- Tom Monaghan vendió la compañía en 1998 por 1.000 millones
- Apostaron desde el principio por el envio de pizza a domicilio
- Hoy, es una de las franquicias más grandes y rentables del mundo
Tom y James Monaghan no tuvieron una infancia fácil. Nacen en los años 30, en Michigan, y su padre fallece cuando aún eran niños. Su madre no tiene capacidad para hacerse cargo de ellos, así que se ve obligada a dejar a sus hijos en un orfanato católico gestionado por monjas polacas.
El verdadero protagonista de la historia es Tom. No es un gran estudiante, pero sí muestra talento para las matemáticas. Cierra su etapa escolar sin pena ni gloria, pero sí despierta en él el deseo de ir a la universidad. Pero como en ese momento no se ve aún preparado, se alista en el ejercito.
En 1960, tras tres años como Marine, regresa a Michigan, con las ideas más claras, y ya con la intención de estudiar Arquitectura. Pero como no tenía suficiente dinero para pagar la carrera, decide montar un negocio que le permita lograr ingresos. Se alía con su hermano, y compran una pequeña pizzería, DomiNicks (los dueños se llamaban Dominic y Nick), por 900 dólares. Estaba al lado del campus universitario.
Los hermanos trabajaban a turnos para gestionar el negocio. Y creían que tenían entre manos una gran idea para triunfar: repartir gratis las pizzas a domicilio. Es una opción que hoy ofrece cualquier restaurante, pero a principios de la década de los 60 era todo un descubrimiento. El problema en aquel momento era que no tenían el sistema bien pulido, así que el negocio no acababa de arrancar.
James vendió la mitad de la compañía a cambio de un Volkswagen
James, que mantenía su trabajo como cartero, se desanima por esos primeros resultados y decide venderla su mitad de negocio a su hermano. Como Tom no tiene suficiente dinero para afrontar la operación, le ofrece a cambio el Volkswagen Beetle que utilizaban para los repartos a domicilio. Y así quedan en paz, Tom con el 100% de la pizzería y James con el coche de segunda mano.
Ya al frente del negocio en solitario, Tom empieza a tomar decisiones que acabarían siendo claves para el futuro del negocio. Insiste en los envíos a domicilio, elimina el servicio de atención en mesa y suprime del menú todos los platos que no tuvieran relación con las pizzas. Ni sandwiches, ni bocadillos, se centra por completo en la elaboración y el reparto de las pizzas.
El negocio, ahora sí, empieza a funcionar, y Tom adquiere otras dos pizzerías en los alrededores del campus universitario. En ese momento, el dueño original de Dominick’s le pide que deje de usar ese nombre, así que Tom, a partir de un comentario de un repartidor que le hace gracia, decide llamar a sus pizzerías Domino’s. Crea un logo que es una ficha de dominó con tres puntos, que representan a los tres locales que en aquel momento tiene la compañía.
El negocio empieza a hacerse popular, y las ventas son excelentes, por lo que Tom decide franquiciar la idea para seguir creciendo. Entre 1965 y 1968 inauguran 8 nuevos locales, siempre fijándose en que estuvieran cerca de centros universitarios, una tendencia que han tratado de mantener hasta nuestros días. En 1970, diez años después de fundar la compañía, ya cuentan con más de 200 establecimientos.
La compañía mantiene una apuesta constante por innovar. En esa línea, desarrollan un sistema para hacer las cajas de pizza más rápido, y a la vez más resistentes. Utilizan carton más grueso, que facilita que las pizzas se mantengan calientes, que no se estropeen con el envío, y que se pudieran apilar, permitiendo más entregas en cada viaje. Nacía así el reparto de pizza moderno.
Tom era un apasionado de marketing, y en 1973 lanza una campaña rompedora: si no entregan la pizza en 30 minutos, no te la cobran. Fue un éxito publicitario para la marca, tan grande, que acabó convirtiéndose en el eslogan de la compañía. Sin embargo, a principios de los 90 retiraron la campaña de la mayoría de países, después de las multiples protestas por la condicción temeraria de sus repartidores para cumplir con sus envíos.
Con el sistema de entrega optimizado y con la fama que había ido ganando, los restaurantes de Domino’s empiezan a expandirse por todo Estados Unidos. Se reparte el podio de sector con Pizza Hut y con Little Caesars Pizza.
Expansión internacional
El año 1983 es clave para la compañía. Con más de 1.000 establecimientos, decide dar el salto al exterior, abriendo sus primeras franquicias en el extranjero, en concreto, en Canadá y en Australia. Las primeras de muchas. En los siguientes años inauguran locales en Japón, Reino Unido, Haiti, República Dominicana, India, Colombia, México… nada les detenía.
En aquellos tiempo Tom Monaghan ya era inmensamente rico. Tenía barcos, una colección de coches clásicos (incluyendo uno de los seis Bugatti Royal que existían en el mundo, y por el que pagó más de 8 millones de dólares), un avión, obras de arte… Hasta se compró los Detroit Tigers, el equipo de baseball de la ciudad, que un año después acabó ganando las Series Mundiales.
Gran apasionado de la arquitectura (hay que recordar que todo esto nace para financiar sus estudios universitarios), es seguidor de Frank Lloyd Writght, del que compra numerosas obras. Tanto, que acaba construyendo la sede de Domino’s a imagen y semejanza de sus creaciones. A nivel personal, también inicia la construcción de una mansión siguiendo el mismo estilo.
«Me di cuenta de que si el mayor pecado es el orgullo, yo era el más pecador de mundo»
Pero a finales de la década de los 80 se produce el despertar religioso de Tom Monaghan. Tras leer ‘Mero Cristinanismo’, escrito por C. S. Lewis, se replantea todo su estilo de vida, la acumulación de riqueza, el ego… «Me di cuenta de que si el mayor pecado es el orgullo, yo era el más pecador de mundo», llegó a decir. Paralizó de inmediato la construcción de su mansión, que aún hoy sigue a medio construir; vendió el equipo de baseball, precisamente a uno de sus rivales en el negocio de las pizzas, el dueño de Little Caesars; se deshizo de los barcos, del avión, de su colección de coches…
La compañía seguía creciendo a ritmos imparables, hasta alcanzar en 1995 los 1.000 establecimientos fuera de Estados Unidos, mientras Tom seguía planteándose su estilo de vida. Hasta que en 1998 decide vender su compañía a un fondo de inversión, por unos 1.000 millones de dólares.
Promoción de causas católicas
Desde entonces, decidió dedicar su vida a la filantropía y a promover causas católicas, sobre todo a los movimientos provida, a los que ha donado millones de dólares desde entonces. También impulsa la asistencia diaria a misa, la confesión y el rezo del rosario. Además, ha fundado colegios católicos por todo EEUU, y también dos universidades. Hasta cuenta con un fondo de inversión centrado en proyectos católicos y labores humanitarias. A sus 84 años, ha donado más de 500 millones a organizaciones católicas, y sigue comprometido a gastar toda su fortuna en estos movimientos.
Ya sin Tom, Domino’s no dejó de crecer. En 2004, de hecho, empezó a cotizar en la bolsa de Nueva York. Hoy en día cuenta con más de 6.000 pizzerías en Estados Unidos, y unas 15.000 en todo el mundo, sumando las propias, las franquiciadas y las que gestionan otros fondos. Da trabajo a unas 300.000 personas, y se ha convertido en una de las franquicias más grandes y más rentables que existen.
Y, mientras tanto, ¿qué fue de James? Tras vender su parte de Domino’s a cambio de un Volkswagen Escarabajo, siguió trabajando como cartero durante unos años, hasta que en los 70 se convirtió en guarda de seguridad. A partir de los 80 comenzó a trabajar como electricista en un distrito escolar, profesión a la que se dedicó hasta su jubilación. James falleció en 2020.