Sangre, sudor y lágrimas
Un equipo de 4ºA desconocido, plagado de fichajes nuevos, jugó un partido más que digno contra las muchachas de 4ºM. Y me quedo corto, porque si no ganaron fue porque Dios no quiso. Tras una prórroga tremenda, con un final de infarto, una sola canasta decidió el choque (18-16)
El encuentro fue de duras defensas, especialmente la de los chicos. La cosa es disculpable por la peculiar técnica defensiva que tienen los «futboleros», pero es que además, con su escaso poder anotador, no tuvieron más remedio que intentar blindar su canasta, y por cierto que lo consiguieron. Las mozas, a fuerza de pundonor, de aguantar garrotazos y de esperar que las personales fueran minando el campo rival, obtuvieron una merecida victoria, a pesar de dejar un rastro de sangre por el camino. Celia jugó coja prácticamente todo el partido (se lesionó en el primer cuarto), y Lucía tuvo que retirarse perjudicada por la agresiva disputa que de un balón perdido hizo un fiero enemigo. Acostumbradas a jugar contra chicos, resistieron bien las embestidas.
El primer cuarto mostró lo que sería el partido. Un Carlos Masía eléctrico e hipermotivado (clamaba venganza contra su antiguo equipo) llevaba en volandas a los suyos. Con 8-2 para 4ºA se llegó al descanso.
Después de un tercer período para olvidar (solo una canasta de Celia), las chicas salieron en el cuarto con el cuchillo entre los dientes y consiguieron remontar. Irene y Lucía tiraron del carro para que el pitido final marcase un empate a 13.
La prórroga fue espectacular. La descalificación por 5 faltas de Carlos resultó fundamental (después cayó Guillermo), pues solamente quedaba Samir como arma de ataque. Tras una canasta de Marta, un triple de Celia a 30 segundos para el final ponía las cosas casi imposibles para sus adversarios. Pero el rubio debutante pasó el medio campo y tiró un triple de 10 metros que entró como una exhalación. No quedó tiempo para mucho más. Los apuros finales de las chicas dan más valor a su trabajada victoria, y ponen también un acento de dignidad en la amarga derrota de sus rivales.
Los de 4ºA jugaron así:
Guillermo Rubio, nuevo en esta plaza, toreó con gallardía. corrió y luchó con acierto y seguridad. Ayudó a subir y a mover el balón, y robó algún balón que otro. Seguro en el pase, apenas se atrevió con el tiro, aunque alguna pudo meter.
Carlos Masía, en su primer partido con este equipo, demostró madera de líder, no solo por su sorprendente poder anotador (once puntos, incluidos unos magníficos dos de tres en tiros libres), sino porque estuvo siempre al atento al juego, dando instrucciones y multiplicándose para ayudar a sus compañeros. Su carácter, sumado a su poder reboteador y a su velocidad, le convierten en un elemento insustituible. Un acierto la táctica de presionar a las chicas en todo el campo, aunque fuera a costa de hacer muchas faltas. Era la única manera de ganar.
Paula Ramos, con su su sentido lúdico del deporte, es, además de la alegría de la huerta, una buena compañera y una ayuda muy apreciable. Lucha mucho y sabe conducir el balón, y aunque se pone muy nerviosa (eso se quita a fuerza de partidos, don`t worry you), sabe defender y pasa bien el balón. Estuvo a punto de meter alguna canasta.
Gonzalo Marín colaboró bien con su ya habitual correosa defensa. Interceptó unos cuantos balones y ayudó lo suyo en el rebote. Le falta afinar en los tiros cercanos, pero es un jugador seguro y eficaz.
Iván Herranz, sujeto potente y veloz, también cortó los pases que pudo, y defendió fuertemente su canasta. Luchador incansable, ayudó con acierto en la circulación del balón, aunque no se atrevió a tirar demasiado.
Samir Mohamedi tardó en entrar en juego, pero en cuanto se calentó fue el que todos recordábamos. De grandes fundamentos, aportó aplomo cuando hacía falta y velocidad cuando era preciso. Es asombroso su cambio de marcha (pasa de segunda a superdirecta en un plis). Le sobran algunas florituras, que a punto estuvieron de costarle más de una pérdida de balón. Sus cinco puntitos son un poco escasos para lo que necesitaba su equipo, pero su triplazo final le redime con creces, y le hizo ganar el respeto de todos los que aún no le conocían (y a los que hay que decirles que este señor ya sabe lo que es jugar en nuestro «All Star Game»)
Antonio Blanco, estatura inacabable, envergadura de brazos infinita, diamante en bruto donde los haya, estuvo magnífico en el rebote y rápido en la conducción de la pelota (aunque debe aprender a parar). Muy buen defensor, con manos como ganchos para robar balones, es difícil regatearle e irse de él en velocidad. En cuanto adquiera algo más de coordinación y fundamentos, va a ser un baloncestista tremendo. Sus tiros no entraron, y necesita hacerlos más finito.
Las que ganaron, por su parte, merecen estos comentarios:
El triple de la coja
(En el fútbol, cuando un jugador renqueante no puede ser sustituido, le ponen de delantero centro, y la defensa contraria le deja hacer, más preocupada de los delanteros sanos. De vez en cuando el lesionado marca. Se llama «el gol del cojo»)
Celia Martín no pudo dar de sí todo lo que hubiera querido. Un mal choque, al principio del encuentro, le tuvo a mal traer el resto del tiempo que jugó. Así y todo, colaboró con sus compinches y dejó muestras de su seguridad en el pase, sus excelentes fundamentos y su sobriedad y elegancia habituales. Pero sobre todo, anotó un triple que dejó a los chicos heridos de muerte (a 30 segundos del final de la prórroga). Fue un tiro temerario, de alguien que no está en buenas condiciones, pero que no le tiene miedo al fracaso Solo ese triple ya valió todo el partido, y le otorga, con méritos sobrados, el título de MVP. que, para una «inválida», no está nada mal.
Lucía Fernández mostró su poderío habitual. Hizo alarde de su valentía y su garra bajo los tableros, reboteando hasta la extenuación (aunque algunas veces le falta saltar) y en la canasta contraria fue una de las artífices de la remontada final. Cuatro valiosísimos puntos (en el último cuarto), pero podía haberse ido perfectamente con 10, si no se le salen de dentro unas cuantas.
Irene López, única base «con galones» en la cancha, estuvo sobresaliente en su papel de controlar el juego y surtir de balones a sus compañeras. A pesar de sus buenos fundamentos, prefiere pasar que llevar el balón (aunque eso, jugando contra defensas tan agresivas, es una virtud, y no un defecto). Su papel se agigantó, por el poco apoyo que pudo darle su amiga Celia en la conducción, y en ataque estuvo más que notable, con cuatro puntos decisivos en la remontada del último cuarto.
Natalia Hernández dió muestras de su velocidad y habilidad como escolta de calidad. Robó balones con su picardía acostumbrada, subió el balón, pasó con seguridad y penetró siempre que vió un resquicio. Tuvo desigual suerte con la canasta contraria, fallando alguna canasta clara, pero seleccionó siempre bien el tiro (¡ya entrarán, chiqui, ya entrarán!)
Tania Hernández estuvo notable en el rebote y en la subida del balón, apoyando eficazmente a las suyas para salir de la presión de los rivales. Muy luchadora, como siempre, sacó las garras en alguna ocasión, mostrando su carácter competidor y fiero (a punto estuvon de llevarse una antideportiva)
Marta Vallejo, estupenda, veloz, incansable, valiente y tenaz, fue la ayuda que necesitaba Irene. Ofreciéndose siempre, gracias a su sentido para el desmarque, y subiendo el balón con su endiablada rapidez, fue un tormento para sus enemigos. Aunque la canasta rival se le sigue resistiendo, aportó tres puntitos de oro (sobre todo una canasta en la prórroga que a sus compañeras les supo a gloria). Cada vez mejor.