiende». Con esa famosa frase, el filósofo y físico francés Blaise Pascal abrió la caja de los truenos (en el siglo XVII) sobre la difícil, a veces tormentosa, relación entre las emociones y la inteligencia. La segunda mitad del siglo XX fue la de las filosofías orientales y el último tercio vivió el auge de los libros de autoayuda. En 1995, Daniel Goleman dio el bombazo con la publicación de su «Inteligencia emocional» y, desde ese momento, el asunto se ha convertido en protagonista de la Psicología de nuestros días. Solo quedaba aplicar la materia a la educación y convertirla en asignatura. Lo que hacen en Canarias (ver artículo adjunto) no es más que la avanzadilla de una propuesta que ha llegado para triunfar. Y se anuncia que este tema va a crear menos polémica (o menos indiferencia, al menos), que otras pequeñas «revoluciones» pendientes (¿el ajedrez?). Desde luego, los aparentes beneficios son muy potentes. El tratamiento de las causas del acoso o la disminución del abandono escolar son solo los más visibles.
Ejemplar del ya desaparecido sapo dorado. El fue el primero.
La alarma ha sonado con fuerza. Se dice que es el patógeno que más daño ha hecho a la biodiversidad en toda la historia. El «Batrachochytrium dendrobatidis» es un hongo que afecta a la piel de los anfibios. Seguramente no sería tan dañino si no fuera porque ranas, sapos, salamandras o tritones usan su piel para respirar. La hiperqueratosis producida (que alimenta al hogo aún más) llena de costras el cuerpo del animal, que termina sufriendo una parada cardíaca. 90 especies se han extinguido ya, y otras 500 ya están en declive. El estudio reciente publicado en «Science» es demoledor, aunque hay que recordar que, recientemente, científicos británicos lograron vencer al bicho malo y erradicar la plaga en Mallorca. Ahí tenéis todo el material acerca del tema (con un interesante vídeo en el segundo enlace).
Los prohombres de la meca de la Tecnología ya están inmersos en una lucha para liberar a sus hijos de la adicción a las endemoniadas maquinitas y los infernales dispositivos que ellos mismos crearon. No solo les racionan sumariamente las horas que pasan con sus tablets o sus videojuegos, sino que les matriculan en (carisísimos) colegios que están poniendo de moda una vuelta a la educación «clásica» (yo la llamaría más bien «natural»).
Mientras esto pasa, comienzan a proliferar los estudios que relacionan el alto nivel social y la disminución de las horas de uso de las nuevas tecnologías. Blancos ricos en colegios privadísimos de pedagogía tecnófoba y negros e hispanos en colegios públicos que ofertan iPads a los alumnos. Si a esto le sumamos los sueldos astronómicos que les pagan los de Sillicon Valley a las cuidadoras de sus hijos por cumplir «draconianos» contratos en los que deben renunciar al uso del móvil, la conclusión es que tenemos en marcha una revolución de impredecibles consecuencias.
Mahersala Alí, Emma Stone, Viola Davis y Cassey Affleck
Las triunfadoras
La más laureada fue «La La Land» (6 oscars de 14 nominaciones), seguida a cierta distancia por «Moonlight» (3 de 8), aunque el galardón más codiciado, el que se otorga a la mejor película fue para esta última.
El musical de Damian Chazelle cuenta, de manera poco convencional y en clave de jazz, la romántica relación entre una aspirante a actriz y un pianista. Una gran coreografía, buenas canciones y estupendas interpretaciones de Ryan Gosling y Emma Stone, que, sin ser Fred Astaire ni Ginger Rogers, se defienden bastante bien bailando. Esta es «La La Land»:
«Moonlight» es una historia de supervivencia, superación y descubrimiento personal de un chico (luego adulto) que crece en una familia conflictiva y a quien las cosas le han sido enormente complicadas en el colegio y en el barrio. Narrada con gran sensibilidad, cuenta con un excelente guión y estupendas interpretaciones. Ahí está:
Dos grandes películas (y dos breves comentarios)
Otras cuatro películas merecen que me ocupe de ellas. Las dos primeras hubieran sido merecedoras de más premios. Gran derrotada (0 de 6), la primera, y bastante derrotada (0 de 4), la segunda.
«Comanchería» es un magistral mix entre western y trhiller, con unos personajes memorables retratados a la moda, es decir, ni los malos son tan malos, ni los buenos son un pedazo de pan, y con un trasfondo social contemporáneo (la pobreza, la derrota, la crisis…). Grandes interpretaciones (no hubiera sido injusto el óscar a Jeff Bridges), estupendo guión (tampoco hubiera desentonado en el palmarés) y mucha intensidad. Ahí la véis:
La australiana «Lion» cuenta la conmovedora historia de un niño de 5 años que se pierde, pero mucho, bastante, y largo tiempo después decide buscar a su familia, basándose en los últimos adelantos tecnológicos y en sus difusos recuerdos infantiles. Dev Patel (Slumdog Millonaire) está fantástico y su madre adoptiva (Nicole Kidman) no le va a la zaga. Y solo por la escena final ya merece la pena verla.
Un tercer film «Manchester frente al mar», bien situado en el palmarés (solo 2 oscars, pero de los gordos, de 6 nominaciones) cuenta, de manera convincente, el complicado «marrón» que le cae encima a un inmaduro e inestable individuo al tener que volver a su pueblo para hacerse cargo de su sobrino adolescente. Mientras se enfrenta a un pasado que nunca asumió, la relación con su tutorado se vuelve cada vez más conflictiva. Merecidísimos los premios a Casey Affleck y al mejor guión original.
Y una cuarta. «Hasta el último hombre» es la increíble (pero verdadera) historia del temerario heroísmo de un objetor de conciencia durante la Segunda Guerra Mundial. Filmada con el realismo habitual en el cine de Mel Gibson, la conmovedora narración, que hubiera sido un gran alegato pacifista, se convierte, gracias a las impactantes e innecesariamente sangrientas imágenes de la conquista de Okinawa, en una película bélica más, eso sí, de muy buena factura. Consiguió dos merecidos oscars técnicos.
Dos maravillas olvidadas
«Captain Fantastic» cuenta la azorosa pero primorosa educación de seis hijos a cargo de unos padres muy pero que muy alternativos. Durante casi una hora asistimos estupefactos e hipnotizados a las estrategias nada académicas y casi pseudomilitares de un Viggo Mortensen que está genial. La corrosiva crítica a la pedagogía convencional es aleccionadora y emocionante (impresionante la escena de la comida de las dos familias), pero la realidad pronto nos baja de las nubes y la cruel lógica termina por aparecer (¡cuidado, spoliler: ganan los malos!). Gran película.
Pero el mejor film del año ha sido, en mi opinión «Animales nocturnos». Cuenta, en los papeles principales con Amy Adams y Jake Gyllenhall, que están que lo bordan, y se trata de un impresionante «tour de force» que cuenta dos historias por el mismo precio. Una es sobre la relación entre una mujer aburrida de la vida que lleva y su ex-marido, un escritor que le manda una novela para que le dé su opinión. La otra es el tremendo relato narrado en dicha novela, que resulta ser un un trhiller escalofriante. Amy Adams La acción de ambas tramas se va sucediendo sin dejar el más mínimo respiro al espectador. Una obra maestra absolutamente recomendable.
Sam Rockwell, Frances McDormand, Allison Janney y Gary Oldman
Resumiendo
Reparto salomónico en el resultado de los oscars 2018. Según la subjetividad de los miembros de la Academia de Hollywood, cuatro películas han sido merecedoras de los premios «gordos». La más laureada, «La forma del agua», con 4 (de 13 nominaciones). Por detrás, con 3 oscars (de 8 posibles, y, por tanto la ganadora, estadísticamente hablando), «Dunkerque». Y, en tercer y cuarto lugar, «El instante más oscuro» (2 de 6) y «Tres anuncios en las afueras» (2 de 7). Aunque ha habido pocas diferencias en cuanto a calidad y merecimientos, en mi opinión, entre las cuatro, merecen ser destacadas, en primer lugar, dos de ellas.
«Tres anuncios en las afueras» cuenta los denodados esfuerzos de una mujer, tenaz y cansina donde las haya, para hacer justicia tras el crimen de su hija adolescente. Gran guión, ritmo vertiginoso, intensidad dramática y tremendas interpretaciones de Frances McDormand y Sam Rockwell (indiscutible el oscar para éste último, más difícil de elegir el de ella, por la durísima competencia con Sally Hawkins y Margot Robbie). Ahí la tenéis.
Dunkerque narra los angustiosos sucesos ocurridos durante la imposible evacuación de las tropas aliadas que, cercadas por el ejército alemán, se disponían a ser masacradas en la playa belga. 330.000 soldados fueron salvados en la milagrosa operación de rescate, magistralmente filmada por Christopher Nolan (merecedor del oscar). La misma historia, curiosamente, se cuenta en «El instante más oscuro», pero centrándose en la figura de Winston Churchill (el primer ministro británico que, contra viento y marea, ordenó el, a la postre exitoso, plan). Esta es «Dunkerque»:
«La forma del agua» es una historia romántica que cuenta cómo se hacen amigos una solitaria mujer que trabaja de limpiadora en un laboratorio de alta seguridad del Pentágono y un ser mitad humano-mitad anfibio al que tienen encerrado para estudiarlo. La película, casi un cuento a modo de parábola, puede interpretarse como un estudio sobre la (in) comunicación entre mundos opuestos (está ubicada en plena guerra fría) y está narrada con exquisita sensibilidad. Además cuenta con unas estupendas interpretaciones (Sally Hawkins y unos secundarios de lujo) al servicio de un buen guión y una correcta puesta en escena.
La sorpresa del año, «Déjame salir», que se llevó una pedrea que hubieran querido muchos (oscar al mejor guión adaptado), es un film de bajo presupuesto (cine independiente) que ilustra, magistralmente, la formal presentación, en casa de los padres de ella, de un gentil y agradable joven. Lo que empieza siendo una historia de tintes antirracistas (la novia es blanca y su enamorado, negro), termina como el rosario de la aurora. Inquietante y genial.
Las derrotadas y las olvidadas
Entre las derrotadas destacan dos muy buenas películas: «Mudbound» y «Baby Driver». La primera (4 nominaciones) es un drama que cuenta el regreso de dos amigos de la Segunda Guerra Mundial y los conflictos (fundamentalmente raciales) a los que se tienen que enfrentar. Buena historia, ritmo, intensidad y excelentes interpretaciones, además de un extraordinaria puesta en escena, apoyada en un perfecto diseño de vestuario y una preciosa fotografía.
La segunda (3 nominaciones) trata, en tono de trhiller, pero con más acción que sangre, de las andanzas de un joven genio de la conducción temeraria envuelto en fechorías. El chico es un tanto friki, las escenas de persecuciones de coches son magistrales, y la historia de amor paralela (estilo «Bonnie and Clyde») es bastante aceptable. Las estupendas dirección y montaje nos atan a la butaca hasta que acaba. Esta es «Baby Driver»:
Las (injusta y flagrantemente) olvidadas por la Academia son dos films muy diferentes. «The Florida Project» cuenta la asombrosa historia de una niña a la búsqueda diaria de momentos felices que la realidad le niega. Madre desequilibrada y frágil, padre ausente, pobreza y (afortunadamente), casero comprensivo (eminente Willem Dafoe). Amarga, dura, a veces, aunque no triste, el tono tierno se agradece, y los pequeños actores están para comérselos.
«La Guerra del Planeta de los Simios» no es una más de la serie ya clásica en el universo de la ciencia-ficción. Con unos personajes claramente definidos, un inteligente guión, una puesta en escena oscura, por no decir siniestra, y una historia terrible, de venganza y de inútil resistencia personal ante los violentos hechos consumados. La película es un prodigio de ritmo y de acción. Y, sobre todo, está en ella Andy Serkis, un César al que hay que escuchar (se recomienda encarecidamente verla en versión original) y mirar a los ojos, en esos primeros planos que por fin le hacen justicia. Alguien que llena la pantalla así, se merece sobradamente el premio al mejor actor (a pesar del maquillaje).
Visón americano en el área de exclusión de Chernóbyl
Es un hecho que los efectos del accidente de la central nuclear de Chernobyl fueron catastróficos para la flora y la fauna autóctonas, pero lo que ahora han revelado estudios de huellas, conteo de animales desde helicópteros e imágenes grabadas con cámaras-trampa constituye un auténtico escándalo: la constatación de que la vida animal y vegetal, desde que en abril de 1986 se estableció una zona de exclusión de 30 kilómetros de diámetro (unos 4.200 km²), ha proliferado de manera desmesurada. Sí, es cierto que se encontraron, años ha, extraños individuos de algunas especies con malformaciones, pero ahora se acaba de demostrar allí la presencia de jabalíes, alces, corzos, lobos, linces, nutrias, visones americanos, águilas de cola blanca, e incluso osos pardos (eliminados por el hombre hace 100 años). Es impresionante descubrir ahora que los gigantescos tamaños de los peces en los ríos de la zona (fenómeno que se achacó a la radiación), no son sino el efecto producido por nuestra ausencia: los pobres seres acuáticos alcanzan al fin su verdadero tamaño. También se ha detectado un aumento significativo de la masa forestal y de la superficie de bosques. Ya no hay caza, ni pesca, ni agricultura, ni explotación de bosques (¡el hombre ha muerto, viva la naturaleza!)
Rami Malek, Olivia Coldman, Regina King y Mahershala Alí
Empate técnico
Los oscars de este 2019 han repartido suerte. Y lo han hecho sin grandes triunfadores, aunque sí grandes derrotados, en un año en el que no ha habido quejas de la comunidad afroamericana, más que nada porque no les ha ido nada mal.
Se puede hablar de un «empate técnico» entre tres películas: «Bohemian Rapshody» (4 premios), «Roma» (tres estatuillas) y «Green Book» (otras tres). Y, poniéndonos puntillosos, aún tendríamos que nombrar a una cuarta, «Black Panther» (tres oscars), a pesar de la menor importancia que se le da a los premios técnicos. En el lado amargo, «La Favorita» (solo un premio, para la extraordinaria Olivia Coldman, de los diez a los que aspiraba) y «Ha nacido una estrella» (un oscar a la mejor canción, para Lady Gaga, que no hubiera desmerecido tampoco como mejor actriz, de las ocho nominaciones con que contaba).
La película de Queen (no se puede soslayar que May y Taylor figuran en la producción), más bien un «biopic» sobre Freddie Mercury, cuenta, con abundantes ilustraciones musicales, los claros y los oscuros de la vida del irrepetible cantante-estrella de la banda británica. El oscar al mejor actor es merecido, a pesar del exceso de amaneramiento en la interpretación. Sonido, montaje y edición de sonido son los otros premios (en dura pugna, supongo, con «Ha nacido una estrella»). Esta es «Bohemian Rapshody»
«Roma», la arriesgada apuesta de Alfonso Cuarón, se llevó los oscars al mejor director, a la mejor película extranjera y a la mejor fotografía. Rodada en un «suicida» (pero precioso) blaco y negro, cuenta la historia, de tintes autobiográficos, de una familia mejicana, centrada en la sórdida y abnegada labor de las dos empleadas de hogar. Tierna y emotiva. De la polémica producción de Netflix y de la cansina discusión acerca de los subtítulos no hablaré, por esta vez. Ahí la tenéis.
«Green Book» es el título de una guía estadounidense que circulaba, en los años 60, sobre hoteles, bares y restaurantes en los que dejaban entrar a personas de raza negra. La película narra la delirante gira de un genio del piano (Mahersala Alí, otra vez como en Moonlight) por el Sur de USA en esos años. Si tenemos en cuenta que el tipo tiene dinero para aburrir (primera pregunta: ¿qué narices se le ha perdido por ahí?) y que el chófer es un soez y deslenguado italiano (impresionante Viggo Mortensen y segunda pregunta: ¿cómo es posible que esto acabe bien?), las semejanzas con «Paseando a Miss Daisy», con «Thelma y Louise» o incluso con «My Fair Lady» son incuestionables. Esta es.
«El Blues de Beale Street» cuenta, con una delicadeza y sensibilidad extremas, la historia de amor de una joven pareja que se ve separada por oscuras circunstancias. La puesta en escena es fastuosa, la película, preciosa, y el oscar a Regina King podía haber estado acompañado de otros (al mejor guión adaptado o a la mejor Banda Sonora, por ejemplo).
El film «Cafarnaúm», de la libanesa Nadine Labaki fue nominado solamente en la categoría de películas de habla no inglesa. La hipocresía de Hollywood (o la gran campaña de promoción de Alfonso Cuarón y de Netflix) consiguió obviar este «pequeño» problema con «Roma», y el agravio comparativo es flagrante. La sobrecogedora cinta sobre un niño de 12 años que denuncia a sus padres por haberle traído al mundo es un fiel y desgarrador relato (se sufre, se sufre mucho) sobre la miseria, el maltrato infantil y la inmigración (aunque, en realidad, no deja títere con cabeza sobre esta sociedad que nos consume). El guión es un prodigio, las interpretaciones del chaval (Zain Al Rafeea) y de la propia directora (que hace de madre del niño) son fantásticas y la narración trascurre, a un ritmo vertiginoso, sobre una sucesión de impactantes y tremendas escenas. Hay que verla, pero, ¡ojo!, se llora.
¿Un meteorito, erupciones volcánicas o ambas cosas?
Ahora que en este Antropoceno en el que vivimos estamos a puntito de cargarnos el planeta, está de moda (y, como aspirante a periodista, me tengo que dejar tentar) hablar de las extinciones. En que la más letal fue la del Pérmico (la tercera) hay un acuerdo casi unánime. Pero en la más popular, la de los dinosaurios (la quinta) está chirriando bastante, últimamente, la hipótesis del meteorito. Sí, sí, caer, cayó. En el golfo de Méjico. Pero cada vez hay más estudios que aseguran que algo tuvieron que ver, y no poco, unas cuantas erupciones volcánicas. No fue fácil para los antepasados de nuestros feroces (algunos no tanto) muñecos infantiles sobrevivir a la caida del pedrusco. Y muchas generaciones lo hicieron. Pero se añadió una época de gran vulcanismo, y eso fue la puntilla, aunque parece que la agonía fue muy lenta.
Ahí tenéis buen material para empaparos del tema. El primer enlace habla de los dos primeros estudios que se atrevieron a proponer una explicación alternativa a la clásica. El segundo, de las recientes investigaciones que intentan establecer cómo fue la secuencia de las erupciones volcánicas en cuestión. El tercero, muy bien explicado, es un gran reportaje sobre todas las grandes extinciones que en el mundo han sido.
¡Ah, y no os agobiéis, que en el peor de los casos tenemos para unos cientos de años!
En la especie humana es muy conocida la costumbre de las madres de delegar las labores de la lactancia. El oficio de ama de cría tiene una larga tradición. Por razones estéticas o de comodidad (entre la aristocracia o la gente adinerada), económicas o laborales (en gente sin recursos) o puramente médicas (apelando a la solidaridad vecinal), se ha cedido a los bebés para que fueran alimentados. También se ha comprobado , en muchos simios, que no es rara esta costumbre. Pero lo que ahora sale a la luz, según el primatólogo chino Zuofu Chang, del Instituto de Zoología de la Academia China de Ciencias, es un descubrimento asombroso: la cesión de las crías a todas las hembras de una comunidad como una solución estratégica que permita la supervivencia de la mayor cantidad posible de individuos en condiciones adversas. El tema se ha dado en denominar «lactancia alomaterna».
Greta Thunberg, una ecologista de capa y espada de 16 años, ha sometido a los diputados europeos, en la sede del Parlamento de la CEE, a la singular tortura de tener que oir las verdades del barquero. Ya hizo lo propio en la cumbre climática de Katowice y en el Foro de Davos. Habla del cambio climático con las gruesas palabras de la indignación, con una ira que está llevando a las calles a miles de personas (la reciente manifestación de niños, en Bruselas, fue todo un acontecimiento), en el centro y el norte de nuestro continente. Y dice, entre otras cosas, que no quiere esperar a que los chicos y chicas de su generación crezcan para salvar el mundo, porque ya será tarde. Huelgas de estudiantes en toda Bélgica apoyan sus palabras. Hagamos algo, pero hagámolos ya.