Liga Interna 2016-17 (9)

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Confianza ciega

La igualdad, tanto en el juego como en el marcador, presidió el duelo entre 1ºA y 1ºB, quizás los dos máximos candidatos al título. Ninguno de los contendientes tuvo una ventaja mayor de tres canastas y la diferencia de dos puntos al final (19-17) bien pudo convertirse en empate si los finalmente derrotados hubieran acertado en la jugada final.

Pero hay una cosa que no se entiende, y es que los dos equipos decidiesen jugarse «las lentejas» mirándose directamente a los ojos, sin pausa, reposo o instrucciones dictadas por el raciocinio, improvisando sin ningún rubor. Lo cual mayormente quiere decir que, aunque los tiempos muertos están para algo (y en el período final paran el tiempo de juego), la confianza ciega en las propias fuerzas hizo desprecio y escarnio de pizarras, directrices y estrategias preconcebidas. Y lo cual, a mayor abundamiento, tiene mucho que ver con la raza y las tablas de los líderes anotadores de 1ºA (Pedro Tomás Carrasco) y 1ºB (Raúl López), que arrastraron a sus compañeros a la tensa batalla en pro de una incierta victoria.

Sin embargo, un punto negro me llena de zozobra: la confesión del capitán de los vencidos, tras el final del partido, de que no sabía que perdían solo de dos. Esa ignorancia no le libra de la grave responsabilidad de tener a los suyos informados puntualmente del resultado, con lo cual, si hubiese sabido el tanteo imperante en el minuto final, la preparación de la jugada final en un tiempo muerto era de manual.

Por 1ºB jugaron los siguientes sujetos:

Raúl López lo intentó todo, y se creció ante las enormes dificultades que presentaba la empresa. Intentó responder a las acometidas de Pedro Tomás con sus armas habituales, penetrando con valentía y habilidad, y convirtió por momentos el partido en un tuya/mía con el hijo de JuanPe, que bebió en una ocasión la amarga cicuta del máximo taponador de la Liga. Los rebotes defensivos fueron suyos, y sus 7 puntos, aunque escasos, fueron la mayor anotación de su equipo.

Javier Martín, intendente mayor, colaboró como siempre en la subida del balón, bloqueando cuando era necesario, botando cuando hacía falta y pasando siempre con criterio. Sus dos canastas ya no son una sorpresa, pues su fino tiro, que practica poco, suele garantizar acierto.

Alejandro Mansilla jugó con su inteligencia habitual, defendiendo bien, robando balones (cortó con un salto asombroso un contraataque rival) y colaborando en el rebote y el la circulación de la pelota. No tuvo suerte en el tiro de tres, pero metió ¡una canasta de dos! (lo nunca visto), lo que anuncia quizás una reconversión a empresas más razonables. Un servidor, chapado a la antigua, amante del basket lógico y mesurado, el que se practicaba cuando no existía esta febril moda del triple (¡ese Llull, ese Curry!), siempre aplaudirá las canastas fáciles y pondrá mala cara ante los desmesurados intentos intentos de dar espectáculo (y esto no va por el bueno de Alejandro, cuya selección de tiro nunca es mala).

Adrián Sevilla tuvo que ejercer de nuevo de base, labor en la que se apaña muy bien, pero se echaron en falta sus puntos, pues sus penetraciones no tuvieron la eficacia habitual ni le dejaron practicar lo que mejor hace, el juego de «palomero». Y es que los enemigos, avisados de los puntos fuertes de Raúl & friends, bajaban a defender como almas que llevase el diablo. Aún así, metió una canasta cuando las cosas estaban tiesas (en el último cuarto).

Pepe Rodríguez fue el esforzado y luchador «center» al que ya estamos acostumbrados. Brilló especialmente en el rebote, pescando algunos en ataque que le dieron excelentes ocasiones para anotar, suerte en la que no le acompañó la idem (el día que entre la bolita no será extraño que anote diez puntitos, con lo cual, posiblemente, 1ºB dará un salto de calidad). Su aportación fue valiosa, no obstante, pues su única canasta tuvo lugar en los momentos finales.

En los de 1ºA estuvieron:

Guillermo Rubio, que volvía a su equipo tras un paréntesis, empezó muy fuerte, con la canasta inicial, y todo hacía pensar en que no echaría en falta la inactividad, pero el resto del partido, a pesar de que luchó mucho y defendió con acierto (a él se debe también la pobre anotación de Adrián Sevilla), estuvo un tanto oscuro, algo cohibido en ataque, a pesar de que tiene grandes cualidades para anotar. En todo caso, un notable, tanto en la conducción de balón, como en el pase.

Alejandro Fernández, en su línea habitual, fue el amo de los rebotes bajo el propio aro. En la canasta opuesta, aunque lo intentó mucho, no pudo con los larguísimos brazos de Raúl López. No obstante, metió una canasta en su especialidad (la «pesca de altura»). Se mostró, una vez más, imprescindible, para liberar a Pedro Tomás del trabajo sucio de «center», que al Sr. Carrasco no le gusta, y que él realiza a la perfección, como buen émulo del legendario Raúl Orejana.

Rubén Ajenjo, en ausencia de algún que otro jocoso concursante, fue la alegría de la huerta, con su sentido lúdico del baloncesto (tan importante para relajar tensiones, en un partido como este). Dejó una muestra de sus facultades para el basket con un espectacular triple. Muy aplicado en defensa, dificultó sobremanera las maniobras y las penetraciones de los rivales (sobre todo del Sr. Sevilla).

Cristina Gálvez, que reaparecía, fue un torbellino vivaz y peleón. Su mezcla de agilidad felina y endiablada rapidez fue un tormento para los que hacían circular el balón en 1ºB. Recuerda, por momentos, a otra tocaya. por su inteligencia y seguridad jugando. Le faltó lanzar sobre el aro contrario, aunque tiene un fino tiro desde cerca y podría ser anotadora de diez puntos por partido si lo intentase.

Sergio Muñoz, largo tiempo alejado de las canchas, acusó la inactividad, y mostró signos de desmoralización, impropios en alguien de su vitalidad y alegría. Debe insistir, pues seguro que disfrutará de momentos divertidos entre estos compañeros. Y de paso, aprenderá algo de disciplina de grupo (aunque este concepto no gusta demasiado en este equipo) y hará ejercicio, que no le viene mal.

Pedro Tomás Carrasco fue el hilo conductor de los suyos, a los que llevó en volandas hacia el triunfo, con un aplomo de veterano en los momentos finales (él sí que sabía el tanteo). Feliz por no tenerse que dedicar a «pegarse bajo canasta» (se nota mucho que llega fresco al último cuarto), dejó rienda suelta a su creatividad en ataque y maquinó para encontrar buenas posiciones de tiro o para culminar sus penetraciones de fantasía. Autor de 12 puntos, fue el MVP del partido.

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