¿Una espiral salarios-precios como en los 70? El riesgo de que lo transitorio se convierta en permanente

elEconomista.es
25/10/2021
  • El gran riesgo es que la inflación dure mucho más y genere efectos de segunda ronda
  • Si la inflación permea en los salarios se puede ver una espiral de precios
  • Aunque hay parecidos con los 70, las diferencias deberían evitar un IPC de doble dígito

La nueva historia de la inflación comenzó gestarse a finales de 2020. Tras un año de caídas en los precios provocadas por la pandemia del covid, las expectativas y los análisis de algunas instituciones empezaron a vaticinar (a finales de 2020) una fuerte reestructuración del IPC para 2021, pero sin grandes sobresaltos. Sin embargo, la poderosa recuperación económica y el alza de las materias primas convirtieron esa reestructuración de precios en una inflación intensa, pero «puramente transitoria», según los bancos centrales. Una vez más las previsiones se quedaron cortas y la transitoriedad ha demostrado ser, cuanto menos, persistente.

Ahora, el debate ha avanzado un paso más con la intensificación de los cuellos de botella y las interrupciones en la cadena de suministros, que amenazan con desembocar en una economía de ‘escasez’. La gran pregunta ahora es si la inflación va a comenzar a generar los temidos ‘efectos de segunda ronda’, llevando a la economía a una espiral entre salarios y precios similar (que no igual) a la vivida en los 70.

La narrativa económica puede cambiar en cuestión de meses o incluso semanas. Una ciencia con un carácter tan social como la economía es imprevisible, pues depende de la reacción y las decisiones del ser humano, algo que no se puede plasmar con exactitud en los modelos econométricos. La psicología está jugando un papel clave, generando unas expectativas de inflación que se retroalimentan y que están llevando a los trabajadores a pedir revisiones al alza de sus salarios o directamente a incrementar sus salarios de reserva (la remuneración por la que están dispuestos a comenzar a trabajar en lugar de dedicar su tiempo a otros menesteres).

¿Dónde está ahora la inflación?

Esta situación se produce en un contexto en el que los precios de la OCDE presentan una tasa de variación no vista en 20 años, la inflación de la zona euro se encuentra en niveles de 2008 (y subiendo), el IPC subyacente de EEUU está tocando máximos no vistos desde los 90… y justo cuando el mundo se enfrenta a una crisis energética y a un parón productivo en China, la ‘fábrica mundial’ que lleva años produciendo bienes a costes reducidos.

Todo hace indicar que la inflación se va a mantener elevada por un tiempo, la cuestión es si esta periodo inflacionario será lo suficientemente largo como para que produzcan los efectos de segunda ronda, generando una subida de precios más amplia (que afectaría a una mayor gama de bienes y servicios) y convirtiendo en realidad las demandas salariales de los trabajadores. Un escenario que ganaría enteros si la escasez de trabajadores se prolonga, obligando a las empresas a ofrecer mejores condiciones laborales.

«El fuerte aumento de los precios de la gasolina y el gas están alimentando las preocupaciones en torno a una prolongación del pico de inflación en curso, lo que podría aumentar los riesgos de ver los ‘efectos de segunda ronda’ que cambiarían lo que se ha mantenido hasta ahora como un choque exógeno (shock de oferta) en un régimen de inflación autocumplido», advierte Gilles Moëc, economista jefe de AXA Investment Managers, en una nota.

Diferencias y similitudes con los 70

Este riesgo ha generado un debate sobre las similitudes de la situación presente con el periodo inflacionario (incluso estanflación) que se vivió durante los años 70. Las comparaciones son odiosas, pero siempre se hacen. Si bien es cierto que existen ciertas similitudes (un shock de oferta), las diferencias también son muchas. De modo que el desenlace final puede ser una especie de híbrido, un nuevo régimen en el que la inflación se mantenga en niveles más altos que los previos a la pandemia, pero sin alcanzar los dobles dígitos vistos durante los 70. ¿Pero qué pasó realmente en aquella década?

La década estuvo marcada por la recesión y por una alta inflación que llegó a anotarse máximos de dos dígitos. Especialmente sangrantes fueron los picos inflacionarios de 1973-1974 y de 1978-1980. En EEUU el IPC llegó a ser del 12,2% en 1974, del 13,3% en 1979 y del 14,8% en la primera mitad de 1980. En los países europeos de la OCDE, el IPC fue del 13,8% en 1974 y no bajó del 10% en los años siguientes hasta registrar un impactante 16,5% en 1980.

Ambos aldabonazos tuvieron un protagonista común, sendas crisis del petróleo, si bien el crudo no fue el único culpable. La primera de ellas, la de 1973, más conocida mediáticamente, fue provocada el embargo impuesto por la OPEP a varios países, entre ellos EEUU, en represalia por su apoyo a Israel en la Guerra del Yom Kippur. Esto hizo que el precio del crudo importado se cuadruplicara en muy pocos meses.

El presidente de EEUU Richard Nixon pidió a las gasolineras que no vendieran combustible los sábados o domingos por la noche y en el país se establecieron restricciones de repostaje según matrículas (pares e impares). En Europa, se decretó la prohibición de conducir los domingos en los Países Bajos, mientras que el Reino Unido impuso una semana comercial de tres días cuando la escasez de carbón amenazaba el suministro de electricidad. Se llegó a pedir a las familias que calentaran sólo una habitación de sus casas.

Los alimentos se dispararon

En este primer pico de 1973, la subida de los alimentos en todo el mundo tras una racha de malas condiciones meteorológicas tuvo bastante peso (algo similar podría estar gestándose en la actualidad). El IPC de los alimentos en EEUU, que había subido menos del 5% en 1972, aumentó un 20% en 1973 y un 12% en 1974. Según los cálculos del académico Alan S. Blinder en un paper sobre la inflación de EEUU en los 70, los precios de los alimentos representaron unos 5 puntos porcentuales de la tasa de inflación anual global entre mediados de 1973 y mediados de 1975. Según Blinder, en este repunte también influyó sobremanera la imposición y posterior desaparición de los controles de los precios y salarios decretada por Nixon.

En el segundo pico, la escalada de los precios de la energía en 1979 tuvo su origen en la agitación política en Irán a principios de año. La consiguiente interrupción del suministro, unida a los esfuerzos desesperados por acumular existencias, provocó el caos en el mercado mundial del petróleo y una rápida escalada de los precios en el mercado al contado en el segundo trimestre. La OPEP siguió con una serie de subidas de precios en abril, julio y diciembre. En 1980, la guerra entre Irán e Irak provocó un nuevo descenso de la producción.

Las colas en las gasolineras eran habituales en varios lugares en los meses de primavera y verano. ¿Quién no recuerda las recientes imágenes en Reino Unido? En esta segunda sacudida también tuvo su cuota la subida de los alimentos (se llegó a hablar en EEUU de la «inflación de la carne») y la subida de los tipos hipotecarios. Como en el anterior pico, los trabajadores exigieron subidas salariales y la espiral se volvió a retroalimentar.

Diferencias con los 70

¿Se parece el actual escenario al descrito? Los analistas del BlackRock Investment Institute han sido de los que con más vehemencia han negado la mayor. «¿Por qué es diferente el panorama actual? En primer lugar, el actual repunte de la inflación está impulsado por la recuperación, no por el aumento de los precios de la energía. En segundo lugar, creemos que el crecimiento tiene margen de maniobra, ya que la actividad mundial está muy por debajo de su potencial a largo plazo. La oferta acabará aumentando para satisfacer la demanda, en lugar de la experiencia de los años 70, en la que la demanda disminuye para satisfacer la oferta», aseguran los expertos de BlackRock.

«En tercer lugar, el resurgimiento de la actividad está aumentando la demanda de petróleo y haciendo subir los precios, lo contrario de la década de 1970, cuando los precios más altos del petróleo (por un shock de oferta) perjudicaron la actividad económica», explican en uno de sus últimos comentarios semanales.

Les secunda Olivier de Berranger, director de gestión de activos en La Financière de l’Echiquier (LFDE): «La situación actual es radicalmente distinta: la demanda mundial da muestras de gran fortaleza, sobre todo en los países desarrollados, y es precisamente esta sobredemanda, en un contexto de oferta temporalmente restringida a causa de las secuelas de la crisis del coronavirus, lo que provoca la inflación. Además, resulta difícil hablar de estancamiento de la actividad económica con un crecimiento mundial que se cifra en el 4,5% en 2022 y que rozará el 6% este año».

Parecidos con los 70

No obstante, siempre habrá quien trace paralelismos. «Muchas de las mayores inflaciones de la historia han estado asociadas a guerras, y la inflación de los años sesenta y setenta se puso en marcha en la época de la guerra de Vietnam, cuando hubo una presión al alza del gasto. Hoy en día, la respuesta económica al covid ha sido casi comparable, con déficits fiscales a una escala no vista desde la Segunda Guerra Mundial para muchos países. Además, la particularidad geopolítica de que Rusia sea un proveedor de gas tan importante para Europa tiene paralelismos con la dependencia de Occidente de los suministros de petróleo de Oriente Medio en la década de 1970, en un momento de conflicto divisivo entre árabes e israelíes», sostienen desde Deutsche Bank los analistas Henry Allen, Jim Reid y Galina Pozdnyakova.

Otra similitud entre la década de 1970 y la actual la encuentran los tres expertos en la escasez de trabajadores, aunque desde distintos lados del milagro demográfico del baby boom. «En los años 70 los boomers aún no habían llegado a la población activa y la mano de obra era relativamente escasa. Ahora las principales economías están a punto de ver cómo su mano de obra disminuye o, en el mejor de los casos, se estabiliza a medida que los baby boomers se jubilan», contrastan.

¿Sufrirá entonces el mercado laboral presiones similares a las de la década de 1970? «El covid ha demostrado lo que puede ocurrir con los salarios cuando hay escasez de mano de obra. El enorme número de vacantes en puestos de trabajo mal pagados de hoy en día, debido a la escasez de trabajadores por cuestiones relacionadas con el covid, está haciendo subir los salarios», responden.

Y aunque el cuello de botella del covid se despeje, añaden, el descenso de la población en edad de trabajar en muchos lugares durante la próxima década podría hacer que los trabajadores recuperen parte del poder que perdieron precisamente a finales de los años 70. En esta línea, traen a colación la afiliación sindical. Si en las últimas décadas su caída ha tenido un efecto desinflacionario -los sindicatos no causan la inflación pero pueden contribuir a las espirales precios-salarios-, actualmente los investigadores de Deutsche Bank encuentran pruebas de que la sindicalización tiene una tendencia al alza. Un ejemplo puede ser lo que está ocurriendo con Amazon en EEUU.

¿Una espiral precios-salarios?

Pese a su negativa a hablar de estanflación, Olivier de Berranger también apunta a los sueldos como riesgo: «El incremento de los salarios ante la escasez de personal podría desencadenar un círculo vicioso en los precios y los sueldos que haría que la inflación se mantuviera en un nivel relativamente elevado». Por ahora, las expectativas de la inflación en la zona euro han tocado máximos no vistos desde 2014.

De momento, los salarios están respondiendo en algunas regiones y países del mundo, pero no en otros. Por ejemplo, en EEUU la remuneración de los trabajadores de la hostelería y ocio está subiendo a un ritmo cercano al 11% anual, el mayor ritmo desde que comenzó la serie histórica en 2007. Esos trabajadores son los que partían con unos niveles salariales más bajos y, por tanto, son también los que presentan una mayor propensión al consumo (gastan una mayor porción de que dólar extra que ingresan) y los que tienen la capacidad de desencadenar una espiral entre salarios y precios a través del consumo.

El caso de Europa es, hasta la fecha, un tanto diferente. A día de hoy no hay evidencia de que los salarios estén reaccionando a la inflación, aunque en algunas economías como Alemania, Países Bajos o República Checa ya se están viendo movimientos coordinados para exigir mejoras salariales. No existe un consenso claro sobre el devenir de los salarios en Eurozona.

El papel del exceso de ahorro

Además, existe «una fuente de complejidad adicional, que es el destino del exceso de ahorro acumulado desde el inicio de la pandemia en todo el mundo desarrollado… En teoría, el pico de inflación debería acelerar la liberación del exceso de ahorro. Racionalmente, con tipos de interés negativos, los individuos maximizarían su bienestar convirtiendo sus ahorros en consumo lo antes posible para evitar que se erosione el poder adquisitivo de esos ahorros. Esto crea el riesgo de que, dado que el gasto de los consumidores sea más resistente al choque inflacionario y, por tanto, lo prolongue», asegura Gilles Moëc.

Pese a todo, Möec cree que incluso con un inflacionario duradero, si la subida de precios no se traslada a los salarios, no tiene por qué desembocar en un régimen totalmente diferente para la inflación. La clave está en este último paso. Hasta la fecha, los efectos de primera ronda (energía, metales, alimentos frescos…) han sido claros y están comenzando a traspasar la siguiente frontera, generando un incremento moderado en bienes manufacturados, alimentos procesados y algunos servicios. Pero la frontera final, el último eslabón de la cadena inflación, se encuentra en los salarios, algo que todavía está por ver.

Ralph Solveen, economista de Commerzbank también se pregunta en un nota si en la zona euro se está empezando a generar una espiral entre salarios y precios. El economista alemán cree que a corto plazo es poco probable que esto ocurra dada la elevada holgura del mercado laboral europeo (desempleo, Ertes, trabajo a tiempo parcial…), a los bajos niveles de sindicalización y el menor peso de las negociaciones colectivas.

Sin embargo, Solveen cree que «dentro de unos años, tendremos entre manos un importante problema de inflación. Después de todo, es probable que los altos déficits presupuestarios y las continuas compras de bonos del BCE pongan demasiado dinero en circulación, lo que conducirá a una mayor inflación».

Dirk Schumacher, economista de Natixis, añade en una nota que un aspecto importante, y algo desconcertante, de la economía de la zona del euro es la rapidez con la que se ha recuperado el mercado laboral. Las vacantes también se han recuperado por completo y las empresas informan de una creciente escasez mano de obra.

¿Significa todo esto que el mercado laboral pronto dará señales de sobrecalentamiento y que el crecimiento salarial comenzará a acelerarse? «No hay señales de que el crecimiento de los salarios se vaya a salir de su rango normal en el corto plazo», sentencia el economista de Natixis.

«Sin embargo, a largo plazo, esto cambiará. Esto se debe a que la política monetaria expansiva continuará impulsando la economía y, por lo tanto, exacerbará aún más la escasez de mano de obra que ya se nota en algunas áreas, especialmente porque la oferta de mano de obra disminuirá por razones demográficas en los próximos años no solo en Alemania sino en todo el mundo», alerta el experto de Commerzbank.

A todo ello hay que sumarle los fuertes aumentos de los salarios mínimos en varios países, junto a otros factores como el creciente proteccionismo a nivel mundial y los altos costes de la lucha contra el cambio climático. No obstante, vaticinar una inflación de doble dígito persistente podría ser demasiado aventurado.

Mohamed El-Erian, economista jefe de Allianz, escribe en una columna de opinión en Project Syndicate que la inflación será mucho más alta de lo que prevén los bancos centrales por todo lo descrito, «pero este aumento de precios no presagia un regreso al escenario de la década de 1970… Las condiciones iniciales en cuanto a la formación de expectativas inflacionarias son mucho más estables hoy. Y la credibilidad de los bancos centrales es mucho mayor, aunque actualmente se enfrentan a la prueba más severa en décadas».

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