Sorprendentemente y contra todo pronóstico, la actividad se acelera en medio de la ralentización global. Se pensaba que la economía española iría poco a poco perdiendo fuelle conforme se agotase el ciclo. Sin embargo, en el primer trimestre de este año el producto interior bruto creció un 0,7%, una décima más que en el trimestre anterior, según la estimación adelantada publicada este martes por el Instituto Nacional de Estadística. Después de un 2018 en el que el PIB había avanzado a tasas entre el 0,5% y el 0,6%, se vuelve a registrar el 0,7%, algo que no sucedía desde finales de 2017. Y lo hace empujado por la inversión empresarial y el empleo, sobre todo en la construcción, que además se beneficia de un fuerte aumento de la población calculada por el INE.
Tras una segunda mitad del año pasado marcada por la ralentización económica global, en España la inversión recobra impulso y suma un 1,5% trimestral. La de maquinaria, la más dedicada a exportar en el futuro, crece un 3,8%. Íntimamente ligado a estos datos de inversiones, la industria por fin retorna a tasas positivas pese a haber acusado el parón del comercio y los problemas del automóvil con los nuevos estándares medioambientales. Rebota con un robusto 1,4% trimestral.
“Pese a la incertidumbre existente, se trata de una buena señal que las empresas tengan confianza y consideren que hay motivos para invertir. Además, cuentan con un balance saneado y margen para hacerlo”, explica María Jesús Fernández, analista de Funcas. «Sorprende ligeramente que la inversión aumente cuando no lo hacen las exportaciones», añade Miguel Cardoso, economista de BBVA Research.
Tales datos abonarían la tesis de los principales organismos internacionales y el Banco de España: después del frenazo sufrido en la actividad global, en el segundo semestre de 2019 se viviría un cierto rebote. “El escenario central que barajamos para la eurozona es el de una ralentización que no acabe en recesión. La actividad se recuperará del ligero bache que atraviesa ahora durante la segunda mitad del año. Entre los motivos, la reacción del BCE, la resistencia que ha demostrado la inversión, las subidas de salarios que deberían tirar del consumo y la voluntad de las empresas de seguir contratando. Además, no se observa que se esté acumulando ningún desequilibrio alimentado por el crédito”, sostiene Marko Mrsnik, director de bonos soberanos de S&P. Esta previsión se confirmaría con el crecimiento conocido este lunes de la zona euro, situado en el 0,4% entre enero y marzo frente al 0,2% del trimestre precedente.
En España, uno de los motivos del mayor vigor exhibido reside en la construcción, que sigue mostrando una gran fortaleza al anotarse en el trimestre un incremento del 1,8% y dispararse la ocupación del sector un 11,3% interanual. En actividades inmobiliarias, el empleo protagoniza un salto del 9,8%. Lo bueno es que semejante recuperación no se está viendo acompañada de una fuerte alza del endeudamiento como en otras épocas, apuntan los expertos. Y todavía se está lejos de las cotas de producción alcanzadas durante la burbuja.
Eso sí, el consumo de los hogares se frena un poco y solo repunta un 0,3% trimestral, el menor incremento en cinco años y seis décimas menos que en el trimestre anterior. No obstante, este hecho podría considerarse en parte como algo saludable si se tiene en cuenta que llevaba toda la recuperación aumentando por encima de lo que lo hacían las rentas y dejando la tasa de ahorro en mínimos históricos. Sin embargo, como destaca Miguel Cardoso, hacia adelante se antoja bastante difícil que se mantenga el crecimiento del 0,7% trimestral con el consumo subiendo solo al 0,3% y las exportaciones cayendo. «Llama la atención que el gasto de las familias no haya aumentado más después del incremento del salario mínimo y todas las transferencias públicas en pensiones y salarios de las Administraciones», señala Cardoso.
Al haberse producido dichas transferencias, también sorprende que el consumo público arroje un crecimiento por debajo de lo que lo hace la economía: un 0,4%, un ritmo menor del que registró durante el segundo semestre del año pasado.
Pese al mantenimiento de la actividad en el ámbito doméstico, en el exterior la fragilidad continúa y las exportaciones españolas se siguen resintiendo. Caen un 0,5%. Sin embargo, al moderarse el consumo interno las importaciones retroceden un 1,1% entre enero y marzo. De ahí que la demanda exterior aporte 0,2 puntos en términos anuales y no un -0,2 como se dio en el trimestre anterior.
Otra clave de la resistencia exhibida reside en los buenos datos del mercado de trabajo. Solo entre enero y marzo, la población estimada por el INE subió en 23.000 los españoles y en 73.000 los extranjeros. Y crece así por tercer trimestre consecutivo. Lo cual hace que mejore mucho el empleo. En economía, o se crece porque se pone a más gente a trabajar, o porque los que ya están ocupados hacen más. Entre enero y marzo, la ocupación engordó un 0,7%, lo mismo que el PIB. Es decir, solo se creció por el incremento del empleo pero no porque mejore la productividad.
Algunos expertos sugieren que España se adapta bien a la nueva economía de servicios, caracterizada por ofrecer mucho puesto de trabajo poco cualificado. De hecho, el empleo en el comercio, transporte y hostelería mejora un 3% interanual. La otra rúbrica que apuntala la creación de puestos de trabajo son las actividades profesionales, con un avance del 4,5%.
Por otra parte, el hecho de que esté aumentando tanto la población podría hasta cierto punto respaldar las previsiones del FMI para España, que ven difícil que el paro baje mucho más. Aunque se seguiría creando empleo, buena parte se haría a bajos costes y ocupando a extranjeros atraídos por la recuperación de sectores que requieren mano de obra poco productiva. Pero no tanto entre los nacionales, por lo que de cumplirse los pronósticos del Fondo la tasa de desempleo descendería, al menos, a ritmos más lentos.