Todo en este tema parece (o es, más bien) de ciencia ficción. Y no voy a hablar de las graves amenazas que en todo el mundo se han detectado sobre la población de insectos, que eso será otro día. Se trata de enfrentar una enfermedad vírica sin tratamiento, que afecta a millones de personas cada año y es endémica en más de 100 países: el dengue.
El caso es que, a pesar de las investigaciones en marcha, la vacuna ideal no aparece y la terapia no es lo suficientemente eficaz como para evitar la aparición, en algunos enfermos, de complicaciones.
El dengue produce fiebre, erupción cutánea, dolor de cabeza y bajada de las plaquetas en sangre. En principio leve, como una enfermedad catarral, eventualmente puede evolucionar a un cuadro clínico grave, con hemorragias, que puede ser letal.
Y ahora llega la bomba. Tras años de luchar por la erradicación del mosquito, reputados científicos han optado por otra estrategia. Infectar mosquitos con una bacteria parásita (la wolbachia), que «compite» con el virus y les vuelve incapaces de contagiar el dengue. Liberados sobre zonas urbanas, se prevé que, al cabo de unos años, se conviertan en la población dominante de «Aedes Aegypti» (y produzcan únicamente molestas picaduras, como todos los mosquitos «buenos»).
La granja que se proyecta construir en Brasil fabricará 5.000 millones de mosquitos al año y aunque no cuenta aún con el beneplácito de la OMS, sus promotores aseguran que, al tratarse de una técnica «limpia» (no hay manipulación genética), no habrá mayores problemas para su inauguración.
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Espléndido artículo de opinión, de Javier Sampedro, haciendo clic aquí.