Por encima de mi cadáver

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29 años después del accidente nuclear más importante de la historia, el asunto Chernóbil sigue trayendo a mal traer a la comunidad internacional. Los apaños con los que se intentó solucionar el tema, en forma de «sepulcro» de hormigón se han mostrado insuficientes. Y la radiactividad detectada en el reactor afectado (el número 4) hace imposible que los trabajos que se realizan para el sellado definitivo tengan lugar allí mismo. Se construye una enorme cúpula, a 300 metros de distancia, para trasladarla por carriles en cuanto esté acabada.

El reactor en cuestión, ahora mismo, es una verdadera «gusanera», un amasijo de sustancias radiactivas que ni los mismos científicos saben en qué estado está. En este caso no vale lo de «¡virgencita, virgencita, que me quede como estoy!», porque como no se haga nada, el desastre puede reproducirse. Urge matar al muerto, porque aún no está lo bastante muerto. Y, o lo enterramos, o nos entierra él.

En el artículo de prensa dedicado al efecto se puede ver un esquema del proyecto (haciendo clic sobre el dibujo se ve a gran aumento), la estructura móvil más grande jamás construida, que se calcula esté terminada en el 2017. Problemas de financiación están retrasando las obras, pero se supone que, cuando se finalice, la seguridad estará garantizada por unos cien años. Además, un vídeo de unos 3 minutos nos resume el asunto.

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