1/11/2023
- Estas personas dejan de buscar trabajo y no se cuentan en las estadísticas de desempleo
- Se disparan un 51% respecto a los niveles previos a la pandemia
- Los despedidos que siguen intentando encontrar un empleo sólo han crecido un 0,77%
Uno de los efectos más sorprendentes de la reforma laboral ha sido el auge de las bajas de afiliación motivadas por un despido, que crecen a un ritmo interanual del 32% y del 67% si nos remitimos a las cifras de 2019. Pero el Gobierno minimiza el impacto de esta evolución en el desempleo y los últimos datos de la EPA parecen darle la razón: los desempleados por causa de un despido solo han aumentado un 0,8% respecto a 2019. Sin embargo, el análisis muestra otro dato que resulta especialmente preocupante: las personas que no cuentan como parados porque se han visto expulsadas del mercado laboral tras el cese, convirtiéndose en inactivos, han aumentado un 51% desde los niveles previos a la pandemia y alcanzan los 238.900.
El récord de despidos, medido en términos de baja de afiliación, es un fenómeno que parece responder ante todo al aumento de la contratación indefinida tras el cambio legal pactado por el Ejecutivo y los agentes sociales a finales de 2021, lo que lleva a muchos expertos a concluir que la estabilidad de estos empleos ha empeorado de alguna forma. Una tesis que se ve reforzada por el hecho de que las bajas en periodo de prueba, también se han incrementado un 41,6% respecto a 2019.
A pesar de que estos datos refuerzan la idea de un trasvase de la volatilidad de los temporales no solo a los indefinidos fijos discontinuos sino también a los indefinidos ordinarios (cuyos despidos han aumentado un 51%), no implican necesariamente destrucción de empleo. De hecho, tanto la afiliación a la Seguridad Social como la ocupación en términos de EPA sigue aumentando, a la par que la tasa de paro retrocede. Aunque en este análisis no se puede obviar a los inactivos, las personas que tras perder su empleo han renunciado a buscar otro, ya sea porque han optado por adelantar su jubilación o porque se han desanimado ante la falta de oportunidades y han dejado de buscar empleo.
Según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) del tercer trimestre, los parados que perdieron su empleo por un despido o la desaparición del puesto de trabajo se situaban en 279.000, un 9% menos que en el mismo periodo de 2022 y muy lejos del récord de 668.400 anotado en el segundo trimestre de 2020, momento en el que se inicia la serie trimestral. Lo mismos se puede decir de los inactivos, que han caído de 690.900 a 238.900. Pero aquí hay un matiz relevante: el análisis de estas cifras está sesgado por el impacto de la pandemia.
Un ‘stock’ de despedidos
Para entender este desfase hay que tener claro que los datos de Seguridad Social parten de un registro de bajas de afiliación que se producen cada mes, (que se ven compensadas por un volumen también elevado de altas, en un mercado tan marcado por la rotación laboral como el nuestro), mientras que los datos de la EPA muestran el ‘stock’ trimestral de personas que acaban en una situación de paro o inactividad tras un despido.
La crisis sanitaria destruyó cientos de miles de empleos por el cierre de empresas y esto disparó el ‘stock’ de parados en cerca de 700.000 personas en 2020 y el de los inactivos aún más, en 1,3 millones. Algo lógico en una situación que impedía buscar activamente empleo a muchas personas, que por esta razón fueron clasificados estadísticamente como inactivos.
En los años siguientes muchas de estas personas, parado e inactivos, han ido encontrando empleo, especialmente 2022 y 2023, cuando el rebote del empleo se ha mantenido. De hecho, en el tercer trimestre, el 53% de los nuevos ocupados eran parados y el 47% inactivos. Esto permite inferir que, a pesar del incremento de los despidos, estas personas han encontrado más oportunidades de empleo. Pero para aceptar esta conclusión hay que hacerse una pregunta: ¿las cifras son mejores que las que había antes de la pandemia?
La estadística de la Encuesta de Población Activa que analiza las causas de paro o inactividad de manera trimestral solo llega a junio de 2020. La razón es que, ante las circunstancias en aquel momento, el INE adaptó unos datos que hasta entonces se publicaban de manera anual para poder ofrecer información más actualizada. El problema es que no adaptó los datos anteriores de la serie trimestral, y la serie anual preexistente se vio discontinuada, lo que produjo una ‘ruptura’ que hace que hoy resulte algo más complicado comparar lo ocurrido en 2022 y 2023 con lo que sucedió en 2019. Aunque no es en absoluto imposible.
La clave es que los datos de la EPA anual, incluyendo los de las causas de paro, son una media de los cuatro trimestres del año, con lo que basta con hacer lo propio con los datos de los que disponemos para 2021, 2022 y también 2023, aunque este último año no ha concluido (se puede hacer una media provisional sobre los tres trimestres par los que tenemos datos). Esto arroja una media de 299.800 parados que sufrieron un despido o la desaparición de su puesto de trabajo. Suponen apenas un 0,77% más que en la media de 2019, lo que confirma que los despidos no han provocado un auge del paro, propiamente dicho. Pero en este caso hablamos de los trabajadores que siguen intentando buscar un empleo tras el cese.
La cosa es muy diferente cuando hablamos de los que renuncian a hacerlo, los inactivos, que se han disparado un 51% respecto a 2019, pasando de 157.400 a 238.500. Una evolución que muestra que si los despidos no están elevando el paro es porque muchas de estas personas caen en una situación en la que abandonan el mercado laboral. De hecho, si sumamos parados e inactivos tenemos que el impacto de los despidos ha aumentado un 18,3% respecto a 2019.
Lo que se aprecia en la evolución histórica es que, con la recuperación tras la crisis financiera, que disparó el ‘stock’ de despedidos, los ceses habían reducido su impacto en términos de desempleo (es decir, en el ‘stock’ de parados por esta causa cese) en una tendencia solo interrumpida en 2020 y 2021, ejercicios marcados por la pandemia. Sin embargo, los inactivos han repuntado y se mantienen por encima de los niveles previos a la pandemia. Con ello, la diferencia entre ambos es la más baja desde 2008.
Esto apunta a que el efecto del incremento de las bajas por despidos no genera paro porque está expulsando a personas del mercado laboral con una intensidad mayor que la existente antes de la pandemia. Algo que puede explicar de dos formas: mayor efecto desánimo o más personas que anticipan su jubilación.
El 39% de los inactivos despedidos son mayores de 55 años, que suman 95.300 según la media estimada para 2023, un porcentaje similar al de los niveles previos a la pandemia. Pero, aunque son los más numerosos, no son los que más han aumentado: suponen un 47,57% más que en 2019, pero los que están entre 45 y 54 años se han disparado un 86% y los que están entre 35 y 44 años un 51,2%.
sto apunta a que la evolución no es achacable únicamente al envejecimiento de la población activa ni al deseo de los despedidos de mayor edad de adelantar su retiro, sino a un ‘efecto desánimo’ tras el cese que afecta a personas más jóvenes de lo que lo hacía en los años de la recuperación de la crisis financiera. Algo que parece responder a la pérdida de expectativas entre los trabajadores y desempleados a partir de los 45 años.