A Lawrence de Arabia le querían los ajenos más que los suyos. También es verdad que él lo quiso así, y su enfrentamiento con el Imperio Británico fue épico. No tanto, pero algo parecido ocurre con este señor, llamado William Dalrymple, sabio historiador donde los haya, experto en esa antigua colonia, la India, tan de moda en estas épocas contemporáneas, gracias a la madre Teresa o a Dominique Lapierre, sin ir más lejos (por cierto, aprovecho para anunciar inminente publicación sobre el extraordinario escritor francés).
Nacido en Edimburgo en 1965, este escocés, que se siente más indio que británico (actualmente vive en Nueva Delhi), miembro de las prestigiosas Royal Historical Society y Royal Asiatic Society, doctor «honoris causa» en varias universidades anglófonas e indias, es especialista en la historia de la colonización británica en Asia. Sus libros «El retorno del rey» (sobre la desastrosa retirada inglesa de Afganistán en el siglo XIX, de rabiosa actualidad, por lo sucedido el pasado año allí) y «El último mogol» (sobre la represión, en 1857, de la revuelta india de los cipayos, que acabó con el derrocamiento, a manos de soldados de la Compañía de Indias, del último emperador) han sido grandes éxitos.
Su obra más reciente, «La anarquía»(2021) trata de la influencia y el poder gracias al cual la Compañía de Indias gobernó el país del Ganges hasta 1857, año en el que el Imperio Británico tomó cartas en el asunto. Se trataría del primer «lobby» empresarial de la historia, que compró voluntades y manejó despóticamente la política británica en la India. Algo muy parecido a lo que cuenta el nobel Vargas Llosa en «Tiempos recios» sobre un «lobby» estadounidense, la United Fruits Company, y la facilidad con que hacía y deshacía gobiernos en Guatemala (otros autores han estudiado su tremenda actuación en todo el centro y el sur del continente americano).
Referencia reciente tenemos en TV. En la espléndida (y tenebrosa) serie «Taboo», Tom Hardy combate por sus derechos, de manera desigual, sobre una tierra en África, con la Compañia de Indias, presidida, magníficamente, por Jonathan Pryce. L0s sucesos ocurren en la segunda década del XIX, años en que la empresa estaba en su apogeo.
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