Partido de las Estrellas 2016

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La Última Batalla de los Apaches

Cuenta la Wikipedia, y lo dicen también en el famoso western, que los apaches fueron ardientes y tenaces defensores de su territorio. Añado yo que solo fueron vencidos gracias al superior armamento y número de los enemigos.

Gerónimo, Natchez y Cochise se presentaron a la batalla sabedores de que era la última, y ante las huestes invasoras defendieron sus posesiones con uñas y dientes. Se tuvo que reunir a lo más granado de los «casacas azules» para rendirles al fin. Eso sí, para la historia quedan los tres anillos conseguidos y un sinnúmero de trofeos individuales.

Mercenarios cualificados y valerosos ayudaron a vender cara la derrota (suya fue también la Copa en la entrega de Trofeos). Una derrota que parece no valer nada, porque el Partido de las Estrellas es siempre una pachanga (en la NBA), pero que aquí en el cole se toma con sentimiento (no había más que ver las caras de los derrotados al final).

Y es que de «amistoso», nada. Había ganas de revancha, sobre todo entre los jugadores de 1ºZ, que esta vez se presentaron sobradamente preparados (y acompañados). El partido fue un «toma y daca» durante el primer cuarto, con la Selección llevando la iniciativa (Pedro Tomás Carrasco y Carlos Bodega, bien secundados por Fidel el profe) y los Campeones (con sus anotadores habituales) contestando con regularidad. Pero en el segundo llegó un bajón en el ataque de los mayores (unido a una sumaria defensa de sus rivales), y al descanso (tras un 6-1), se llego con ventaja de 7 para el combinado.

Cometieron dos errores

Otro western expresa bien lo que pasó a continuación. Es cierto que la parte de responsabilidad del árbitro por lo que pasó no es baladí (no escurro el bulto), pero la culpa principal en este que suscribe no fue la acción concreta que originó el incidente, sino no cortar de raíz la habitual tendencia a la verborrea de los concursantes (estando en el campo algunos de los significados «Piolines», la cosa podía pasar a mayores en cualquier momento). Si hubieran estado firmes, todos  sin excepción se hubieran dedicado a jugar, y santaspascuas.

Primer error

Principio del tercer cuarto. Choque de trenes. Raúl Orejana coge la posición de rebote sacando el codo «a pasear» (el del silbato la vió, pero no quiso pitarla), y en el subsiguiente ataque, Carlos Masía intenta una zancadilla alevosa (esta vez, el colegiado no se enteró). El pívot de 2º, con buen criterio, se sale del campo y se va al banquillo durante el juego para evitar la bronca (conocedor de su genio), pero, lamentablemente, lleva ya 4 personales, con lo que la irremediable técnica le elimina del partido.

He de decir, en mi descargo, que el agrio incidente se hubiera evitado si el codazo inicial se hubiera señalado con falta. Pero hubiera sido la 5ª, y no quise pitarla (eso lo hacemos los árbitros «asín» de veces, para no cargarnos el partido). El individuo causante del tema no se fue de rositas (fue expulsado por personales en el último cuarto), pero es cierto que en ese momento se quedó sin su merecida descalificante. Y es que, Sr. Orejana, para ver situaciones en las que no está el balón en juego, se necesita un segundo árbitro, porque yo solo me preocupo, y a veces no acierto ni en eso, de seguir el balón. Y «en diciendo» que hizo bien, le tengo que reconvenir en que hace usted muchas faltas, y tener cuatro en ese momento fue su perdición.

Segundo error

A partir de ahí, y tras un tercer cuarto heroico, en el que los de Carlos Gutiérrez (¡presente en el campo!) remontaron hasta quedarse a dos puntos (18-16), llegó el definitivo. Billy Avellán e Isaac Cruz pusieron toda la voluntad del mundo, pero enfrente estaban los pívots titulares de la Selección, y enchufadísimos: Carlos Bodega y su velocidad de movimientos, y Pedro Tomás tirando de tres. Solo el larguirucho de 3º y un esfuerzo extraordinario de las líneas defensivas exteriores (teniendo en cuenta que además estaba Cristina Blanco haciendo diabluras) hubieran conseguido tapar las múltiples averías de un navío que hacía aguas. El tanteo final (26-42) castiga más este segundo error, en mi opinión, que el primero.

Los protagonistas jugaron así. Primero, los apaches:

Raúl Orejana, aparte de lo ya comentado, estuvo notable en el rebote, feroz en la intimidación (su tapón al homónimo rival fue tremendo, de lo mejor del choque) y algo escaso en la anotación. Uno de sus fuertes, la «pesca», fue tratada con un cuidado extremo por la Selección, que en el rebote defensivo estuvo intratable. Debió aguantar en el partido y pensar más en sus compañeros que en su pique personal, aunque reconozco que era difícil.

Alejandro Mansilla defendió siempre bien, ayudó correctamente en la circulación del balón y estuvo excelso en ataque y, además, en los momentos de la verdad, con dos estratosféricos triples de los suyos (a piés juntos). Bien es cierto que se envaneció un tanto y falló luego, pero esos puntos dieron esperanza a su equipo durante muchos minutos.

Isaac Cruz ayudó en el rebote y defendió con el cuchillo entre los dientes. En ataque jugó siempre bien el balón, aportando seguridad y seriedad, aunque no tuvo muchas oportunidades de anotar.

Billy Avellán estuvo un poco más gris que de costumbre, aunque colaboró con su lucha y su poderío habituales en la defensa de su aro. A él y a Isaac les vino un poco grande la misión de luchar en solitario contra las torres enemigas. No tuvo suerte tampoco bajo la canasta contraria.

Juan Carlos Bernardino fue la principal víctima del orden y la disciplina de la defensa de la Selección. Sus penetraciones fueron muchas veces fallidas ante lo excesivo de la intimidación rival (dos taponadores como Carlos Bodega y Raúl López y un «leñero» como Carlos Masía). Los contraataques, otro de sus fuertes, brillaron por su ausencia (el balance defensivo del otro equipo fue soberbio), así que el máximo anotador del Torneo se fue con 5 escasos puntos y quejas por la dureza enemiga (cuando no protesta por las excesivas faltas, protesta por lo contrario, y es que el árbitraje, para él, nunca está «al dente»).

Alejandro Serrano ha terminado el año en gran forma, y fue el principal valedor de los suyos en la cancha. Con dos triples y dos canastas, fue el máximo encestador, pero es que, además, movió a su equipo muy acertadamente y defendió a su «demonio personal» (Cristina) de manera más que notable (aunque no pudo evitar sus asistencias, le dejo en cero de anotación).

Carlos Gutiérrez fue el que más debía haber jugado (sobre todo en ausencia de Raúl Orejana), e hizo equivocadas labores de capitán «altruista» en el último cuarto. Su modestia y honestidad (carece notoriamente de ese complejo de inferioridad que todos mostramos cuando expresamos muestras de nuestras ansias por ganar) fueron excesivas. Con él en cancha, como ya he comentado, los rebotes defensivos, y más de uno en ataque, fueron de 2ºX. Sin él, el reinado de Carlos Bodega se convirtió en dictadura. Cabe achacar también la cuestión a sus veteranos compañeros (Sr. Orejana, ¿para qué sirve usted en el banquillo?) Metió dos puntos, pero con tiempo de juego, al menos cuatro o cinco canastas hubieran sido suyas.

El Equipo que no lo era

Con algún contraataque espectacular, ciertas jugadas que parecían prediseñadas, asistencias a cascoporro y un movimiento de balón fluido y veloz, los de la Selección, que en principio eran una «banda» parecieron más equipo que sus rivales. Bien es cierto que la estructura que les sustentaba (1ºZ) contaba con buen «cemento», pero no desentonaron (casi todos) los invitados «especiales»

Sus integrantes merecen estos comentarios:

Fidel García-Gesto, base fiable y batallador donde los haya, llevó a su equipo con mano firme cuando estuvo solo en funciones de play-maker, pero en presencia de Cristina Blanco delegó (y ella, como buena niña, se dedicó a «sus labores», je, je, je), y se ejercitó en funciones de escolta penetrador, con notable eficacia (cinco puntos). Muy acertado estuvo también como capitán y entrenador, en el control de los cambios y en el reparto de papeles en defensa.

Pedro Tomás Carrasco, con ganas después de su lesión, y dispuesto a resarcir a algunos de sus compañeros de lo caras que han resultado sus ausencias, estuvo muy activo, tanto en defensa, con algunos rebotes importantes, como en ataque, con doce puntos (incluidos dos triples, uno de los cuales, en el cuarto parcial, fue definitivo). También hizo diabluras en el movimiento de balón (los pases entre Cristina, Carlos Bodega y él tienen lugar a veces a velocidad de vértigo y son prácticamente ¡a ciegas!). En la defensa de Juan Carlos Bernardino fue primordial.

Carlos Masía demostró que le venía grande el partido. Desubicado y ofuscado por no poder destacar, recurrió a las quejas, a la dureza y a los piques, tanto con los adversarios como con el árbitro, y es que no es lo mismo jugar de «figura» en su equipo, que tener que compartir tiempo de juego y no poder «chupar». Fue el único que desentonó. En su descargo hay que decir que a Raúl Orejana (el «culpable» de su mosqueo) se le escapan los codos con facilidad (y se le pita la falta con frecuencia) y coge la posición a veces con ciertas «malas» artes (y se le penaliza cuando se le pilla), pero de ningún modo la actuación del colegiado justifica su conducta. Cuando se dedicó al baloncesto, metió un par de canastas, pero volvió a las andadas al final del partido, provocando una quinta falta que terminó de convencer a la organización del evento de que no debía haber sido invitado. Mal.

Cristina Blanco y el manejo del «tempo» del partido fueron la misma cosa. Quien vió jugar a Corbalán (yo) no recuerda a nadie que se le parezca más: pasa, mueve el balón con velocidad, roba, asiste, lanza los contraataques, entra a canasta, tira de dos y de tres… Lo hace todo, y todo bien. Enorme. Fue la protagonista de las grandes jugadas del partido, con su tremenda visión y su generosidad para dar los pases decisivos.

Carlos Bodega abusó de los rivales gracias a su poderío físico. Se convirtió en protagonista máximo de la victoria, al anotar 10 puntos seguidos en el último cuarto (a la segunda de esas canastas tenía que haber saltado al campo como una exhalación Carlos Guti), lo que le convirtió en el MVP (además de máximo anotador) del partido. Sin embargo hay que hacer notar que en presencia de los titulares enemigos ya había metido 6 puntos antes. Su fantástica actuación debe ser achacada también a los que le conocen y le comprenden (y le buscan, y le encuentran): sus compis de 1ºZ.

Lucía Fernández hizo gala de sus cualidades de gran pívot. Mientras estuvo en cancha intimidó, cogió rebotes (alguno, muy notable, en ataque) y defendió espléndidamente. Se adaptó perfectamente a su función, aunque le faltó alguna canastita (estuvo muy comedida en el tiro).

Adrián Sevilla pagó un poco los nervios de su presencia al lado de las «estrellas». Supo disfrutar, no obstante, del tiempo de juego que le correspondió, y defendió con acierto, ayudando también a mover el balón con seguridad y criterio.

Carlos Martín, advertido de que podía jugar, por la ausencia de alguno de los nominados (figuraba de «suplente»), padeció la «indiferencia» de sus compañeros los tres primeros cuartos (Fidel ha entonado el «mea culpa», por no haberse enterado). Pero en el último entró y no sintió para nada la inactividad, porque estuvo magnífico, con cinco puntos (un triple y una canasta de dos), y destacando sobremanera. Ágil y valiente, dio muestras de su gran calidad.

Raúl López estuvo algo nervioso entre tantas figuras. En el rebote fue el añadido que hundió a los enemigos, algo escasos de efectivos en ese aspecto. En ataque jugó algo cohibido, y desde que recibió el enorme tapón de Raúl Orejana, más (fue una entrada muy lateral, que no debió hacer). Gracias a Dios los suyos ya tenían anotadores suficientes, y no echaron en falta su siempre notable aportación. En defensa, dejó también muestras de su capacidad de intimidación, colocando algún gorro «marca de la casa».

 

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