Los «piolines» atacan de nuevo
Gran partido el disputado entre 4ºB y 1ºZ, en el que los nervios y las circunstancias extradeportivas tuvieron mucho que decir. Comento esto porque los «piolines», haciendo honor a su fama, a punto estuvieron de dinamitar en su contra un encuentro que tenían bien encarrilado. Su «acoso» a los anotadores (como le dije a Daniel, su capitán, lo son todas las personas autorizadas por el árbitro para sentarse al lado de quien anota «de facto») y la discusión que siguió les costaron, en el descanso, dos técnicas y una descalificante. Cierto es que, en el resultado final (39-30, para 1ºZ) ) tuvieron más que ver los nervios de los pequeños (que en el último cuarto perdieron un cerro de balones), que otra cosa, pero les podía haber pasado cualquier desgracia.
¿Y cómo se llegó hasta ahí? Pues primero habría que decir que los comentarios previos al partido no eran muy halagüeños en las filas de 4º. Éste que les habla llegó a oír, textualmente: «¡nos van a meter la del pulpo!» Lo cual explica bastante lo que pasó al final. Pero vayamos por partes.
El primer cuarto fue de una igualdad absoluta. Mientras Pedro Tomás tiraba del carro de los suyos, Carlos Martín encontraba la ayuda inesperada de Adrián Sevilla (un triple tremendo) y de Álvaro. Terminó 10-9 para 1º. En el segundo parcial siguió en su línea el hijo de JuanPe, incluida alguna canasta de fantasía, pero lo tremendo para los de 4º fue su coincidencia en la pista con Carlos Bodega. El parcial de 11-0 para las «Twin Towers» fue demoledor.
Y en esto llegó el descanso y los sucesos parcialmente narrados. Se llevó la peor parte Pedro Tomás, que no supo callarse a tiempo y por defender a su amigo (cuya conducta hubiese ya merecido de por sí una descalificante, y no una simple técnica), eso sí, de manera totalmente improcedente, fue expulsado.
No fueron lo peor los seis tiros y posesión que vinieron a continuación, sino la ausencia en el juego de la estrella (hasta ese momento lo había sido) de los mayores., lo que les complicó las cosas. Envalentonados, los debutantes ganaron el vibrante tercer cuarto 16-11, y el marcador se apretó hasta solo seis arriba para los favoritos. En el último cuarto, la temprana eliminación por faltas de Carlos Bodega puso la guinda que faltaba. Con ocho de ventaja en esos momentos, pero poco tiempo por delante (cuatro minutos), hacía falta una eficacia rayana en la perfección para que los de 4º diesen la vuelta a la tortilla. Pero los ya comentados nervios hicieron su aparición, y además, enfrente, chocaron con la sensatez y el buen hacer de Cristina e Iván, que, bien acompañados, hicieron valer su renta.
Por el equipo ganador, jugaron así:
Daniel Virué, todo calma y deportividad, se mostró por momentos desbordado por los estallidos de la santabárbara de su barco, que si no naufragó esta vez fue más por la falta de veteranía de los rivales que por los aciertos propios. En empresas mayores, que ya llegarán, la cosa puede que no tenga remedio. Jugó bien, tanto en defensa como en ataque, aportando seguridad y firmeza, aunque le faltó su canastita.
Sergio Román estuvo fuerte en el rebote y defendió bien. Metió una canastita en ataque, con lo cual se podría decir que su aportación fue excelente. Sin embargo hay que decir que se hace notar, desfavorablemente, por sus exclamaciones en la pista (que pueden ser tomadas, a veces, como una falta de respeto hacia los adversarios, y ser susceptibles de penalización). A punto estuvieron de costarle alguna técnica.
Compañero suyo, en ese sentido, fue Iván Pascual, que parece que le ha encontrado gusto a alardear de fundamentos ante los adversarios. Llegó a estar rodeado, en ocasiones, por hasta tres contrarios, pero eso no le hizo pensar en soltar el balón, porque parecía querer pasar entre ellos haciendo fintas y juegos malabares. En ataque estuvo muy bien, con tres importantes canastas, sobre todo la del último cuarto. Aportó liderazgo y veteranía en ausencia de los «capos» de su equipo.
Cristina Blanco hizo el mejor partido que se le recuerda en mucho tiempo. Más concentrada en el juego que en la protesta continua (su lacra personal), metió cuatro preciosas canastas, entre ellas un magnífico contraataque y una dificilísima entrada a canasta pasada. En el último cuarto se convirtió, por momentos y cuando más lo necesitaban los suyos, en el galgo que perseguían los «conejos» del equipo rival.
Juan Manuel Barrado fue, una vez más, el colaborador eficaz en defensa y en la conducción de balón. Estuvo sobrio (esta vez) y ayudó también en el rebote. Tiró poco, y se echaron en falta sus canastas.
Otro tanto cabe decir de Antonio Yumbo. Veloz, potente, y haciendo gala de su buen bote de balón, protagonizó algún que otro espectacular contraataque, colaboró eficazmente bajo los aros y defendió con energía.
Pedro Tomás Carrasco estuvo imperial mientra jugó. No pudieron con él sus defensores (ni la zona que ordenaron, tampoco), porque penetraba y ganaba la línea de fondo que era un gusto. Tremendas y vistosas algunas de sus canastas, sus doce puntos (solo hasta el descanso) tuvieron mucho que ver con el despegue de su equipo, pero pagó por convertirse en «abogado de pleitos pobres» y no saberse callar a tiempo (cosa que sí hizo el Sr. Bodega).
Carlos Bodega fue el líder que necesitaba 1º en la segunda parte. Su dominio bajo ambas canastas fue insultante (como siempre). Once puntos en ese tiempo fueron suficientes para conseguir una ventaja prácticamente inalcanzable. Puso algún «gorro» de bandera, pero su quinta falta a punto estuvo de ser irremediable (yo también tengo mis dudas, he visto en el acta que tu tocayo terminó con solo 2, y prometo consultarlo con Mrs. Pacheco). Si no lo fue, se lo debe a sus colegas que quedaron en pista.
Por los de 4º, que en realidad casi no se creyeron que podían ganar (¡ningún tiempo muerto!) compitieron estos individuos:
Alonso Romero, muy luchador, defendió con intensidad y se movió con su velocidad habitual. Acertó en los momentos decisivos (de hecho, fue el que mejor soportó la presión del último cuarto), con una canasta más tiro adicional que puso a los suyos a tiro de piedra en el marcador. Debió tirar más.
Víctor Oñoro, o «el rigor de las desdichas», jugó 5 escasos minutos, pero tuvo que abandonar el juego, alarmado ante un dolor en el tobillo que le hizo pensar en sus fantasmas (su reciente lesión)
Adrián Sevilla corrió lo indecible y puso ardor en defensa. Estuvo seguro en el pase y robó algún valioso balón. Valiente en ataque, provocó una falta de tiro y metió el triple ya comentado. Excelente, pues, su aportación.
Javier Martín colaboró, como siempre con su eficacia y seguridad en el pase y en la conducción de balón. No tuvo suerte en el tiro, a pesar de elegir buenos lanzamientos. Defendió con su potencia habitual.
Raúl López no fue el de anteriores partidos. Estuvo irregular. Se echaron en falta sus tapones, y, aunque reboteó magistralmente, no apareció prácticamente en ataque. Cuando lo hizo (en el tercer cuarto, tres canastas), su equipo vapuleó claramente a los rivales.
Abel Alameda sudó la camiseta, como siempre. Sus carreras subiendo el balón fueron la mejor respuesta de su equipo a las de Antonio en el bando contrario. No tuvo la suerte de otras veces en ataque, pero en defensa estuvo tan valiente como es habitual, y tuvo la mala fortuna de caer lesionado. Se le deseadesde aquí, una pronta recuperación al «ninja» de 4ºB.
Álvaro Rodríguez fue, esta vez sí, el escolta anotador que tanto necesitan los suyos. Estupendo en el manejo del balón, penetró en la zona enemiga siempre acertadamente y metió ocho puntos que pudieron ser más. Si además hacemos notar que recuperó balones y colaboró en el rebote, su valoración se va por las nubes.