Todas las profesiones han tenido sus pequeños precursores infantiles. Ahora que estamos en Reyes, recordar El Cheminova o el Quimicefa sembrará la nostalgía entre los Químicos. Un ábaco o un cubo de Rubik harán soltar alguna lagrimita a quienes se hayan dedicado a las Matemáticas. Al Monopoly seguro que jugaba más de un economista cuando era pequeño. Hasta los que ejercen la Medicina o los veterinarios tuvieron en tiempos mozos sus Kits de Anatomía, de Primeros Auxilios o de Exploración en forma de coloridos maletines plásticos.
Ahora también, y no ha sido idea de Tadeo Jones, los futuros arqueólogos tienen su juguete. Y es una pasada. Por sencillo y por didáctico. Un bloque de yeso en el que hay que encontrar, cincel y martillo en mano (todo de plástico, aunque, eso sí, duro) piezas del esqueleto de un dinosaurio (que posteriormente se montará completo). Se promete paciencia, emoción diaria y eficacia garantizada (¡ y al final no falta ninguna pieza!)