- El alza se consolida y alcanza el 51,5% en los ejercicios de 2020 y 2021
- En año de récord de recaudación, los ingresos no superan el 43,7%
- Desde 2007 no hay superávit y se encadenan 14 años de desajuste
El gasto público de España bate récord y se instala por primera vez por encima del 50% del Producto Interior Bruto (PIB). El país acumula así dos años consecutivos -2020 y 2021- en los que el desembolso medio alcanza el 51,5%, tras rebasar todos los hitos históricos de gasto. Sin embargo, las cifras de ingresos no acompañan a los gastos y ahondan en el déficit público. En 2021, con récord de presión fiscal y de recaudación del Estado, los ingresos no han logrado superar el 43,7% del PIB.
Así lo ponen de manifiesto los datos de la Intervención General de la Administración del Estado. En 2020, el pasivo llegó al 52,4% del PIB y en 2021 al 50,6%. Desde 2007, España no ha tenido superávit, aunque el déficit entre 2017 y 2019 fue moderado.
El desajuste aceleró a partir de 2020 como consecuencia de la pandemia. Los años anteriores a 2019, el gasto se situaba en torno al 42% del PIB, casi diez puntos por debajo de las cifras actuales. En el año 2021, España cerró el déficit en el 6,76% del PIB después de firmar un 10,08% del año anterior.
Pese a la leve corrección del año pasado, el gasto en 2021 se situó un 15,8% por encima del de 2019, con un dinamismo notable de los componentes no ligados al Covid-19 (6,9% con respecto a 2020). Al mismo tiempo, la deuda pública se situó en el 118,4% del PIB, reduciéndose 1,6 puntos con respecto a 2020. Las últimas proyecciones del Banco de España (BdE), publicadas el pasado 5 de abril, anticipan una continuación en la mejora del saldo de la Administración. No obstante, el BdE calcula que permanecerá en niveles elevados en todo el horizonte de proyección.
El déficit estructural está en máximos en España y permanece en el entorno del 4%
Según un informe publicado ayer por el BdE, estas proyecciones -que no incluyen medidas de consolidación, al no existir todavía ningún plan aprobado al respecto- sitúan el déficit de las administraciones públicas en 2024 claramente por encima de su nivel previo a la pandemia, en consonancia con el déficit estructural español.
Precisamente, el déficit estructural -el que no depende de las fluctuaciones económicas si no de los gastos fijos- está en máximos en España. El FMI calcula que España ha salido de la pandemia con un saldo estructural negativo de hasta el 4%.
La cifra será difícil de corregir en el corto plazo. Según las estimaciones del Banco de España, en 2024 será todavía superior al 3%. En este sentido, la invasión de Ucrania ha supuesto no solo un escenario macroeconómico más negativo a corto plazo, sino también una mayor presión sobre el gasto público. Esto se ha traducido, de momento, en la aprobación por el Gobierno, a finales de marzo, de un Plan de choque que elevaría el déficit en 0,5 puntos del PIB, si bien su vigencia es temporal. Pese a ello, la deuda pública registrará un cierto descenso, hasta situarse algo por encima del 110% del PIB, como consecuencia del crecimiento del PIB nominal, que más que compensaría el efecto de los saldos negativos previstos en estos próximos años.
«En ausencia de un plan de consolidación y dado el previsible incremento de los gastos ligados al envejecimiento de la población, la deuda pública tenderá a mantenerse o a aumentar en años posteriores, lo que supone un claro riesgo para la economía española y para sus agentes», apunta el BdE en el informe publicado ayer. «Reforzar la sostenibilidad de las cuentas públicas españolas exigirá implementar con rigor un plan de consolidación fiscal plurianual», añade. «Dicho plan debería poner especial énfasis en la composición del ajuste entre los ingresos y los gastos, en tanto que esta resulta determinante para minimizar los efectos adversos sobre el crecimiento económico de una consolidación fiscal», concluye.
Subida de tipos
El déficit estructural de los últimos años estaba compensado por unos tipos de interés inferiores al crecimiento potencial de la economía. Sin embargo, el aumento de la inflación en la mayor parte de las economías emergentes llevó a los bancos centrales a acelerar, desde mediados de 2021, el ciclo de subidas de tipos de interés oficiales. Esto dio lugar a un fuerte repunte de los tipos de interés a largo plazo en moneda local, agudizado en algunos casos por tensiones sociales y políticas.
«De esta forma, este diferencial favorable puede ir desapareciendo en los próximos años», alerta el Banco de España (BdE). «Por eso, cuanto más se tarde en anunciar medidas que contrarresten el actual déficit estructural y los crecientes gastos por el envejecimiento de la población, más probable será que los agentes comiencen a desconfiar de la aplicación efectiva de dichas medidas o más probable será la aparición de una nueva perturbación económica negativa, a la que nuestra economía se enfrentaría con una limitada capacidad de maniobra», añade.
Los bajos niveles de los tipos de interés registrados en los últimos años propiciaron un descenso continuado de la carga de intereses en porcentaje del PIB, al tiempo que el alargamiento del plazo medio de la deuda limita el impacto a corto plazo de aumentos en los costes de emisión. En un escenario base consistente con las últimas proyecciones de la economía española en el que los tipos de interés de mercado se elevan de acuerdo con las expectativas de los agentes, la carga financiera de la deuda dejaría de reducirse, en porcentaje del PIB en los próximos años, según apunta el Supervisor.
Por otra parte, la invasión rusa de Ucrania también pondrán presión sobre el gasto público a corto y medio plazo. «En concreto, la reducción de la dependencia energética exterior de Europa podría significar una aceleración del proceso de transición hacia un aparato productivo más respetuoso con el medio ambiente», destaca el Banco de España en su último informe sobre la estabilidad financiera de las cuentas españolas.