18/06/2024
- La renta per cápita podría caer hasta un 20% en las tres próximas décadas
- Ya es demasiado tarde para buscar soluciones en la natalidad o inmigración
- La generación del baby boom no tiene reemplazo en los próximos años
La prosperidad económica de un país depende de muchos factores. Pero uno de ellos es sin duda su capacidad de crecimiento y de producción. Para crecer es necesario contar con los denominados factores de producción (trabajo, capital, tierra y quizá se pueden incluir otros como tecnología o capacidad empresarial), que son los motores que mueven el PIB. España y otros países desarrollados se van a enfrentar a la repentina pérdida de fuerza de uno de esos motores: si no se encuentra reemplazo para la generación del baby boom, el PIB per cápita de España podría caer hasta un 20% en las tres próximas décadas, sufriendo el mayor descenso de todos los países desarrollados, según ha publicado la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
La caída de la población en edad de trabajar dejará a la economía de España en una situación peliaguda para mantener los niveles de vida del conjunto de la sociedad. Salvo milagro de la productividad, las cuentas no salen. La jubilación de millones de trabajadores que aún tienen por delante una larga esperanza de vida deja una economía en la que unos ‘pocos’ (trabajadores) tendrán que producir todo lo que necesite consumir el conjunto de la población (jubilados, niños y los propios trabajadores). El déficit se puede compensar con importaciones, pero la experiencia nos dice que mantener un déficit por cuenta corriente mucho tiempo puede ser peligroso. ¿Cuál es la otra opción? Una caída del nivel de vida del conjunto de la sociedad o lo que es lo mismo, una renta per cápita más baja. Acostumbrarse a vivir con menos.
España se adentra en un momento histórico: las primeras hornadas de los baby boomers empezaron a jubilarse ya en 2023 y seguirán accediendo a la jubilación a lo largo de los próximos 17 años. Hay que tener en cuenta que en las próximas décadas la población de más de 66 años ganará peso y disminuirá la población en edad de trabajar. Según las proyecciones demográficas del Instituto Nacional de Estadística, entre 2023 y 2050 la población en edad de trabajar se reducirá en España en más de 800.000 personas, mientras que la población de más de 65 años aumentará en más de 6 millones. Se ha estudiado mucho el impacto que tendrá esta tendencia en la sostenibilidad de las pensiones, pero muy poco el que tendrá en el conjunto de la economía.
«El aumento de la longevidad y sustitución de la generación del baby boom por cohortes más pequeñas de población (las generaciones que han venido después han sido mucho más pequeñas en número) ejercerán un lastre del 8% sobre el PIB per cápita, ceteris paribus, en promedio en la OCDE durante las próximas tres décadas, y algunos países enfrentarán hasta un 20% de caída», aseguran desde la OCDE. Indagando en los datos del informe, ese «hasta un 20% de caída del PIB per cápita» se corresponde con la previsión de España, que es el país que sufrirá un mayor deterioro de su economía debido a este invierno demográfico. España se enfrenta al sorpasso en PIB per cápita de varios países de la OCDE en los próximos años.
La OCDE contempla dos escenarios diferentes en los que la economía de España sale mal parada. En el primero se estima que la edad de jubilación se mantiene sin cambios pese a la creciente esperanza de vida. En este escenario, el PIB per cápita de España (el mejor indicador para analizar la prosperidad económica de un país) sufre una caída del 20% en las próximas tres décadas. El segundo escenario introduce la variable conocida como ‘flexibilidad en la edad de jubilación’. Esta variable asume un retraso en la edad de jubilación que permite alcanzar una tasa de empleo superior a la del anterior escenario, lo que amortigua levemente la caída del PIB per cápita hasta el 15%.
Inmigración y fertilidad
Muchos se preguntarán o argumentarán que si el problema es la falta de población en edad de trabajar, por qué no apostarlo todo a la inmigración o a políticas que impulsen una mayor natalidad. Lo cierto es que ya es demasiado tarde para que esas políticas puedan revertir la situación sin generar el caos en la sociedad: «Una mayor fertilidad e inmigración podrían impulsar el crecimiento demográfico, pero no pueden prevenir el envejecimiento, dado el impacto duradero de las tendencias demográficas pasadas y la magnitud del envejecimiento proyectado en los países de la OCDE», advierten los economistas de esta organización. Además, habría que tener en cuenta que el reemplazo de la generación del baby boom requiere de unos perfiles específicos de trabajadores. No vale cualquier tipo de trabajador.
Otra opción pasa por alargar las carreras laborales y la tasa de empleo de los mayores, lo que podría mitigar la pérdida de PIB per cápita en España y el resto de los países de la OCDE, pero no es ni mucho menos la panacea, al menos en el caso de España y el resto de los países del sur de Europa. En otras economías con mercados laborales mucho más dinámicos y que presentan tasas de empleo estructuralmente altas, sí que supone un cambio importante (de perder renta per cápita a ganarla). Este es el caso de Suecia, Finlandia, Colombia o Dinamarca. Pero en España, la caída del PIB per cápita seguirá siendo de alrededor del 15%.
Unos mayores aumentos en las tasas de empleo de personas mayores en consonancia con las ganancias proyectadas en esperanza de vida pueden mitigar parcialmente el impacto negativo del envejecimiento en el PIB, reduciéndolo la caída del 8% al 3% en las próximas tres décadas en el conjunto de la OCDE. Pero en algunos países, ni la combinación de esta suerte de ‘milagro laboral’ y el retraso de la edad de jubilación serían suficiente: «Incluso si se cumplieran estos objetivos de empleo (que pueden ser ambiciosos dado el alcance de las reformas necesarias), el envejecimiento de la población seguiría reduciendo el ingreso per cápita en un 3% durante las próximas tres décadas, con grandes diferencias entre países: los países del sur y del este de Europa y algunos asiáticos dentro de la OCDE todavía muestran pérdidas proyectadas de hasta, por ejemplo, el 15% (España), el 13% (Corea) y el 11% (Eslovenia)», sentencia el informe de la OCDE.
Incrementar la productividad
Entonces, ¿cuál es la solución al drama de la demografía? El de siempre: la productividad (un indicador en el que España no destaca precisamente). Para incrementar el PIB per cápita hay dos opciones: un aumento la cantidad de factor trabajo (personas produciendo) o una revolución en la productividad (gracias a la tecnología-IA, educación, factor capital o una combinación de todas ellas) que permita a cada trabajador producir mucho más. «Por lo tanto, un crecimiento más sólido de la productividad laboral también debe desempeñar un papel clave para contrarrestar y potencialmente revertir este lastre», apuntan desde la OCDE.
El crecimiento de la productividad depende de multitud de factores, en particular de los cambios en la composición de las habilidades de la fuerza laboral, la inversión en tecnología que mejore la productividad y la innovación y el emprendimiento. Por lo tanto, comprender el impacto del envejecimiento de la población en cada uno de estos factores es clave, tanto a nivel micro como macro, aseguran desde la OCDE.
Por ello, «los cambios de comportamiento y las políticas pueden tener un impacto mitigador sustancial al aumentar la participación laboral en todos los grupos de edad, así como la productividad. La automatización, incluida la inteligencia artificial (IA), puede aliviar la escasez de mano de obra, aunque de forma un tanto incierta. Por el contrario, una fuerza laboral y una población de mayor edad pueden debilitar la innovación y el dinamismo económico, aunque la evidencia existente es contradictoria.
Como se señalaba al principio del artículo, los expertos de la OCDE creen que las políticas pueden influir en el envejecimiento de la población, a través de políticas de fertilidad e inmigración, pero no impedirán un envejecimiento sustancial en las próximas décadas. «Esto exige una mejor movilización de los recursos existentes, en particular apoyando el «envejecimiento saludable» y fomentando un mayor empleo y una mayor calidad del empleo. Se necesitarán importantes adaptaciones en las prácticas laborales, incluida la creación de equipos con edades diversas e invertir más en el aprendizaje permanente, junto con una productividad más tradicional. -mejorar políticas como abordar los obstáculos a la competencia, la inversión y la asignación de recursos».