A primera vista, en un mundo donde las máquinas realicen casi todos los procesos necesarios para producir bienes y servicios, parece obvio que la función del ser humano corre peligro. Como señalan los expertos de Caixa Bank Research en su último informe mensual, «las nuevas tecnologías pueden tener potencialmente un impacto negativo a corto plazo, al perjudicar directamente a algunos trabajadores que pierden su empleo o ven reducido su salario por culpa de la automatización».
Sin embargo a largo plazo estas máquinas pueden ser una ayuda fundamental para lograr un nivel de vida más alto. Durante ese proceso de transición, «es importante que existan unas políticas de empleo pasivas y activas adecuadas para paliar el impacto negativo y ayudar a que encuentren u nuevo empleo» las personas que sean sustituidas por máquinas.
A pesar de las particularidades de la economía española, «un 43% de los puestos de trabajo actualmente existentes en España tienen un riesgo elevado (con una probabilidad superior al 66%) de poder ser automatizados a medio plazo, mientras que el resto de los puestos de trabajo quedan repartidos a partes iguales entre el grupo de riesgo medio (entre el 33% y el 66%) y el bajo (inferior al 33%)».
Y es que la tecnología ya es capaz de automatizar profesiones cualificadas, lo que deja a salvo a un porcentaje muy pequeño de empleos. Las profesiones que tienen más probabilidades de permanecer intactas durante este proceso son las que se basan «en la interacción humana y la creatividad (médicos de familia, músicos, etc.)», sentencia el informe de la entidad catalana.
Aunque una gran parte de los puestos de trabajo tienen riesgos de ser automatizados, «no hay que confundir el potencial de robotización de la economía con la desaparición de los empleos. La tecnología destruye profesiones, pero no la posibilidad de trabajar. La automatización de las profesiones que conocemos hoy en día ofrece la posibilidad de reorientar la naturaleza del trabajo, liberando a los trabajadores para que puedan dedicarse a nuevas actividades en las que desarrollen su potencial, como ya hicieron el aspirador o la lavadora en el ámbito doméstico».
La educación como herramienta
Por ello cobra más importancia, si cabe, la educación y la formación de las personas para que sus habilidades se adapten a estos cambios tecnológicos. «Cuando la tecnología avanza tan rápido que el sistema educativo no puede adaptarse al mismo ritmo, el paro y la diferencia salarial aumentan y, con ello, la desigualdad. Minimizar el periodo de ajuste es, por tanto, de suma importancia, por lo que resulta imprescindible anticiparse y diseñar medidas en materia educativa que ayuden a reducir los costes de esta transición».
Si se logra aprovechar esta oportunidad y mejorar la educación, se puede usar esta nueva revolución tecnológica «para crear nuevas profesiones. Los robots tienen una gran capacidad lógica y de gestión del big data, pero la inspiración, la intuición y la creatividad quedan lejos de su alcance. Las mejoras tecnológicas ofrecen la oportunidad de enriquecer al conjunto de la sociedad», señalan los expertos de Caixa Bank Research.
Tal y como señalaba el prestigioso economista Simon Kuznets, durante el proceso de transformación que conlleva una revolución industrial se producen ciertos cambios en los modelos productivos de los que sólo se benefician, en un principio, unos pocos individuos.
A medida que la sociedad se va adaptando al nuevo entorno y el capital humano va adquiriendo las habilidades necesarias para participar en el proceso productivo, la desigualdad de ingresos se reduce gracias al incremento salarial de las rentas más bajas. Se incrementa la frontera de producción y la mayor parte de los agentes logran un nivel de vida superior al estadio previo.