El Eugenia de Montijo tiene un equipazo. Solo así se explica que les sacasen ya 50 puntos al final del segundo cuarto a nuestras aguerridas muchachas. Dicho lo cual, jugamos (dentro de nuestras posibilidades) un partidazo.
Hicimos en la cancha, casi al milímetro, lo que teníamos que hacer. Ayudas para subir el balón (en forma de numerosísimas dejadas, que ya salen bien, salvo en las ruedas de calentamiento), rebotes bajo nuestro aro (cuando las fallaban), defensa en medio campo (los contraataques que nos hicieron fueron robos al cruzar la línea, y contra eso no se puede hacer nada, de momento), atención en las marcas individuales, colocación correcta de todas las jugadoras en las posiciones estipuladas, e, incluso, varios intentos de ejecución del sistema ofensivo que apenas hemos practicado ¡en un entrenamiento! (y que estuvo a punto de valernos un par de canastas). Emocionado observé la improvisación que cierta jugadora nuestra, jugando de pivote, hizo, dejándole el balón a la que venía, y no a la que tenía que venir (¡Nicole, olé!).
La canasta final fue el merecidísimo premio a nuestros esfuerzos. No hubiera sido justo que después de tantos intentos de Nicole, Daniela, Lucía o Carlota nos hubiésemos ido de vacío. Estoy orgullosísimo de mis chicas, que, además, aguantaron todo el partido sin grandes muestras de cansancio.
Daniela Chirito y Nicole Marinova cumplieron a la perfección su labor de subir el balón. Sus dejadas lograron levantarme del asiento (mentira, si no me senté en ningún momento). En el rebote defensivo estuvieron muy bien, peleando contra gigantes, y llevándose muchos. Camila Pajares, en una posición nueva para ella, colaboró estupendamente, y estuvo muy atenta en defensa. Marta Garrido y Mercedes Palomo, en su ingrata labor de 4 y 5, corrieron como motos (sacrificado papel, pero eficaz, llegamos más al ataque si ellas despejan el camino de adversarios). No perdieron balones, además, y consiguieron abrir la defensa rival. Mercedes incluso acabó con «heridas de guerra», dando muestras de valentía y coraje (el árbitro no era de los que pitan las faltas, mecachis en la lechuga).
Carlota Escohotado dió muestras, una vez más, de su rapidez y fundamentos, aunque, eso sí, el partido se fue «a derechas» (tú ya me entiendes). No encestó varias por verdadera mala suerte. Carla del Tronco estuvo bien en su labor de pivote, defendió perfectamente y ayudó en ataque lo que pudo. Lucía Sánchez Lasheras, más descargada esta vez de la labor de «base», brilló en el tiro (suya fue la canasta, y ¡a tablero!) y en el rebote, labor en la que recibió la impagable colaboración de Andrea Parrondo (muy altos muy altos, pero no saltaban, y cuando entrábamos a por los rechaces de ataque, eran nuestros), que también defendió muy bien. Y Candela Moreno, con su garra habitual (el chico, o la chica, que tiene delante suele disminuir, a ojos vista, de tamaño y de intenciones), estuvo muy luchadora, tanto en ataque como bajo nuestro tablero.