La prosa del Barroco
Una introducción a la prosa barroca prestando especial atención a Quevedo y El Buscón y a Baltasar Gracián.
La prosa narrativa propiamente barroca presenta diversas formas:
- Novela picaresca, narrada en primera persona lo que la convierte en un relato autobiográfico. Es de carácter realista y presenta como protagonista a un “antihéroe”, el contrario absoluto del caballero y sus ideales, pícaro, de baja condición social que no llega a mejorar y que, pese a ciertos momentos de gloria y buena suerte, suele acabar mal. Es un tipo de obra moralizante, en la que la conducta extraviada siempre acaba recibiendo su castigo, y realista. Novelas como el Lazarillo de Tormes y Guzmán de Alfarache servirán de guía e inspiración para los autores de este género, entre los que destaca Vicente Espinel y su obra Relaciones de la vida del escudero Marcos de Obregón.
- Novela corta: se desarrollan en grandes ciudades y sus personajes suelen ser de clase alta, preocupados por temas de honor y de amor. Entre los autores que cultivaron este género se encuentran María de Zayas y Tirso de Molina, entre otros. Las Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes, escritas a imitación de los relatos renacentistas italianos, son su muestra más conocida.
- Novela satírica–costumbrista: narraciones cortas de carácter grotesco que reflejan las costumbres de la época. Su estructura es dialogada y su intención didáctica. Entre los autores de este género cabe nombrar a Cristóbal Suárez de Figueroa (El Pasajero) y Francisco de Quevedo.
- Novela filosófica–alegórica: uso de simbolismos y reflexión filosófica con intención moral. Su visión es pesimista.
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Autores relevantes del periodo
La prosa del Barroco es usada como arma de crítica, burla o reflexión. En su vertiente satírica se muestra despiadada contra la sociedad, criticando toda clase de vicios y defectos. Su autor más destacado es Quevedo.
La prosa moral y didáctica es pesimista ante la realidad, igual que la política, centrada esta última en la política española. Junto a Baltasar Gracián y Saavedra Fajardo, encontramos de nuevo a Quevedo entre los autores que más destacan.
En esta época se escribió crítica literaria, hablando de los usos lingüísticos y dirigidas a personajes de las artes o las letras.
La prosa del Barroco es usada como arma de crítica, burla o reflexión. En su vertiente satírica se muestra despiadada contra la sociedad, criticando toda clase de vicios y defectos. El mundo se observa con pesimismo y desengaño radicales, reduciendo la realidad a ilusión y engaño.
La prosa política recoge el pensamiento barroco sobre el gobierno y administración del estado. Diego Saavedra Fajardo ofrece en su obra Empresas políticas una guía para la formación política de un príncipe cristiano, a lo largo de cien emblemas. Gracián describe las cualidades políticas y virtudes del gobernante en El político don Fernando el Católico, tomando a este rey como espejo de príncipes. Quevedo también se sirve de la biografía histórica en Vida de Marco Bruto para reflexionar sobre el clásico dilema del tiranicidio.
Francisco de Quevedo
Quevedo nació en Madrid, en el año 1580. Estudio en un colegio de jesuitas, pasando luego a Alcalá de Henares y Valladolid. Doctor en Teología, hablaba hebreo, griego y latín. Vivió un tiempo en Italia y murió en el año 1645, en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real).
Su lengua viperina, reflejada en sus escritos satíricos y su extraordinario dominio del lenguaje le convierten en uno de los más admirados autores españoles. En su tiempo tuvo fama de crítico severo y sus letras satírico-burlescas le proporcionaron en enemistades entre sus coetáneos.
Escribió poemas satíricos y burlescos, como veremos. En cuanto a su poesía amorosa, está considerada la más importante del XVII: probablemente Amor constante más allá de la muerte el más conocido.
Escribió también teatro (comedia y entremeses) y además de su narrativa y poesía, algunas obras políticas, ascéticas, filosóficas e, incluso, realizó algunas traducciones de calidad de textos latinos y hebreos, junto a otras no tan buenas, del griego.
El Buscón
Esta es la única novela escrita por Francisco de Quevedo y datada entre los años 1603 y 1608. Está dividida en tres libros de siete, seis y diez capítulos.
Aunque algunos estudiosos de la literatura no están de acuerdo, suele ser clasificada dentro del género picaresco. Efectivamente, cumple con las características:
- Es autobiográfica.
- El protagonista es de baja extracción social.
- Le suceden aventuras y desventuras que le proporcionan pocos honores y acaba marchando a América donde no logra tampoco mejorar su suerte, pues, según palabras del protagonista Y fuéeme peor, como v. m verá en la segunda parte, pues nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar y no de vida y costumbres.
También es cierto que Quevedo no pretende dar un efecto moralizante a su obra, cosa que la diferencia de otras del género. Algunas de las acciones del protagonista, condenables desde una perspectiva moral o ética, quedan sin castigo. Salvo la frase final, “pues nunca mejora su estado…” no encontramos en la obra un discurso moralizador, lo que indica que la intención del autor al escribir la novela es lograr la comicidad: reír con las ocurrencias del protagonista.
El estilo satírico es excesivo, con descripciones grotescas de los personajes, en un resto típico barroco. Las descripciones exageran las deformidades físicas y las faltas morales.
Quevedo muestra un gran dominio del lenguaje con un vocabulario muy amplio con el que crea juegos de palabras magníficos a base de dobles significados, chistes y groserías. Así, hablando de su padre, nos dice el protagonista: Dicen que era de muy buena cepa, y, según el bebía, es cosa para creer, jugando con la palabra “cepa” en los sentidos de origen de una familia o linaje y de tronco de la vid y logrando con ello crear en el lector la imagen de un ser permanentemente borracho.
Baltasar Gracián
Nació en Belmonte, cerca de Calatayud, en 1601. Se ordenó sacerdote en la Compañía de Jesús, y ejerció de profesor de Gramática y Teología. Su producción literaria contó con la oposición de sus superiores jesuitas, quienes finalmente lo confinaron a Graus, muriendo poco después en 1658. A su carácter orgulloso y tenaz hay que unir su persistente vocación intelectual. Su obra, de marcado estilo conceptista, se esfuerza por expresar su visión moral del mundo y sus ideas sobre ética y estética.
Escribió diversos tratados morales: El Héroe, que persigue la formación del hombre perfecto en sus cualidades y comportamientos. El Discreto, que ofrece un manual práctico “para todo aspirante a la discreción”.
Pero el más interesante es Oráculo manual y arte de prudencia, una recopilación de 300 breves aforismos con consejos para comportarse con sabiduría y triunfar en la vida: Elegir siempre un modelo elevado, No quejarse nunca, No relacionarse con necios, Tener siempre algo que desear, No cansar, No ser presumido… El Oráculo fue muy elogiado por los filósofos Schopenhauer y Nietzsche, y sigue siendo un texto de plena vigencia: La versión inglesa vendió más de 150.000 ejemplares en 1992 al ser presentado como un manual de ayuda para ejecutivos.
El Criticón es la única novela de Gracián, donde expone su visión crítica y desengañada sobre el mundo mediante personajes alegóricos que recorren una larga peregrinación por el camino de la vida.
Critilo (símbolo del hombre juicioso, prudente y desarrollado) y Andrenio (encarnación del estado natural, inculto y primitivo) conversan mientras caminan por España, Francia, Alemania e Italia, que a su vez representan la niñez, juventud, madurez y vejez. Critilo hace ver a Andrenio la falsedad y engaños del mundo, reflexionando sobre las dualidad entre apariencias y realidad. La vida se presenta como una lucha llena de trampas en que se puede caer. Se trata de una mirada amarga y desolada, aunque su pesimismo alberga una esperanza en los dos virtuosos protagonistas, que consiguen escapar a la mediocridad reinante alcanzando la fama eterna.
El estilo de Gracián se caracteriza por el ingenio verbal, la culminación del artificio barroco y por la precisión y el rigor expresivos.
Fuente: MAREA VERDE