Mecenas de la educación: El 85% de los empleos que habrá en 2030 no se han inventado todavía

elEconomista.es
25/09/2019

Las industrias deben transmitir cuales son las parcelas que les interesan

La mayor inversión de un país es en educación, aunque España esté en camino de aprobar otra ley educativa, hayamos tenido un comienzo de curso con una ley (LOMCE) cuayas medidas más controvertidas están anuladas y tengamos un gasto educativo por estudiante a tiempo completo menor que en la mayoría de países de la OCDE.

Según datos de la OCDE, en 2016, España gastó un total de 9.500 dólares por estudiante frente a los 10.500 dólares en la media de países de OCDE. Y esto es un grave problema. El filósofo José Antonio Marina ha indicado que «con el 4,24 por ciento del PIB dedicado a educación no podemos tener un buen sistema educativo».

Por tanto, resulta fundamental el apoyo a la formación y educación de un país, más allá de las políticas públicas que ejecuta el Gobierno. Las empresas españolas a través de su RSE apuesta por la educación para proyectos, becas, creación de fideicomisos o prestación de servicios en especie, como sistemas informáticos o software. Según el informe de la Fundación Varkey, las diez empresas que más gastan en RSE relativa a la educación en la lista Global Fortune 500 son Banco Santander (más de 166 millones de euros), IBM (casi 122 millones de euros), Telefónica (más de 110 millones), Exxon Mobil (98 millones de euros), Target (más de 80 millones), GlaxoSmithkline (más de 73 millones), Microsoft (más de 73 millones), Toyota Motor (71 millones de euros), Rio Tinto Group (más de 69 millones), Wells Fargo (más de 69 millones). Se trata de cifras que son el resultado de la media de los años 2011 y 2013.

Apoyar la educación es una de las formas más duraderas de contribuir a la construcción de un país, además es una de las palancas más importantes para superar las desigualdades y acelerar el desarrollo humano y, por ello, es una prioridad muy alta para el gasto de responsabilidad social corporativa.

Universidad-empresa

Hoy, la necesidad del binomio universidad-empresa es imprescindible pues las tecnologías aceleran la adaptación a nuevos entornos globales y dinámicos. Las industrias deben transmitir a la universidad cuáles son las parcelas de conocimiento que más les interesan como una fórmula para adaptar mejor la oferta a la demanda. Y más, cuando el 85 por ciento de los empleos que habrá en 2030 no se han inventado todavía. «Las empresas demandarán en los próximos años profesionales flexibles, transversales y que sepan anticiparse a los nuevos empleos», apunta el informe Talent Trends Report 2019. «Muchas empresas están apostando por los robots en trabajos repetitivos de ensamblaje o para realizar, mediante drones o maquinaria inteligente, tareas peligrosas para el ser humano. Donde algunos ven una amenaza para el talento humano, muchos lo consideran como una oportunidad de transición hacia los trabajos del futuro», apunta el informe.

Y en esta misma línea, la OCDE concluye que las mejores expectativas de empleo están en aquellos alumnos con habilidades en el campo de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC).

No obstante, aún tenemos algunos obstáculos que superar. España no es un país con una tasa de graduados con Canadá. El nivel de la población española con estudios superiores, entre 25 y 64 años, en la última década, ha pasado del 51,1 por ciento al 60,2 por ciento. Esta cuestión también influye en los salarios. La población trabajadora con un título de Segunda Etapa de Educación Secundaria gana en España, el 40 por ciento menos que quienes cuentan con una licenciatura o doctorado universitario.

Si se atiende a esa tasa de población que no tiene formación, las cosas empeoran. La tasa de ninis –jóvenes de entre 15 y 24 años que ni estudian ni trabajan– se situó en el 12,4 por ciento en 2018, cifra similar a la del año 2000, que fue del 12,2 por ciento, después de llegar a techos del 18,6 por ciento en 2012, en plena crisis, según el Informe Indicadores comentados del sistema educativo español 2019, editado por las fundaciones Ramón Areces y Sociedad y Educación. Asimismo, Rafael Pampillón, catedrático de Economía del Instituto de Empresa y de la Universidad San Pablo CEU, pone el acento en la comparación con la UE «tenemos un millón más de gente que no pasa de la ESO». En contraste, «tenemos más escasez en los que hacen Formación Profesional (FP) de grado medio, sólo 630.000 jóvenes, cuando nos corresponderían 1.700.000. Nos falta un millón de personas que pasasen a FP. Esa falta de alumnos en FP hace que la productividad de nuestros trabajadores sea menor».

Por ello, la única puerta hacia el éxito será la de involucrar al tejido empresarial con la educación, para así, superar las barreras conceptuales y de sus ámbitos de actuación, dirigiendo sus esfuerzos en una única dirección: contribuir a dar respuestas que permitan atender las demandas del mercado laboral y proporcionar el capital humano cualificado necesario para garantizar la competitividad de las empresas.

Por último, conviene subrayar la importancia estratégica de la educación y de la formación, una de las soluciones para reducir la elevada tasa de desempleo juvenil.

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